Es el actor con más películas en la historia del cine planetario. Sólo en formato de 35 milímetros superó, según sus cálculos, los 320 filmes.
Esos números harían palidecer incluso, si estuviera vivo, a figurones del cine de la talla de John Wayne, a quien se le adjudican participaciones en poco más de 170 cintas, atrás y muy lejos de Mario Almada (Huatabampo, Sonora, 7 de enero de 1922 – 4 de octubre 2016).
Durante los años 70 y 80 se convirtió en uno de los actores más famosos y populares del cine en los países de lengua castellana, especialmente de América Latina. A unos días de que celebrara su cumpleaños 91 decidimos visitar a esta leyenda viva del cine mexicano en su casa de Cuernavaca.
Queríamos conocer su secreto de longevidad, si es que tenía alguno. También, de su propia boca, la historia de su caprichosa llegada al mundo del celuloide y los 24 cuadros por segundo.
Pero, más que cualquier otro asunto, queríamos saber si Mario Almada tenía una teoría que nos ayudara a entender por qué el México narco, el México violento, sangriento y de gatillos ligeros que retrató en tantas y tantas de sus películas, dejó la pantalla para transformarse en esa convulsa realidad que agobia a buena parte del territorio nacional.
Casi nos respondió todo. Don Mario es prudente cuando se trata de hablar de la violencia en el país. A los fotógrafos no les dio mucho tiempo para el shooting. Fue amable en todo momento, pero al final se mostró un poco impaciente. Lo esperaban en otro lado. Qué bueno que esté ocupado. Acá la charla:
-¿Cómo está?, ¿cómo se siente?
-Gracias a Dios muy bien, apto para seguir trabajando. El 7 de enero cumpliré 91 años.
-¿Cuál es su secreto?, se ve muy bien…
-El secreto es no sufrir mucho en la vida, un poco de “me importa poco”. Y cuidarse bien, uno es quien siempre debe cuidarse.
-¿Con quién vive en Cuernavaca?
-Con tres de mis hijos. Mi hijo Marcos, aquí presente, con mi hija Lety y mi hija Paty. También tengo un hijo en Sonora, Mario Almada se llama, pero es el Jr. Su hermano Fernando fue importante para su carrera, ¿dónde está él?
-Pues sí, fuimos una pareja que duró muchos años, nomás que él ya se retiró. Vive en Hermosillo y no quiere saber nada del cine. Nos han querido volver a juntar, pero él dice que ya no puede. Creo que anda malo de una pierna, que le falla la memoria.
-Despeje dudas, don Mario, ¿en cuántas películas ha participado en su carrera?
-Mi nieto Jerónimo me trajo el recorte de un periódico que dice que estoy en el libro de récords Guiness como el actor que más películas tiene en el mundo. Como 320. Muy lejos me siguen John Wayne, Bety Davis, Micky Rooney.
Marcos Almada, hijo de don Mario, y él mismo productor, director y guionista de cine, interrumpe a su padre por un instante para explicar que las poco más de 300 películas de las que habla son sólo las que realizó en formato de 35 milímetros. Si se suman los videohomes y las películas para televisión y video, la cifra superaría las 600 producciones.
-“Fueron muchas más, y creo que más de mil”, le corrige su padre. El asunto es que nadie tiene el dato. Nadie llevó un registro, y ahora es imposible garantizar precisión total en esas cuestiones.
-¿Cómo entró al cine?, entiendo que fue por accidente…
-Llegué de Sonora a la ciudad de México en 1960, para trabajar en el mejor cabaret que, indudablemente, ha habido en México: El Señorial. Era de mi padre, Ricardo Almada. Ahí se presentaron grandes figuras internacionales, como Sammy Davis, Nat King Cole, el Tropicana de La Habana, el Copacabana de Brasil. Era el mejor lugar en la capital, en serio.
-¿Y qué pasó con el cabaret?
-En aquella época estaba (Ernesto P.) Uruchurtu como regente de la ciudad, y nos tuvo un año sin darnos la licencia. Mi papá perdió mucho dinero por eso. Después, nos dio permiso de operar de las 11 de la noche a la una de la mañana, cuando apenas a esa hora empezaba a llegar la gente. Total, por todo eso tronó el negocio. Yo me iba a regresar a Sonora, pero mi hermano me dijo: “¿Para qué te vas?”. “Ya no tengo nada que hacer aquí”, le respondí: “¿Cómo no?”, me dijo: “Mira, vamos a hacer una película, se llamará Nido de águilas”.
Él (su hermano Fernando Alamada) ya había hecho cuatro o cinco películas y me pidió que fuera el productor. Hicimos Nido de águilas, luego se presentó otra película, Los jinetes de la bruja, que era simpática, bonita, yo iba a hacerme cargo de la producción.
-Ahí es cuando ocurrió un accidente, ¿no?
-Sí. Bruno Rey tenía un papel pero se volteó en un carro y casi se cercenó el brazo. No había dinero para contratar a otro actor, y Fernando y el director, que era Vicente Oroná, me dijeron: “Oye, Mario, pues hazlo tú, son nomás tres días, no está difícil”. Y la hice de maloso, matando títeres del diablo.
Cuando veíamos las tomas, un editor que trabajaba con nosotros me dijo: “Oye, Mario, qué bien funciona tu voz y qué buena facha tienes; síguele, la vas a hacer”. Y ahí empezó mi carrera.
-La primera frase de Mario Almada en el cine fue: “Cállate, muñeco del demonio”. Era 1966. En Los jinetes de la bruja, Mario Almada se integró a un reparto que incluyó a Kitty de Hoyos, Dagoberto Rodríguez y a Enrique Álvarez Félix, entre muchos otros. ¿Qué siguió?
-Después vino Todo por nada. Yo estaba como productor, pero ni David Reynoso ni Eric del Castillo quisieron entrarle porque estaban ocupados. El director me dijo que hiciera el papel. Se vinieron las Diosas de Plata y me gané con esa película la de revelación del año en mi primer estelar. Poco después hicimos El Tunco Maclovio (estelarizada por Julio Alemán). Con el papel que hice en esa película, me gané otra Diosa de Plata, como mejor actor coprotagónico.
-¿Dónde filmaban?, en sus películas todo se veía muy seco, árido…
-En Durango, en Sonora, la mayor parte en la frontera. Muchas las hicimos en Brownsville, Texas, como La banda del carro rojo y Siete en la mira.
-Críticas contra sus películas nunca faltaron, ¿cómo define el cine que hizo?
-Era un cine para todo público, en primer lugar. Incluso los niños nos reconocían. Era entretenido, tenía corazón, sentimiento. El cine de hoy es muy frío. Antes se conmovía la gente con las películas. Cuando me mataban en Todo por nada, el público, las mujeres, lloraba. Ahora la gente ve las películas y no pasa nada.
Esa que hice, El infierno, es muy buena película, muy dura, pero pues… como que algo le falta.
-El infierno es una cinta de denuncia, sobre corrupción, impunidad, crimen organizado… ¿Usted con su cine pretendía hacer ese tipo de denuncia?
-No nos metíamos mucho en política, eran historias blancas, bonitas, algunas incluso eran películas para niños. Ahora es muy diferente, nomás mira los títulos, quesque Y tu mamá también… ¿qué es eso?
-La violencia que se veía en muchas de sus películas terminó volviéndose realidad en muchas partes de México… ¿Por qué cree que se extendió tanto esa violencia?
-Pues… no creo que haya sido por el cine, ¿no?
-Seguramente no, pero ¿por qué cree que haya ocurrido?
-Por la ambición de poder, por la ambición por el dinero.
-¿Cree usted que todo en la vida debe ganarse con trabajo?
-Sí. Yo fui agricultor. Cultivaba verduras, trigo, linaza, ajonjolí, tomate, chiles… de todo. Los jóvenes de hoy quieren todo fácil. Entrarle al trabajo no es sencillo. Ser agricultor está difícil. Imagínate, con 52 grados de calor, tener que descargar un camión para quitar una llanta ponchada y arreglarla. Ya los quisiera ver. Fueron 40 años de eso. Ahí me forjé, ahí supe lo que es la vida. Ahora todo lo quieren fácil.
-En algunas partes de México ser narco es una aspiración, ¿por qué?
-Yo no lo veo así pero, si ocurre, creo que es por la vida que lleva la gente. Los padres, los abuelos, no guían bien a los muchachos, los dejan que hagan lo que les da la gana, no se preocupan por ellos. Todo generó un relajo que terminó en lo que vemos hoy.
-¿En qué se inspiraban su equipo y usted para hacer sus películas?
-Mi hermano y yo nos criamos en el campo, y todo el tiempo escuchábamos historias, especialmente de un mayordomo con quien acostumbrábamos comernos unos elotitos. Él se la pasaba contándonos una bola de leyendas. De ahí sacamos nuestras historias.
-¿Por qué hay tanta violencia en el país?
-Pues no sé, la verdad no me gustaría platicar de esto porque se mete uno en problemas, tengo familia, me vale más no decir nada.
-¿Alguna vez conoció a un narco famoso?
-Conocí a Rafael Caro Quintero. Mi hermano y yo estábamos cantando en un bar en Guadalajara. Caro Quintero nos mandó llamar para invitarnos una copa, quería que nos tomáramos una cerveza con él. Me dijo quién era. Yo no tenía idea de con quién estaba hablando. Pero pronto me enteré. Nunca lo volví a ver en mi vida. Recuerdo que era un tipo simpático.
-¿Cómo quisiera ser recordado?
-Como lo que soy, como un buen padre de familia, como un buen abuelo. Me he portado bien toda la vida, no he matado a nadie ni le he robado a nadie. La mía ha sido una vida limpia.
-Ha vivido mucho, ¿qué le parece que es lo más importante en la vida?
-Le recomendaría a la gente que siempre sienta lo que hace. El que no siente lo que hace, no logra nunca que la gente sienta con lo que hizo. Se trata de sentimiento.
-¿Cómo le fue económicamente con el cine?, ¿está bien de dinero hoy?
-Me fue bien, no demasiado bien, pero pude comprar una casa a cada uno de mis hijos y me compré la mía. Heredé en vida. Ahora el dinero se acabó, y quiero seguir trabajando. Puedo hacerlo, estoy completo, no me falla nada, ni la memoria; me muevo bien. A ver si en Televisa me dan chamba.
-¿Con quién hubiera sido su sueño actuar?
-Con Clark Gable.
.Hubiera podido quitarle la chamba…
-Ja, ja… quizá.