Por Ramón Durón Ruíz (†)
Diariamente me regocijo en la gratitud de recibir correos que me dan oportunidad de compartir la sabiduría que la vida encierra, como la siguiente reflexión que me encanta: “Una mujer regaba el jardín de su casa, cuando vio a tres ancianos, sentados en la banqueta frente a su jardín. Ella se les acercó y les dijo:
–– No creo conocerlos, pero deben tener hambre. Por favor entren a mi casa para que coman algo.
–– ¿Está el hombre de la casa? –preguntaron.
–– No –respondió ella–, no está.
–– Entonces no podemos entrar –dijeron ellos.
Cuando el marido llegó, ella le contó lo sucedido. –– ¡Entonces diles que ya llegué, invítalos a pasar!
La mujer salió a invitar a los ancianos a pasar a su casa.
–– No podemos entrar a una casa los tres juntos –explicaron los viejitos.
–– ¿Por qué? –quiso saber ella.
Uno de los hombres apuntó hacia otro de sus amigos y dijo: –– Su nombre es Riqueza; luego indicó hacia el otro, su nombre es Éxito y yo me llamo Amor. Ahora ve adentro y decide con tu marido a cuál de nosotros tres desean invitar a vuestra casa.
La mujer entró a su casa y le contó a su marido lo que ellos le dijeron. El hombre se puso feliz:
–– ¡Qué bueno! y ya que así es el asunto, entonces invitemos a Riqueza, que entre y llene nuestra casa.
Su esposa no estuvo de acuerdo: –– Querido, ¿por qué no invitamos a Éxito?
La hija del matrimonio estaba escuchando desde la otra esquina de la casa y vino corriendo.
–– ¿No sería mejor invitar a Amor? Nuestro hogar estaría entonces lleno de él.
–– Hagamos caso del consejo de nuestra hija –dijo el esposo. –– Ve e invita a Amor a que sea nuestro huésped.
La esposa salió y les preguntó: –– ¿Quién de ustedes es Amor? por favor que venga y que sea nuestro invitado.
Amor se levantó y comenzó a avanzar hacia la casa, los otros dos también se levantaron y le siguieron. Sorprendida, la dama les preguntó a Riqueza y a Éxito:
–– Yo invité sólo a Amor ¿por qué ustedes también vienen?
–– Si hubieras invitado a Riqueza o Éxito –respondieron los viejecitos–, los otros dos habrían permanecido afuera, pero ya que invitaste a Amor, donde vaya él, nosotros vamos con él.”
La moraleja de la historia es formidable: Donde hay AMOR, siempre existirá RIQUEZA y ÉXITO.
Por eso estimado lector permítele en este inicio de año al viejo filósofo de Güémez amorosamente desear que tu espacio vital este lleno de amor, esa que tiene la magia de transformar un solitario paramo en el más bello jardín.
Una de las canciones más hermosas que he escuchado, “Por amor”, de Rafael Solano y Marco Antonio Muñiz, parte de su letra dice: “…Por amor se han creado los hombres en la faz de la tierra; por amor hay quien haya querido regalar una estrella; por amor fue una vez al calvario con una cruz a cuestas, aquel que también por amor entregó el alma entera. Por amor se confunden las aguas y en la fuente se besan, y en las alas de la mariposa los colores se crean. Por amor ha existido en el mundo siempre tanta belleza, y el color de la naturaleza se pintó por amor…”
y la pregunta es: ¿Qué existe en esta vida que no haya sido creado y elevado por el maravilloso poder del amor?
El amor tiene la magia de transformar la vida en algo excepcional, y llenando nuestra vida de riquezas y éxitos, nos convierte en el principio de un año nuevo… en seres nuevos.
Lo que me recuerda aquella ocasión, en la que tres cazadores, dos de ellos buenos, el tercero nunca lograba cazar nada, un día se van de caza, al llegar al monte se separan, el que nunca cazaba nada decide ir al restaurante más cercano, al llegar le dice al mesero:
–– ¿Tienes algo de caza por ahí?
–– No entiendo, ¿por qué usted, cazador, viene a comprar caza?
El cazador le cuenta que nunca caza nada, que no quiere quedar mal con sus compañeros. El mesero le dice:
–– Tengo dos conejos, pero hay un problema, ya están pelados y listos para cocinar.
–– Eso da igual, me los llevo –responde el cazador, toma los conejos ya pelados, los ata al cinto como si los acabase de cazar y se reúne con los otros cazadores, éstos, al verle llegar, le dicen:
–– Pero, pela’o, ¿de dónde vienes con esos dos conejos ya pelados?
–– Es que, iba yo por el monte, los encontré haciendo el amor y… ¡¡¡NO LES DIO TIEMPO DE VESTIRSE!!!
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