Una de las tempranas lecciones derivadas de la crisis múltiple que estamos viviendo, que empeorará con la llegada de Donald Trump, es que tenemos que aprender a funcionar a pesar de las dificultades y los obstáculos. Aprender a sortear los malos tiempos y buscar transformarlos en menos malos. Y conste, que no se trata de repetir frases optimistas carentes de realismo, sino de encontrar la convergencia acertada que nos evite ser arrollados por una crisis de gran calado.
En unas cuantas semanas, Trump podría lanzarnos las tres iniciativas anunciadas: la renegociación (quizá derogación) del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la deportación masiva de miles de inmigrantes indocumentados y la construcción de un muro fronterizo, con cargo a nuestro país. Las tres son acciones relativamente sencillas para un país tan poderoso como Estados Unidos frente a una nación débil y empobrecida como México.
Un panorama siniestro, que nos obliga a pensar en cuáles son las fortalezas de México en las que nos debemos apoyar, para evitar caer en el precipicio de la ingobernabilidad, del estallido social, del río revuelto para beneficio de unos y desgracia de las mayorías, o incluso en un autoritarismo impuesto desde el exterior, cercano a Washington y ajeno a los mexicanos.
El caso de Veracruz es un claro ejemplo de cómo un caldo de cultivo proclive a los excesos y a la impunidad, pueden dañar hasta lo indecible, la moral y la confianza de un pueblo hacia sus instituciones y gobernantes. Las demandas desesperadas de la gente que no ha recibido su paga, ha tenido que expresarse a cielo abierto, en la calle, en la plaza pública, con bloqueos, plantones, quema de vehículos, etc. atropellando los derechos de los demás, sin que haya habido una autoridad capaz de imponer el orden. Una evidencia clara de ingobernabilidad, que si no ha llegado a más, es porque en unas horas más tomará posesión el nuevo gobierno, que hereda una peligrosa bomba de tiempo que habrá de desactivar con mucho talento y habilidad.
Menciono a Veracruz porque ser el caso extremo, pero la corrupción y los excesos de malos gobernantes también se han dado en otras entidades, y mientras sus delitos sigan impunes, el ejemplo, igual, seguirá cundiendo, haciendo casi imposible pensar en un actuar conjunto, de pueblo y gobierno frente a la crisis que se nos viene.
En tiempos difíciles, cuando falta el dinero y las necesidades de la sociedad siguen creciendo, es preciso identificar nuestras fortalezas como pueblo, antes de empezar a actuar. En el caso de México, su principal riqueza es el capital humano, con educación formal o sin ella. Nada más falso que aquella vieja imagen de un indio durmiendo recostado en un nopal, que pretendía mostrarnos como flojos e indolentes por naturaleza.
Por el contrario, el mexicano es un pueblo trabajador, cumplido, responsable, esforzado y si mucho me apuran, añado que talentoso, creativo e innovador. Prueba de ello es que cuando sale a trabajar al extranjero, se significa por su empeño y esmero. ¿Por qué no ocurre lo mismo cuando se queda en nuestro país? Porque aquí impera el “Ahí se va”, el “Y a mí qué” y “El que no transa no avanza” es decir el mexicano en su propio país, actúa siguiendo actitudes disfuncionales, que lamentablemente son las que imperan.
Sortear la crisis que se nos viene, que se sumará a nuestra añeja crisis de pobreza, desigualdad, corrupción e impunidad, requerirá de entrada, de un cambio de premisas: hacer más con lo mismo o incluso con menos; significará también el reconocimiento expreso a la experiencia y el buen oficio en el quehacer cotidiano, y un esfuerzo real en cada uno de nosotros por ser cada vez mejores
Por ello el mayor reto que tenemos los mexicanos, con Trump o sin él, es rescatar lo mejor del mexicano, como una fuerza nodal que nos impulse hacia nuevos y mejores estadios, que generen beneficios tangibles para el individuo, su familia y la sociedad en su conjunto.
No es una receta nueva, pero ahora, la contundente amenaza de Trump, nos obliga a pasar de la tesis a la acción consecuente. El primer paso es el ejemplo y corresponde al gobierno darlo, con una conducta honrada y comprometida a carta cabal, que restaure gradualmente la confianza de la gente en las instituciones y el gobierno. El segundo paso, es la cercanía del gobierno con la ciudadanía, pero no como ahora ocurre, solo en tiempo de elecciones, sino en el día a día de la vida cotidiana. Una cercanía que produzca resultados tangibles y beneficios para ambas partes.
Los socios estratégicos del gobierno en esta tarea de acercamiento y recuperación de lo mejor del capital humano, son justamente quienes ejercen una función de liderazgo en la comunidad: los maestros, las organizaciones vecinales, los sindicatos, los clubes de servicios, las ligas deportivas, los voluntariados, las agrupaciones cívicas, culturales; un catálogo extenso de liderazgos comunitarios, que están ahí y que pueden aportar mucho si se les motiva y si se les articula en torno a un proyecto colectivo de beneficio para México.
Con estos dos ingredientes: comprometido y honrado desempeño como ejemplo y cercanía con la comunidad, el gobierno empezaría a restaurar la confianza de la gente, motivándola a desarrollar sus mejores cualidades: talento innovador, conocimiento, experiencia, compromiso y lealtad en torno a la causa superior que es fortalecer a México en tiempos de severa crisis. ¿Será posible?
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@RebeccArenas