Toca a los ciudadanos organizarse, no hay de otra Reb
La crisis de proporciones mayores que hoy vive Veracruz a causa de los excesos y abusos de sus dos anteriores gobiernos, ha hecho mella en la conciencia de la población, que ya entendió que no puede seguir esperando que todos los cambios que se necesitan tienen que venir del gobierno; que las cosas están muy mal, pero nadie va a venir a salvarnos. Por esta razón, dice Fernando Savater, el filósofo español: “La decisión es muy simple, o se elige ser un ciudadano que busca hacer algo para que las cosas cambien o se opta por ser un vasallo que calla y obedece. No hay más opción. El pesimismo no arregla nada”
Si la gente quiere cambios tiene que buscarlos, organizándose, informándose para dialogar con las autoridades, con los gobiernos, de forma propositiva, permanente y respetuosa. Pero si hemos de participar en lo público, justo es que nos formulemos varias preguntas: ¿Qué dosis de participación ciudadana podemos esperar en una sociedad como la nuestra, en donde la prioridad es resolver el diario sustento y sortear la ominosa inseguridad que se cierne sobre el ciudadano y su familia?
Otra pregunta, vinculada con la anterior: ¿Al través de qué cauces debe darse la participación ciudadana para que cumpla con su cometido? Porque lo que vemos que hoy funciona, no son las demandas expuestas en una mesa de diálogo entre ciudadanía y gobierno, sino las manifestaciones de inconformidad a cielo abierto, con plantones, bloqueos de calles y toma de edificios públicos. Es decir, funciona la estridencia por encima de las propuestas pacíficas. El meollo está en la gran distancia entre pueblo y gobierno, cada uno transitando por distinto carril, sin comunicarse entre sí. Al no ser atendidos los problemas crecen y hacen crisis, es entonces cuando reacciona el gobierno, aunque a veces ni así.
Tratando de encontrar la hebra de la enredada madeja en que se ha convertido la relación entre gobierno y ciudadanía, conviene analizar algunos indicadores, ampliamente probados, sobre la dinámica a seguir en un sistema democrático capaz de generar beneficios para todas las partes:
– Los ciudadanos casi siempre cumplen sometiéndose a las decisiones de la política, mientras los gobiernos que aspiran a un buen nivel de aceptación pública, tienen la obligación de buscar el justo equilibrio entre el cumplimiento de las demandas formuladas por la sociedad y su necesidad de ejercer el poder.
– La mayor parte de los ciudadanos, no responde a la clásica prescripción democrática, de que deben estar todo el tiempo involucrados, informados y activos en las cuestiones públicas. La mayoría de la gente no puede ni quiere ser activista de tiempo completo, aunque sí quiere resultados efectivos del gobierno.
– No se necesita una muy alta participación de la población para alcanzar el éxito de la democracia. No obstante, para asegurar que los funcionarios públicos cumplan con su responsabilidad, es esencial que un alto porcentaje de ciudadanos participe, tanto en los procesos electorales, como en aquellas causas o demandas que directamente les afectan.
– Mantener abiertos los canales de comunicación en la sociedad (hoy lo facilitan las redes sociales) contribuye a “motivar” a los funcionarios públicos a cumplir su responsabilidad con las demandas ciudadanas.
– Los niveles de participación muy elevados, para sorpresa de muchos, pueden actuar en detrimento de la democracia si tienden a politizar a ultranza a amplios segmentos de la población.
– Por el contrario, niveles moderados pero constantes de participación ciudadana mantienen el equilibrio entre los roles extremos de participación activa y demandante, y los de pasivo sometimiento a las reglas democráticas de convivencia.
– Una sociedad con amplios niveles de apatía, como la mexicana, puede ser fácilmente dominada por una élite poco escrupulosa (el caso de Veracruz) de modo que sólo la continua vigilancia de grupos significativos de la ciudadanía, puede prevenir los riesgos del autoritarismo y la corrupción flagrante.
Resumiendo. La mejor participación ciudadana para la democracia, no es la que se manifiesta siempre y en todas partes, sino la que se mantiene alerta; la que se promueve así misma cuando es necesario, para encauzar demandas justas que no son atendidas con la debida profundidad o para impedir las desviaciones o excesos desde el gobierno.
¿Cómo lograr esta dinámica de participación ciudadana efectiva? Primeramente, tiene que surgir de la propia ciudadanía; ser rigurosa en la selección de sus liderazgos, que sean capaces y comprometidos, para, en un proceso de autogestión, iniciar la construcción de redes ciudadanas temáticas, preparadas, informadas y prontas a actuar cuando sea necesario. Esperar que los gobiernos impulsen de motu proprio la construcción de ciudadanía, sería pecar de optimismo y resignarse a lo que venga desde la inútil queja. ¿Eso queremos?
rayarenas@nullgmail.com @RebeccArenas