*De Francis Scott Fitzgerald: “Enséñame un héroe y te escribiré una tragedia”. Camelot

AQUEL MEMORIAL

He estado en la llamada Zona Cero algunas veces, desde aquel 11-S, que les cambió la vida. Desde entonces, el mundo de la aviación ya no volvió a ser igual. El terrorismo se adueñó de nuestras vidas. Este es el relato de aquel Septiembre de 2012. Fui a NY a verla por enésima ocasión, diría un clásico. De NY poco me falta por ver. He visto casi todo, desde los cuarteles de los gloriosos bomberos hasta los emblemáticos rascacielos, incluido Central Park. Solo me falta treparme a un helicóptero y ver la ciudad desde las alturas. En ese año hice mi ritual consuetudinario (¿Qué demonios será consuetudinario?). Normalmente se va adónde se conoce. Escribí en aquel entonces.

LA ZONA CERO

Apeamos en la llamada Zona Cero. Bajamos de su legendario Metro. Allí donde ahora construyen las nuevas torres, una de ellas el mes pasado rebasó al Empire State, para que vean que los horadaron y les hicieron daño con aquellos atentados del 11 de septiembre, pero no los doblegaron.

Tres mil personas trabajan todos los días. Obreros y gente de la metalurgia en edificios altos. Frente a la tienda de Century XXI, un almacén lleno de compradores mexicanos que en sus cinco pisos ofertan todo. Baratísimo. Lleno. Cruzamos la calle. A un lado, en la iglesia St Paul’s, todo recuerda a aquel día. Hay un panteón cercano, pequeño, data de tumbas de 1786, allí muy seguro los herederos de los Vanderbilts y aquellos barones del dinero neoyorkino están sepultados. Tumbas tan viejas, que algunas lápidas han perdido el nombre de sus moradores. Allí exhiben una foto de aquel día: papeles y televisiones y vidrios que volaron a ese espacio de jardín aledaño.

Lo que los hace recordar. Lo que los hace lamentarse. Lo que los enlutó.

Al pie, también la galería de los heroicos bomberos que perdieron la vida.

Todos. No falta ninguno. Vamos al Memorial, el de las dos piscinas que apenas inauguró el año pasado el presidente Obama y el alcalde Bloomberg.

No cobran, gratis las entradas. Hay que formarse, esperar que den las dos de la tarde para poder penetrar a ese sitio llamado 9/11 Memorial.

EL 9/11 MEMORIAL

Es un parque donde se respira quietud. Donde la gente entra en silencio. El sol cae a plomo. Mucha seguridad. Seguirá siendo por mucho tiempo zona de riesgo. Más ahora que las cinco torres se levantan como gigantes de acero y vidrio y concreto. 2,983 hombres, mujeres y niños fallecieron ese día, se lee en el folleto informativo. Ahora es parque controlado. Cuando estén funcionando todas las torres será parque abierto, sin restricciones. Hay que pasar arcos detectores como si se estuviera en aeropuerto. Cientos de policías vigilan. We will not forget (No los olvidaremos), se lee por todos lados. Narran la historia cuando terroristas de Al Qaeda tumbaron las torres gemelas. Exhiben fotos de cómo eran los edificios antes de los atentados. El nuevo complejo incluirá el parque conmemorativo y un museo en construcción. Espacios para sitios comerciales, la construcción del World Trade Center Uno será el edificio más alto de los Estados Unidos.

Y hacia el noroeste, en el pabellón del museo se encontrará el centro de operaciones de tránsito, diseñado por el gran arquitecto español, Santiago Calatrava. De fama mundial.

En el parque hay dos piscinas grandes. Nos acercamos. Gente que allí trabaja entregan folletos en tu idioma. Sometieron a concurso este parque. 5,201 propuestas de 61 países, y lo ganaron Arad y Walker. El consejo del parque conmemorativo, leo en una placa de la entrada, lo conforman gente de las artes y las letras, desde Robert De Niro y Billy Cristal, hasta el alcalde Bloomberg.

SUELO SANTIFICADO

Se camina y se rodea las dos gigantes piscinas con gigantes cascadas.

Han sembrado robles blancos de California. Estos árboles fueron seleccionados de las guarderías que se encontraban dentro de un radio de 500 millas de los tres lugares de los atentados. El simbolismo en toda su extensión. Sobrevivió sólo un árbol en esa zona (Survivor Tree). Lo cuidan como a la niña de sus ojos. Forrado está por mangueras de hule para no lesionarlo. Es quizá su árbol de la Noche Triste, como el que tenemos en México. Sobrevivió, y al pie la gente deja cartitas con mensajes. Leo uno. ‘No los olvidaremos’. Llega al pie un bombero joven. Lo ven con respeto. Quizá él no vivió en ese lugar ese día maldito, cuando el mundo no volvió a ser el mismo. Se respira paz Es terreno sagrado. Un camposanto como aquel suelo de Gettysburg, que el presidente Lincoln consagró y santificó a la inmortalidad, cuando dijo: “que estos muertos gloriosos nos infundan su devoción a la causa por la cual derramaron hasta la última gota de sangre”.

Como estos, de aquel septiembre de 2001.

OBAMA ONCE AÑOS DESPUES

Ayer, once años después de aquel 11 de 2001, el presidente Obama les dio uno de sus acostumbrados y sentidos discursos a la Abraham Lincoln:

“Cualquiera sea el número de años que pasen, la cantidad de veces que nos reunamos en este lugar sagrado, sépanlo, ustedes nunca estarán solos. Con su sacrificio, ellos nos ayudaron a hacer a Estados Unidos lo que es hoy; Estados Unidos salió fortalecido de la tragedia. Nada puede destruir lo que somos. Ningún acto terrorista puede cambiar aquello en lo que creemos. Cuando se escriban los libros de historia, lo que quedará del 11 de septiembre no será ni el odio ni las divisiones sino un mundo más seguro, un país más fuerte y gente más unida”.

MAÑANA. Segunda parte.

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