A escasas dos semanas del triunfo de Donald Trump, el recelo latente en la comunidad internacional se ha transformado en verdadero miedo. Cada día transcurrido de entonces a la fecha, las declaraciones del virulento magnate, han generado en propios y extraños, la certidumbre de que se avecinan tiempos muy difíciles. La personalidad jactanciosa e intolerante del inminente inquilino de la Casa Blanca, no deja lugar a dudas: No está dispuesto a aceptar otra visión del mundo que no sea la propia, ni otra forma de alcanzar sus propósitos que no sea la intimidación violenta. A ver cuánto le dura.
Por lo pronto, su inesperado triunfo que dejó a la sociedad estadunidense dividida, ya apunta hacia el fortalecimiento de anacronismos que se creían superados: el racismo, la intolerancia, la discriminación, y una tendencia clara hacia el fascismo, como lo muestran sus primeras designaciones para integrar su gabinete de gobierno: perfiles conservadores radicales, fanáticos del Destino Manifiesto e incluso un promotor convencido de la supremacía de la raza blanca, cuya nutrida organización ha festinado públicamente el triunfo del republicano con el brazo en alto y vociferando Heil Trump, de infausta memoria para el mundo entero.
Una auténtica pesadilla es lo que estamos empezando a ver, y nadie sabe hasta adonde ésta podrá llegar. Lo que sí sabemos es que en adelante el mundo entero vivirá pendiente del desempeño de un perturbado que quiere gobernar al mundo desde la oficina oval. Suena disparatado, pero es verdad.
Ante este estado de cosas, el sentimiento de la gran mayoría de los mexicanos es de urgencia. A pesar de las enormes diferencias entre la población, hay una coincidencia que nos iguala: de que ante todos los males que se nos vienen, es preciso actuar con habilidad, rapidez y de forma coordinada si queremos sortear o por lo menos salir menos raspados, frente a la secuela de acoso, presión y maltrato que se avecina con el arribo de Trump a la presidencia de Estados Unidos, el próximo 20 de enero.
El gobierno de México, quiero suponerlo, ya debe estar preparándose para lo que viene. Sus estrategas y especialistas deben tener ya contemplados los posibles escenarios para México, ante las reiteradas amenazas de Trump de deportar a millones de nuestros paisanos; la construcción de un muro, pagado por México, a lo largo de la extensa frontera compartida; y la renegociación del Tratado de Libre Comercio para América del Norte, TLCAN que Trump considera tremendamente perjudicial para su país.
Todo esto que señalo, que ya debe estar sucediendo, no lo sabemos a ciencia cierta los mexicanos, prevaleciendo por ello una fuerte incertidumbre en la población, y un animo a la baja, muy negativo para enfrentar lo viene.
Una medida del gobierno mexicano, la única visible, ha sido difundir un video de orientación a la población migrante indocumentada que vive y trabaja en los Estados Unidos, en donde aparecen la canciller Ruiz Massieu y los cónsules de México en aquel país proporcionando información general de qué hacer y qué no hacer, y adonde llamar en casos de emergencia. Una medida menor, si consideramos el peligro mayor que corren los indocumentados mexicanos en aquel país, además una medida ineficiente, ya que puestas a prueba las líneas telefónicas proporcionadas, las más de las veces no contestan.
A nivel nacional, algunos miembros del gabinete se han pronunciado de forma escueta, en temas de economía, enfatizando las buenas acciones del gobierno en esta materia, pero la gente solo ha escuchado ruido, viendo la paridad del peso respecto al dólar disminuir ostensiblemente. No ha recibido un mensaje claro y propositivo del gobierno, a pesar de que todas las noticias en los medios y las redes sociales anuncian un inminente desastre para México.
Urge una muestra de liderazgo real, que llame a los mexicanos a la unidad nacional por México; que dé cabida y atención a toda la infraestructura social del país, la institucional y la ciudadana, reconociendo a los liderazgos naturales que podrían construir redes de apoyo en todos los segmentos de la población, para, por ejemplo, impulsar al consumo de productos nacionales; una forma de hacer crecer nuestra economía y beneficiar a los segmentos más débiles: los pequeños productores, comerciantes, artesanos, y todos los que integran la cadena productiva. En vez de ello, el esquema de actuación sigue siendo el mismo, como si nada pasara. Prueba de ello es el reciente “Buen Fin”, que logró el endeudamiento a muchos plazos de la gran masa empobrecida que hoy somos la mayoría de los mexicanos, beneficiando a las empresas trasnacionales que operan en nuestro país. Como si nada pasara.
Ha faltado un mensaje decidido y claro del presidente de México, convocando a la unidad nacional para fortalecer a nuestro país; con indicaciones precisas sobre lo que nos conviene hacer y lo que nos conviene evitar. No somos críos, pero en una situación de inminente riesgo, el liderazgo nacional debe manifestarse y actuar en consecuencia, es decir, ejercer ese liderazgo, la razón de ser y estar a la cabeza del gobierno.
Una convocatoria nacional, por todo lo alto, respaldada por toda la infraestructura pública y privada, por los medios de comunicación, que también obtendrían beneficios con la mejora de la economía local; una convocatoria a la unidad nacional por México que nos haga sentir fuertes y nos motive a ser mejores en lo que hacemos. Nada de eso está ocurriendo y en medio del tragicómico “Ahí se va” que nos caracteriza, el tiempo sigue transcurriendo.
Que nadie se llame sorprendido si el Tsunami que se nos viene desde el país del norte, provoca mayor violencia social de la que hoy tenemos y nos lleva a situaciones inmanejables en donde todos saldríamos perdiendo. Sería muy lamentable.
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