Me encuentro a Tomás Rubio Martínez a la entrada del Congreso. Recuerdo la anterior ocasión que lo vi. Era candidato a la alcaldía de Tierra Blanca y acababa de sufrir un accidente automovilístico. Traía un collar ortopédico y varias lesiones visibles en rostro y manos. Estaba confiado en que aún en esas condiciones iba a ganar la alcaldía que igual la buscaba el panista Tito López Delfín, a quien cuando legislador, pusimos el mote de “El Dipu Tito”. Tomás perdió la elección, pero al interior del fidelismo se contaba que realmente no fue así, sino más bien “lo vendió” Tío Fide, bajo una premisa simple: es más fácil sacrificar al amigo.

Está delgado. Me platica que su hijo tiene interés de crear un medio de información y recuerda que alguna ocasión, hace muchos años, él se metió “a formar letra por letra”, me dice, “pero ahora es más fácil con la tecnología, sólo que se necesitan dos cosas: tiempo y…” a la vez que se lleva el dedo a la cabeza remata: “¡inteligencia!”

Asegura Tomás Rubio que tiene un borrador donde ha escrito una serie de anécdotas, sean del pueblo o políticas, como aquella titulada “Fidel y Fidel”, que narra la primera vez que Herrera Beltrán se entrevistó con Fidel Velázquez.

Tomás hace coraje mientras espera lo que asumo es su chofer… su celular al parecer no tiene señal. Una dama lo conmina a ser paciente… quien conoce a Rubio Martínez es seguro que se imagine el entripado que hizo… promete hablarme la próxima vez que venga a Xalapa y se retira, no sé si a esperar al chofer o a un lugar donde haya señal para su celular.

II

Hace unos 27 años llegué a “Política” como un mero ejercicio de aprendizaje, de querer entender la labor del periodismo. Polo Rodríguez, en ese entonces secretario de redacción, era paciente para enseñarme al igual que Raciel Martínez. El primer encuentro que tuve con Yayo Gutiérrez fue una amenaza de romperme la madre si andaba con pendejadas mientras me sujetaba del brazo, motivado por una mala percepción que tuvo de mí al verme con una capturista. No me amilané y le respondí que sólo estaba pensando en mi trabajo (como corrector) que al final, repercutía en su periódico. Se me quedó viendo, me soltó y se dio la media vuelta sin decir palabra. Años después, ya casi al final de su carrera, me gritaba con un “¡Dooor!”, para dictarme su columna. Creo que la última vez que le tomé el dictado fue en su casa, en Las Animas… o sólo fui a visitarlo… no lo recuerdo.

De los casi 27 años que tengo como editor, reportero u opinador, la mitad se labró en “Política” al lado de varios maestros como los arriba citados junto con Fernando Morales, Alberto Morales, Joaquín Rosas, Regina y Lupita, Fausto Fernández Ponte y sus fotos y crónicas, Yrineo Hernández… hoy, se cierra este periódico que siempre fue un gran taller de periodismo donde se permitía hacer y deshacer, correr riesgos y aventuras en su edición, notas o entrevistas, pero tengo la percepción que el diario “Política” vivía en agonía desde que Yayo falleció.

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