El próximo domingo 6 de noviembre hay elección por la presidencia de Nicaragua. No hay duda de que va a ganar, es su segunda reelección, Daniel Ortega, que tiene una intención de voto de 60 por ciento. Lo que había de oposición, con alguna fuerza, fue descabezada por los sandinistas el pasado junio. Ahora sólo quedan partidos títeres que sirven de comparsa, para legitimar el proceso.

En 1979, a la caída de la dictadura somocista, la conducción del país la asume un grupo de nueve comandantes, tres por cada una de las tendencias del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). En 1985, Ortega es elegido presidente y gobierna hasta 1990.

Violeta Chamorro, de la Unión Nacional Opositora (UNO), gana las elecciones y permanece en el cargo de 1990 a 1997. Le sucede Arnoldo Alemán, del Partido Liberal Constitucionalista (PLC), que gobierna de 1997 al 2002. Enrique Bolaños, del mismo partido, es quien le sigue en el periodo del 2002 al 2007.

Después de 15 años, los sandinistas se hacen una vez más de la presidencia con la victoria de Daniel Ortega, que gobierna del 2007 al 2012. En el 2011, la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, en manos de Ortega, resuelve, en contra de la Constitución, que éste se reelija para el periodo 2012-2016. En el 2014, la Asamblea Nacional, en poder de los sandinistas, reforma la Constitución, y aprueba la reelección permanente.

En junio del 2016, la Corte Suprema, para facilitar la reelección de Ortega, quita a Eduardo Montealegre la dirección del Partido Liberal Independiente (PLI), que entrega a Pedro Reyes, títere de Ortega, quien exige obediencia a los 20 diputados del PLI. Sólo cuatro se sujetan y los otros 16 son destituidos por el Tribunal Electoral (TE), también en poder de Ortega, a petición de Reyes.

La estrategia de Ortega es eliminar, bajo cualquier circunstancia, una real oposición, por pequeña que sea, y alimentar a partidos satélites. Se asegura que la oposición no vaya a crecer como en Venezuela. El pasado 31 de julio, para afianzarse en el poder, nombra como compañera de fórmula a Rosario Murillo (Managua, 1961), su pareja. La decisión de Ortega, dice el periodista Carlos Fernando Chamorro, “revela el rostro puro y duro del autócrata”.

Ahora, el modelo que implementa Ortega es una mala imitación al que desarrolló el PRI en sus mejores tiempos. Mantiene una alianza clara y decidida con la burguesía nacional, a cambio de que no aspiren al poder político, y también con los diversos sectores populares que están coorporados al partido. A los que mantiene cercanos mediante dádivas y concesiones. Ahora no se ve cuál puede ser el camino, para que la oposición crezca. La tiranía, por lo pronto se consolida.

Twitter: @RubenAguilar