Suele uno cometer errores, gazapos, diría un clásico, pero hay lectores que le componen la plana. Entro luego adonde no soy muy experto, penetro caminos sinuosos a los asuntos de la Biblia y los clericales, y encuentro citas que luego confundo. Como lo hace ver un lector:

“Buenas noches Sr. Gilberto, me comunico con usted de parte de mi papá, el cual siempre lee la opinión que usted escribe en el periódico El Sol de Córdoba. Y en la sección de hoy 29 de septiembre del 2016, que usted hacía mención del «salmo bíblico de Mateo», cabe aclarar que su cita está equivocada, Mateo no escribió ningún salmo, y la cita a la que hace referencia se encuentra en el Evangelio de Mateo. Por otra parte, felicidades por su sección, ya que mi papá la lee diario y le parece muy acertadas sus opiniones; saludos. Pablito de Mendoza del Angel”.

LOS AMIGOS CURAS

Tengo buenos amigos en los asuntos de Dios, pero poco se me pega. Los padres Alejandro Melchor, Marcos Palacios Cárdenas, Proceso Sebastián, el italiano Antolín Bernardi Castelán, y un tiempo el Obispo Marcelino Hernández Rodriguez, quien nos abandonó cuando el Papa Francisco lo cambió del Real Madrid al Barcelona, es decir, lo traspasó a Colima, donde también hay un volcán, pero no tiene un bello pico como el de Orizaba, y casi pienso que se aburre, porque aquí tenía buenos cuates en los afamados ‘juebebes’, aunque no bebíamos, comíamos y charlábamos. Recuerdo la primera vez que conocí la Plaza de San Pedro, en el Vaticano. El padre Melchor fue mi guía, me subió a un taxi en aquella gira donde se santificaba a Rafael Guizar y Valencia (octubre 2006), y me dijo, acompáñame. Mis ojos puros y castos no habían conocido esa majestuosidad y, en la noche, de repente entramos por la Vía de la Conziliatione y oh señor, aquello era de admirarse, en la noche estrellada, con las luces y con todo el esplendor donde han reinado mas papas que presidentes priístas, se incluye a Peña Nieto, el último de los mohicanos. Ahí estaba, frente a mí, la gran Plaza de San Pedro, enteramente proyectada por Gian Lorenzo Bernini entre 1656 y 1667. Donde Wikipedia asegura que han sido 265 papas, desde el primero y famoso San Pedro, cuando el Patrón le encargó edificar la Iglesia: “Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18)”. Andar por los caminos enseña mucho, escribió Juan Rulfo en ‘El llano en llamas’, el padre nos sirvió de guía, a Paco Martínez, el Loret de Mola de Televisa Xalapa, y a un compadre del mismo Cura. Caminamos los caminos de Roma, porque todos los caminos conducen allí, dice la sentencia. Con traductor de lujo, pues Melchor había estudiado de seminarista y el italiano se le daba, nos fuimos al Trastevere (atrás del rio), pegado al rio Tiber, de allí viene su nombre a ese barrio que es el décimo tercero de Roma (Su nombre viene del latín trans Tiberis, «Tras [el] Tíber») y entramos a un restaurante llamado La Bruschetta, donde hacen las pizzas delgaditas, muy a la italiana. Años después en otro viaje busqué ese mismo restaurante y no lo encontré. Mi despiste es así. Karina se burlaba de mí por mi mal GPS. Dentro del mismo había una flota veracruzana, el postor de la causa de Guizar y algunos curas que mataban el hambre, como nosotros. No hay nada como llegar a una ciudad con un guía de lujo que ya la conoce. En la Roma de Los amantes deben aprender, y del Al di la de Emilio Pericoli, y de las motos Vespa, inventadas allí, y de Marcelo Mastroiani, Sophia Loren, Vittorio Gasman y Claudia Cardinale. Una noche por una de esas calles, donde al pie en las amplias banquetas pululan los restaurantes de carnes y pastas y vinos, había un festival de cine. Y las fotos de esas estrellas relumbraban, en la Roma de los emperadores. En esa Roma de tres milenios y casi tres millones de habitantes, donde un tiempo fue un imperio, pero de los de a deveras, allí cada que camino, cuando regreso, recuerdo aquella primera vez que la conocí y mi memoria me lleva a ese año de octubre de 2006, el mes de las lunas más hermosas, cuando vivimos un viaje de esperanza y ensueño. Luego nos fuimos a Nápoles y a Capri, pero esa es otra historia, para otro día de recuerdo. Parte de esto es lo que recuerdo, hace diez años, en un relato que parece ser fiel a mi memoria, aunque, como dijo Benedetti: “No vayas a creer lo que te cuentan del mundo (ni siquiera esto que te estoy contando) ya te dije que el mundo es incontable”.

Al escribir suelen cometerse errores. Gazapos que los lectores corrigen, gracias a ellos aprendemos también y el recuerdo, oh los recuerdos, nos llevan a otros sitios relacionados.

OTRO CORREO DE UN SEMINARISTA

Buenas noches señor Gil, soy un atento admirador de sus columnas. Soy un ex seminarista de Xalapa y lo empecé a leer por recomendación de mi entonces Rector. Actualmente soy filósofo, trabajo en una prepa en Córdoba y se me ocurría invitarlo un día a qué nos dé una charla a los alumnos de 5 semestre. Que nos hable de sus columnas, sobre su experiencia, etc. Se lo pido con todo respeto. Le dejo mi celular por cualquier cosa. Armando Jiménez, a sus órdenes.

Visítenos: www.gilbertohaazdiez.com