Las pequeñas hermanas Eva y Erika Sandoval, quienes hasta hace una semana estaban unidas por su abdomen y compartían órganos vitales, se reunieron hoy tras superar con éxito una delicada operación para separarlas realizada días atrás.
“Fue una emoción para nosotros ver a las niñas una junto a la otra”, dijo Aida Sandoval, madre de las gemelas de poco más de dos años de edad, y quienes la pasada semana se sometieron a una operación de más de 17 horas en el Hospital de Niños Lucile Packard Stanford en Palo Alto, California (EU.).
Un equipo médico de la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos (UTIP), así como los padres de las gemelas, Aida y Arturo, colocaron cuidadosamente a Erika en la cama de Eva para que se saludaran tras compartir durante 28 meses el hígado, la vejiga y una de sus piernas.
Según el Centro Médico de la Universidad de Maryland, uno de cada 200 mil embarazos podrían ser de siameses. En el 50 por ciento de los casos los gemelos nacen muertos y el 35 por ciento tan solo sobrevive un día.
Las cirugías de separación de siameses aún son raras y las tasas de mortalidad dependen de cómo estén unidos. En el caso de las hermanas Sandoval, la expectativa de éxito era del 70 por ciento.
Desde 1950, en el 75 por ciento de las operaciones al menos uno de los gemelos ha sobrevivido la intervención.
De acuerdo a la pediatra del centro hospitalario Alison Chiang, ambas niñas están despiertas, respiran sin ventiladores y sus heridas sanan bien. Se espera que continúen recuperándose satisfactoriamente durante otra semana para proseguir con las terapias respectivas.
Esta historia comenzó en 2014, cuando Aida Sandoval descubrió que estaba embarazada con 44 años, después de más de 25 años de matrimonio con Arturo Sandoval y tres hijos entre los 17 y 25 años.
La ilusión del nuevo miembro de la familia de repente creció ante la noticia que eran dos los bebés que venían en camino. Aunque Aida sabía que su embarazo era de alto riesgo, nunca se le atravesó por la mente la idea que sus hijos se desarrollarían unidos por su vientre.
A pesar de ser un embarazo de alto riesgo, Aida decidió arriesgarlo todo por sus hijas.
Las pequeñas, que en los próximos meses tendrán que someterse a una serie de operaciones de reconstrucción y tratamientos, entienden inglés, español e incluso aprendieron el lenguaje de signos, juegan a la pelota, les encantan que les lean cuentos y, como todo pequeño de dos años, no se quedan quietas.
A raíz de toda esta situación, la familia debió dejar su casa en Sacramento para vivir en la ciudad de Palo Alto y estar cerca de las niñas.
“Todo este sacrificio ha valido la pena, están felices y son un milagro de vida”, sentenció Aida Sandoval.