Todavía ni rebasaba el escribiente los dos años de edad y Bob Dylan (Robert Allen Zimmerman, Duluth, Minnesota, 24 de mayo de 1941) ya estaba sacando al mercado su primer sencillo ‘Mixed up Confusion’, y en 1964 cuando el cuarteto británico de The Beatles visitaron por primera vez la Unión Americana, la primera recomendación que le hizo Paul McCartney a John Lennon antes de que pisaran suelo estadounidense fue de que pusiera mucha atención en un rockero rebelde que empezaba a sonar mucho en la radio por las letras contestatarias de sus canciones, letras que, entre paréntesis, rayaban entre lo revolucionario, la libertad, la protesta social y el llamado a la paz mundial. La guerra de Vietnam estaba en todo su apogeo.
Recuerdo que escuché por primera vez a Dylan allá a finales de los años sesenta. El oído musical ya se me estaba educando y me empezaba a gustar las canciones en inglés, más allá de lo que dominaba la radio en español por aquellos días, recuerdo entre otros a Leo Dan y a Estelita Núñez, eran los tiempos del ‘Notitas musicales’, que era una publicación que muchos de ustedes recordarán y que no podía faltar entre la literatura popular que se acostumbraba en las casas de México. No exageraría si digo que esta y Tele-Guía eran de las publicaciones que más se leían en aquellos dorados años de la inocencia.
Por ahí ya se empezaban a escuchar con mucha insistencia el cuarteto de Liverpool y sus primeros éxitos, y Simon and Garfunkel con sus ya clásicas ‘Los sonidos del silencio’ (The Sounds of Silence, 1964) y Señora Robinson (Mrs. Robinson, 1968) que, más allá de sus letras en inglés por supuesto, tenían un sonido que atraía, sonaban a algo diferente, luego aún muy chavo pude ver El Graduado con Dustin Hoffman y el señorón maduro de Anne Bancroft, y pues quedé seducido para siempre por ese gusto musical, pero en todo esto que fue como un iniciación de oídas a la música –porque jamás aprendí a tocar un instrumento-.
Pero centrándonos en el tema de Bob Dylan, este hombre tenía algo diferente que sonaba tanto en la lírica de sus letras como en su música. Y uno de los mejores ejemplos tal vez sea esta composición: La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento (The answer, my friend, is blowin’ in the wind), que es una idea tan sencilla pero expresada bellamente que era como decir aquello de ¡no preguntes por quién doblan las campanas, están doblando por ti!, cuestión de sensibilidades pero a mí me sonaba como poesía pura.
Bob Dylan fue la gran inspiración de otros poetas musicales, desde Joan Báez, el español Luis Eduardo Aute con ‘Sus rosas en el mar’ cantada inmejorablemente por Massiel, pero también en la lista habría que agregar a figuras legendarias de la talla de John Lennon y Paul McCartney; Cat Stevens, Carole King, James Taylor, John Denver, Willie Nelson e inclusive Sting, pero me tal vez me esté quedando corto, porque además Dylan ha abarcado muchos géneros, desde el folk, rock, country, góspel, blues, sin dejar de mencionar que se notan en sus composiciones –y en su mismo estilo de cantar- notas inconfundibles de cánticos hebreos plenos de religiosidad.
No quiero hacer un recuento de sus innumerables letras y canciones, lo único que puedo decir es que Bob Dylan ha musicalizado poemas de una bellísima inspiración, algo que todos podríamos tener en la punta de nuestra lengua pero que no alcanzamos decir de la mejor manera. Por qué quién no soñó alguna vez en su vida en cantarle a la libertad, en condenar la guerra, las injusticias, la esclavitud, la soberbia, el sobajamiento de los derechos humanos, etc. Todos soñamos alguna vez con decir esas cosas y todavía mejor, expresarlas de una forma poética y cantarlas.
Con el premio Nobel concedido al maestro Bob Dylan, la academia sueca que estudia a quién premiar definitivamente se olvidó de que la literatura va más allá de la letra, tinta y el papel y de que, por el contrario, había que premiar la poesía cantada. Aquí le dejo el primer fragmento de su ya clásica ‘Like a Rolling Stone’: Hubo una epoca en la cual te vestías muy bien/arrojabas una moneda a los vagos, en tu plenitud./¿No es verdad?/La gente te advertia:»Ten cuidado, muñeca, puedes caer»/pero tu pensabas que todos ellos estaban bromeando./Acostumbrabas reírte de todos aquellos que andaban por ahí/ahora ya no hablas tan alto/ahora no pareces tan orgullosa/de tener que mendigar tu siguiente comida./¿Como se siente?/¿Como se siente?/Estar sin hogar como una completa desconocida/como una piedra que rueda.
El Nobel concedido a Bob Dylan me complace plenamente y, me parece, que fue concedido en estricta justicia al poeta más que al cantautor.
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