Tanto Adolfo Hitler como Donald Trump son, de alguna manera, vidas paralelas.
Cuando el dirigente nazi escribió su libro “Mi Lucha” en la carcel donde estaba preso, y en el cual exponía su ideario político y como pensaba llevarlo a cabo, pocos le creyeron.
Igualmente en el momento que el presidente actual de la nación vecina, durante la campaña en las primarias de su partido, y luego en la del proceso electoral, expuso todo lo que iba a realizar, de llegar a la presidencia, casi nadie pensó que ganaría y menos que cumpliría todas sus promesas, mismas que refrendó en su discurso de toma de posesión.
Ahora nosotros, los ciudadanos de Estados Unidos, estamos unidos en una gran iniciativa nacional para reconstruir nuestro país y restaurar su promesa para todo nuestro pueblo. Juntos definiremos el rumbo de Estados Unidos y el mundo durante muchos, muchos años por venir. Enfrentaremos desafíos. Confrontaremos dificultades, pero cumpliremos con el trabajo, afirmó categórico.
Refiriéndose a la clase política de su país, a la cual acusó de tener prácticamente secuestrado al gobierno, le dijo que la ceremonia tenía un significado muy especial. Porque no solo se estaba transfiriendo el poder de una administración a otra o de un partido a otro, sino que se estaba transfiriendo el poder de Washington devolviéndoselo al pueblo.
Y para que no quedara duda alguna les espetó: Durante demasiado tiempo, un pequeño grupo de la capital de nuestra nación ha cosechado las recompensas del gobierno mientras que el pueblo ha pagado los costos. Washington floreció, pero el pueblo no compartió su riqueza. Y conste que se refería al mayor imperio del mundo que la historia ha conocido.
También les dijo que los políticos prosperaron pero los empleos se acabaron y las fábricas cerraron. La élite se protegió pero no cuidó a los ciudadanos del país. “Sus victorias no han sido tus victorias. Sus triunfos no han sido tus triunfos y, mientras ellos celebraban en la capital de nuestro país, las familias en dificultades no tenían nada que celebrar.” Se quejó.
Trump comenzó con el tema que lo ayudó a ganar la elección: establece un contraste drástico entre él y la élite política, un marco de “nosotros contra ellos” mediante el cual contrapone al estadounidense común con las élites, comenta la reportera de la Casa Blanca Julie Hirschfeld Davis.
“Pero todo eso va a cambiar justo aquí y justo ahora, porque este momento es su momento. Les pertenece a ustedes. Les pertenece a todos los que están aquí reunidos y a quienes observan a lo largo de Estados Unidos. Este es su día, esta es su celebración y este, los Estados Unidos de América, es su país.” Y ustedes clase política, por favor manténganse al margen y dejen disfrutar, pareció decir, y para que no quedara duda alguna recalcó: Lo que de verdad importa no es qué partido controla nuestro gobierno, sino que la gente controle nuestro gobierno. El 20 de enero de 2017 será recordado como el día en que el pueblo volvió a gobernar este país.
Y como si estuviera refiriéndose a un país del tercer mundo acusó: Los hombres y mujeres olvidados de nuestro país ya no lo serán. Ahora todos los están escuchando. Llegaron decenas de millones de ustedes para convertirse en parte de un movimiento histórico, uno como no se ha visto antes en el mundo. En el centro de este movimiento está la convicción crucial de que el país existe para servir a sus ciudadanos.
Los estadounidenses quieren excelentes escuelas para sus hijos, vecindarios seguros para sus familias y buenos empleos. Esas son demandas justas y razonables de gente honesta y un pueblo honesto, pero hay demasiados ciudadanos que viven una realidad distinta:
Madres y niños atrapados en la pobreza en los centros de nuestras ciudades, fábricas deterioradas que se extienden como lápidas a través del paisaje de nuestra nación. Un sistema educativo rebosante de efectivo pero que priva de todo conocimiento a nuestros jóvenes y brillantes estudiantes. Y el crimen, las pandillas y las drogas han arrebatado demasiadas vidas y le han robado al país mucho potencial.
Esta masacre estadounidense termina aquí mismo y ahora mismo, agregó con su euforia ya conocida.
Y refiriéndose a sus aliados les mandó el mensaje siguiente: Hemos defendido las fronteras de otros países mientras nos rehusamos a defender las nuestras, y gastamos billones y billones de dólares en el extranjero mientras la infraestructura de Estados Unidos ha quedado en muy mal estado y se ha deteriorado. Hemos hecho ricos a otros países mientras la riqueza, la fuerza y la seguridad de nuestro país se han esfumado en el horizonte.
Una por una, las fábricas han cerrado y abandonado nuestras costas sin considerar a los millones y millones de trabajadores estadounidenses que se quedaron atrás. La riqueza de nuestra clase media ha sido despojada de sus hogares y después redistribuida en todo el mundo. Pero ese es el pasado y ahora estamos viendo hacia el futuro.
Quienes estamos reunidos hoy emitimos un nuevo decreto que se escuchará en cada ciudad, en cada capital extranjera y en cada gobierno. A partir de este día, una nueva visión gobernará nuestra tierra. A partir de este día, solo Estados Unidos será la prioridad. Estados Unidos primero.