A las 6 de la tarde con 59 minutos del miércoles 21 empezó a sonar: tuuuu, tu, tutuuuu, tutuuu.
Era una alarma que todos los vecinos tuvieron que padecer, pero pensaron que pronto dejaría de sonar, porque el ruido que hacía era insoportable, de ésos que te ponen los nervios de punta y no te permiten pensar con claridad… que no te permiten vivir (era similar al ruido que produce el claxon de un coche cuando su exasperado conductor se pone a sonarlo sin ninguna consideración).
Pero no. Siguió machacando con su sonido infame y pasaron los minutos, las horas…
Para no hacérselas de emoción, la alarma estuvo gritando su advertencia inútil hasta las 3 de la mañana del jueves 22, ocho horas seguiditas con su constancia fiel pero importuna.
Obvio, los vecinos del fraccionamiento Montemagno y los de La Marquesa se volvieron locos esa tarde, esa noche y esa madrugada, porque ninguna autoridad pudo hacer nada para acallar el molesto ruido, para acabar con el infierno.
«Lo siento, señor, señora, joven, señorita, pero la policía no puede entrar a una casa sin un permiso judicial, aunque el sonido (de la casa) y la furia (de ustedes) sean totalmente incompatibles», respondían en los teléfonos de emergencia.
La alarma sonaba en una casa de la Avenida Moscú, la marcada con el número 91 exactamente, que ofrece para la renta la compañía inmobiliaria Leru.
Y sí, se ve que en Leru son buenos para el negocio de comprar, vender y administrar casas, no por nada han crecido tanto en todo el país, pero están muy poco preocupados por la tranquilidad de las personas que habitan cerca de los inmuebles que ellos promueven. Y eso lo digo porque la alarma de esa casa de la Avenida Moscú 91 que ofrecen en renta desde hace varias semanas se ha encendido muchísimas veces, siempre a deshoras: en domingos, en las madrugadas, por las mañanas muy temprano, cuando uno está haciendo otras cosas más agradables y tiene que dejarlas porque el ruido hace imposible cualquier función, humana o animal.
Y eso lo digo porque varios vecinos hablaron para quejarse de la alarma imprudente, y nadie de Leru hizo nada por ponerla en orden en ese más de un mes en que le echó a perder la vida a cientos de personas que tuvieron la mala suerte de vivir cerca de una casa que renta esa inmobiliaria.
Este jueves 22 muy temprano le llovieron quejas telefónicas al teléfono de Leru (812 22 60, por si alguien quiere insistir) de decenas de habitantes del rumbo de Montemagno, organizados por fin en contra de ese atentado a la paz social, y no es para menos porque varios de ellos enfermaron de los nervios.
El psicólogo estadounidense Dan Gilbert, investigador de la Universidad de Harvard, ha demostrado que las personas son infelices si no logran concentrarse en lo que están haciendo, y me pregunto quién podría concentrarse si tiene por horizonte auditivo ese sonido reiterado, penetrante, insondable… y si además lo tiene que soportar por días, semanas, meses.
Todos los vecinos ruegan que por fin los señores de Leru puedan rentar la casa de la alarma demoniaca. Piensan que así terminaría por fin su viacrucis y de esa manera podrían volver a tener una vida normal, como aquella que les ha robado Leru, con su falta de interés en lo que afecta a las personas.
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