El descubrimiento de una segunda subestructura al interior de la pirámide de Kukulkán, ubicada en la zona arqueológica de Chichén Itzá, en el sureste mexicano, abre la posibilidad de profundizar en los estudios sobre el periodo en el que vivieron los llamados Mayas puros.
Utilizando una tecnología diseñada por científicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), jamás utilizada en otra parte del mundo, se pudo determinar que esta segunda subestructura tiene una altura de más 10 metros.
La investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Denisse Lorenia Argote Espino, detalló que el “hecho de vislumbrar la presencia de está estructura nos estaría hablando de un asentamiento muy original, por decirlo así, de mayas puros”.
En conferencia de prensa, detalló que “en el caso de los Mayas puros estamos hablando de un grupo social originario de la península de Yucatán sin influencias externas”.
Esto significa que no tuvieron la influencia de las poblaciones del centro de México, “se conoce por los vestigios que ésto llego alrededor del 800 D.C”.
Por su parte, el investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, René Chavez Segura, explicó que este descubrimiento realizado a través de la tomografía eléctrica tridimensional, “es como las muñequitas matrioskas; de la grandota sacamos otra y otra y otra”.
Al respecto, la investigadora Argote Espino explicó que las culturas antiguas no destruían sus estructuras, sino que construían sobre ellas, porque son sitios sagrados.
Abundó que eran considerados “ejes cósmicos; son lugares en lo que los gobernantes o los sacerdotes estaban en contacto con los otros planos espirituales, por lo tanto no pueden ser simplemte destruidos”.
Respecto de la tecnología empleada, el responsable del proyecto, Chávez Segura, señaló que “una novedad es que utilizamos electrodos planos en una zona en donde no se puede clavar o hacer algún tipo de obra porque, se puede decir, que todo el suelo de Chichen Itza es sagrado”.
Finalmente detalló que este proyecto, con el apoyo de la UNAM, “costó, en los dos años que oficialmente duró, medio millón de pesos aproximadamente”.
Los especialistas señalaron que en una intervención anterior se determinó que debajo de esta pirámide se encuentra un cuerpo de agua, sobre el que se fueron erigiendo las distintas etapas de la misma.
En el evento estuvieron presentes también los investigadores de la UNAM, Andrés Tejero Andrade, Gerardo Cifuentes Nava y Juan Esteban Hernández Quintero.