Para 2017, en materia de investigación arqueológica se prevén «grandes sorpresas», adelanta a La Jornada el coordinador nacional de Arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el doctor Pedro Francisco Sánchez Nava.
Conoceremos los avances en los trabajos que realiza el arqueólogo Enrique Martínez Vargas en la zona arqueológica de Sultepec-Tecoaque, en Tlaxcala, donde se han encontrado «ofrendas únicas; es un sitio que estremece, pues ahí se ve el choque de la cultura mesoamericana con la europea de forma dramática».
El proyecto del Gran Acuífero Maya, a cargo de Guillermo de Anda, también depara nuevos hallazgos, luego de haber descubierto recientemente restos de un hombre de hace 10 mil años, «y apenas llevan seis meses de prospección». Mientras en Calakmul, la investigación que realiza el arqueólogo esloveno Ivan Sprajc, en la Reserva de la Biósfera de Campeche, «va a revelar cosas importantes», añade el funcionario.
Durante 2016, el INAH autorizó 389 proyectos arqueológicos en todo el país, en los cuales se invirtieron poco más de 145.5 millones de pesos, recursos en su mayoría del instituto, así como de terceros.
Entre los trabajos de salvamento más importantes está también el que se efectúa en la zona donde se construye el nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México, en el área conocida como ex vaso de Texcoco, ya en el estado de México, donde se han encontrado ofrendas e infinidad de material prehispánico relacionado con el culto al agua.
Hallazgos de lápidas funerarias del siglo XVI frente a la Catedral Metropolitana, el descubrimiento de entierros de 700 años de antigüedad en Xochimilco, una osamenta de mamut en Tultepec, bajorrelieves en Morelos o el templo dedicado al dios mexica del viento, Ehécatl, en Tlatelolco, forman parte de una labor «que no tiene parangón con otros países», insiste Sánchez Nava, pues «la diversidad cultural que tiene México es única e impresionante, desde el norte con sus cuevas con petroglifos, hasta el sureste maya».
El arqueólogo detalla que la mayoría de las investigaciones tienen que ver con salvamento arqueológico y “van desde entender cuál es la subestructura del preclásico en Tula, hasta definir la cerámica más antigua de Tehuacán Viejo, además de los proyectos de conservación.
“Cuando los arqueólogos hacen una intervención en determinada zona, ésta implica remover los contextos; si se trata de vestigios edificados hay que hacer trabajos de conservación para garantizar su estabilidad; con el tiempo, hay que repetir esto con regularidad, para que los vestigios se mantengan.
«Es el caso de las labores que realizó el arqueólogo Arnoldo González Cruz en el templo de Pakal en Palenque, Chiapas, que lo llevaron a descubrir un sistema hidráulico bajo esa estructura. En muchos casos se trata de proyectos que ya llevan varios años, como en el caso de Teotihuacán, donde poco a poco se va avanzando en el conocimiento de una urbe que tuvo 22 kilómetros cuadrados.»
En México, continuó el arqueólogo, se cuenta con el registro de casi 50 mil sitios arqueológicos, “que no es ni 25 por ciento de lo que existe. Nuestra riqueza patrimonial es muy grande, entonces los proyectos de salvamento arqueológico son oportunidades de abrir una ventana al pasado.
«Por ejemplo, en Tlatelolco, un grupo de arqueólogos estaba supervisando la obra de un particular, cuando vieron algo y detuvieron la construcción para analizar lo hallado. El resultado fue el rescate del basamento de un templo circular dedicado a Ehécatl-Quetzalcóatl, dios del viento, el segundo de su tipo en la zona, el cual cuenta con más de 650 años de antigüedad» (reseñado por La Jornada el pasado primero de diciembre).
El coordinador nacional de Arqueología comenta que esperaban encontrar «enormes maravillas» en la zona donde se erige el nuevo aeropuerto capitalino, como depósitos de producción de sal o fauna pleistocénica, mamuts o bisontes, “pero no, sólo encontramos restos de pequeños altares de madera. Si no estuviéramos realizando tareas de salvamento, esos vestigios se hubieran perdido, porque durante años se ha arrasado el lago de Texcoco, se ha metido maquinaria o se han hecho áreas de cultivos.
“Si bien no son hallazgos espectaculares, como el monolito de la Coyolxauhqui, son superimportantes, porque se trata de la historia de comunidades para las que el lago fue un ser vivo, un ente al que hacían ofrendas para tener buena pesca y buenas lluvias.
“Por eso vamos a editar una muy buena publicación, del tamaño de la obra que se está haciendo ahí, para hablar de todo lo que se está encontrando. También hemos propuesto que el nuevo aeropuerto cuente con una sala o museo de sitio donde se muestre lo que se ha hallado, que son principalmente figurillas asociadas con el agua, ranitas, pececitos, y un Tláloc de tamaño mediano.
“A veces el equipo de salvamento del INAH es engorroso para las constructoras o para algunas inmobiliarias. Pero no paramos, nuestro trabajo es permanente y hemos logrado sensibilizar a muchas empresas. Trabajamos muy bien con la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, con la Comisión Federal de Electricidad, con la Comisión Nacional del Agua, así como con varios grandes desarrolladores, algunos de ellos a veces se entusiasman y nos desbordan, proponen que dejemos a la vista, a la orilla de carreteras, los vestigios hallados, pero muchas cosas no pueden quedar expuestas, las investigamos, recuperamos la información y las volvemos a cubrir para protegerlas.
«Debemos llegar a un nivel de armonizar a las ciudades vivas en las que estamos, con las ciudades del pasado que tenemos debajo. Por ejemplo, así como abrimos recientemente las ventanas arqueológicas del Templo Mayor en la calle de Argentina, en el Centro Histórico, les tenemos otra sorpresa similar en las próximas semanas.»
Además del INAH, las instituciones académicas de reconocido prestigio pueden hacer investigación arqueológica en el país, principalmente universidades, siempre que sus proyectos pasen los protocolos establecidos por el Consejo de Arqueología. «Una asociación civil no puede hacer investigación arqueológica, porque se trabaja con el patrimonio nacional», aclara el funcionario.
De los 389 proyectos de 2016, 302 fueron financiados con recursos de la Federación, 52 tuvieron inversión de terceros, 27 no tuvieron financiamiento porque fue «trabajo de gabinete» en el que los investigadores sólo devengaron sus sueldos, siete se financiaron por recuperación de seguros y uno por donativos.
Fueron 37 las instituciones extranjeras cuyos proyectos arqueológicos recibieron el visto bueno del INAH, entre éstas, la Universidad de Colorado es la que participa en más, seguida de especialistas franceses, mientras 30 fueron de instituciones nacionales.
«La Universidad Nacional Autónoma de México tiene 12 proyectos aprobados; prácticamente son nuestros hermanos, pues hay muchos arqueólogos salidos de la Escuela Nacional de Antropología e Historia del INAH», concluye Sánchez Nava.