Por Ramón Durón Ruíz (†)
Si eres como las abuelas o los viejos de nuestros pueblos, capaz de ver con los ojos del alma, reconocerás que en esta vida todo, absolutamente todo, tiene una intención. Cuando estamos en las primeras luces de 2017, en un acto de encogimiento espiritual y de humildad, has sido capaz de preguntarte ¿cuál es el propósito de que en esta carnalidad tú estés vivo?
La respuesta debiera ser muy simple: Mi propósito es: ser feliz y triunfar, que lo demás llega añadido; para tal situación he aprendido la necesidad de saber que diariamente algo de uno muere para renacer a una vida mejor.
Parafraseando a Paulo Angelim, te diría: “Estamos acostumbrados a escuchar la palabra ‘muerte’ como la ausencia de vida; esto es un error, existen otros tipos de muerte, precisamos morir todos los días.
La muerte es sólo algo pasajero, una transformación. No existe planta sin la muerte de la semilla; no existe embrión sin la muerte del óvulo y del esperma; no existe mariposa sin la muerte de la oruga; la muerte no es más que el punto de partida para el inicio de algo nuevo, la frontera entre el pasado y el futuro.
Si quieres ser un buen universitario, mata dentro de ti al adolescente que cree que tiene todo el tiempo por delante, si quieres ser una buena profesionista, entonces mata dentro de ti al universitario descomprometido que piensa que la vida se resume en estudiar para pasar los exámenes.
Si quieres tener buenas relaciones, mata dentro de ti al hombre, a la mujer insegura, celosa, amargada, exigente, inmadura, egoísta e individualista que piensa que puede hacer planes sólo, sin dividir espacios, proyectos y tiempo con alguien más.
En fin, todo proceso de evolución exige que matemos a nuestro ‘yo’ pasado, inferior, si no lo hacemos corremos el riesgo de intentar ser dos personas al mismo tiempo, debilitando la identidad, comprometiendo la productividad y perjudicando tu éxito y felicidad.
Muchas personas no evolucionan porque se quedan atoradas en lo que eran, no se proyectan para lo que desean ser, para cumplir sus sueños, quieren una nueva etapa sin cambiar la forma como piensan o actúan, terminan transformándose en proyectos inacabados.”
Así que para abrevar en todo tu potencial de vida, el viejo Filósofo de Güémez te invita a que este año nuevo inicies con actitudes renovadas, dejando que muera la parte oscura de tu vida, ahí donde anida el ego, lleno de resentimientos, el odio, el rencor, la incidía, la crítica, el egoísmo, etc., que a nada te conducen a no ser a que tu vida pierda la armonía.
En este 2017, recordando la fragilidad que tiene tu cuerpo, decídete a sacarle el máximo partido a tu vida, deja que parta y que muera la parte débil de ti para que renazcas con todo tu potencial; recuerda que si enfrentas el nuevo día con odios o rabias, lo más probable es que desperdicies y dejes ir las oportunidades.
HOY, revisa cómo anda tu aventura emocional, las relaciones con quienes te rodean, recapacita y valora los cientos de bendiciones que la vida tiene para ti, sabiendo que todos estamos en la diaria tarea de errar para crecer y acertar para ser feliz, esa es una tarea de rico y fecundo aprendizaje que no debes desperdiciar.
Para el viejo Filósofo, “Hay cuatro cosas inevitables en la vida: morirse, pagar impuestos, que te chingue un abogado y… ¡el cambio!”; a partir de HOY cambia tus actitudes y pensamientos, con ellos vendrá una renovada actitud para triunfar y ser feliz.
Lo anterior me recuerda el picante sentido del humor del viejo Filósofo, que atraído por los cambios en el gobierno del estado, se acercó a la capital pa’ ver si era llamado para un encargo; como el ansiado nombramiento no llegaba se fue a la cantina, en donde alegre –como “El Jibarito”–, invitó a los presentes una ronda. Extrañados por tal gesto, le preguntaron:
–– Bueno Filósofo ¿a qué se debe tan generosa invitación?
–– Es que acabo de ser abuelo –respondió el campesino de allá mesmo–, y mi nieto pesó 11 kilos.
–– ¿11 kilos? –exclamaron sorprendidos los parroquianos.
Al día siguiente, llegó nuevamente a la cantina, al verle los presentes preguntaron: –– Y tu nieto ¿cómo está?
–– Pues han de saber que ahora pesa 3 kilos y medio.
–– ¡Ah cabrón!, ¿po’s qué le pasó? –dijeron intrigados al unísono los parroquianos.
–– Es que –respondió el Filósofo–… ¡LE HICIERON LA CIRCUNCISIÓN!
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