En algunas dependencias estatales nunca habían dejado de pagar los las quincenas a sus empleados como ahora que vivimos en el colapso del gobierno tricolor; es el símbolo del caos y el fracaso de un régimen que hizo todo tan perfectamente para fracasar y hundirnos en el desastre. Para los trabajadores estatales es un golpe brutal, paralizante, que no esperaban ni conciben; reaccionan con estupor y rabia, protestan y se movilizan, en mucho espontáneamente pero también con el obligado concurso de sus sindicatos, cuyos dirigentes son, de muchas maneras, copartícipes de esta grave situación.
Vamos rodando sin freno al fondo de un abismo de crisis social cuyas consecuencias es difícil imaginar; lo impensable está ocurriendo: Ayuntamientos cerrados, hospitales parados, escuelas sin clases, calles bloqueadas y el enojo social generalizado. Estamos en un Veracruz inundado de problemas y sin gobierno real donde la gente tiene que cuidarse por si sola. La cadena de problemas crece y se extiende, brinca de lo económico a lo político y termina siendo social, con incidencia en la vida pública. Al ambiente enrarecido y de enojo se le enmarca con la violencia generalizada; se han roto límites y contenciones a la delincuencia, que aprovecha el río revuelto y la falta de instituciones que funcionen.
Ante este cuadro caótico y nocivo para Veracruz hay que señalar responsabilidades directas e indirectas, teniendo claro que se realizaron actos lesivos para la colectividad por acción u omisión; no se pueden deslindar a los diputados salientes que aprobaron cualquier cosa al ejecutivo y contribuyeron decisivamente al actual estado de cosas, como tampoco al partido oficial que consintió las medidas absurdas del gobernador Duarte. Igualmente están las élites económicas, las invitadas al banquete del poder y las que se quedaron sin invitación, cuyo silencio y falta de valor cívico cooperó con el actual desenlace. Antes de cuestionar a la actividad política en si misma por la desastrosa gestión del desfalleciente gobierno estatal habría que repensarla, rescatarla y darle un distinto rumbo.
Es correcto el llamado a la unidad veracruzana para hacer frente a la crisis. Solo juntos, sin confusión y mezquindad, podremos salir adelante. Son mayúsculos los retos que heredan el nuevo gobierno y a la alternancia que parece suicida asumirlo, sin embargo todo se destapó, en gran medida, por la liberación de los medios y la preeminente labor de las redes sociales. Ocurrido eso, la derrota del tricolor fue de trámite. Sabido eso, queda al gobierno federal la toma de posición federalista, solidaria y responsable; somos federados, pedimos y exigimos, tenemos una porción de derechos pero hay que darle viabilidad a los esfuerzos democratizadores.
Participar en el gobierno de la alternancia es un imperativo ciudadano, ético y democrático; nunca se había justificado estar ahí como ahora, en una situación de emergencia, con un ambiente de crisis donde es secundario el partidismo así como los proyectos personales. Para la sociedad, las fuerzas políticas y el nuevo gobierno no va a ser fácil comprender y actualizarse en una coyuntura tan reciente y devastadora como la que estamos pasando, una auténtica pesadilla. Las crisis sacuden y enseñan, exigen cualidades especiales, de las ocultas por ahí, de fuerzas renovadas para encarar retos mayores; debemos demostrar que tenemos los valores y la entereza para superar este trago amargo, la tormenta tricolor, y salir adelante.
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Recadito: Cuando el barco se hunde y todo mundo salta, el gobierno se preocupa por el color de los manteles.