Hurgar en los orígenes de la modernidad del arte mexicano remite a los “tres grandes”: José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. Muralistas que también ocuparon el óleo sobre tela para manifestar sus expresiones vanguardistas. Muchas veces ajenas a los frescos en edificios públicos. Entonces trazar la genealogía del modernismo en el país es repasar el conflicto entre lo local y lo universal. Entre el muralismo y la pintura de vanguardia que influyó en Latinoamérica.
“Una apuesta que consistió, desde la barbarie periférica, en intentar colmar el deseo por lo universal, que para los artistas latinoamericanos encarnaban las vanguardias artísticas europeas”, apunta el curador Carlos Palacios quien desarrolla este relato del pasado en Orozco, Rivera, Siqueiros. Modernidad en México, 1910-1966, exposición que se inaugurará el 14 de marzo en el Museo de Arte de Lima (Mali).
Con obras de la colección del Museo de Arte Carrillo Gil, la muestra es un trayecto por los ejercicios pictóricos de los tres artistas mexicanos que da cuenta de las influencias en creadores latinoamericanos. El eco del arte mexicano en el peruano. Y si bien en sus pinturas de caballete y gráfica hay elementos recurrentes en sus murales, se trata de narraciones propias. Sí políticas y sociales, pero también experimentales en su concepto. Por ejemplo, la interpretación cubista del poeta ruso Maximiliano Volonchine pintada por Rivera en 1916, o el autorretrato de Orozco fechado en 1946.
“Este acervo nos posiciona en dos grandes escenarios: primero pensar cómo el arte moderno mexicano de manera rápida alcanza una internacionalización poco vista en otros contextos culturales de Latinoamérica, y por otra parte, esa misma internacionalización fue definiendo un canon que determinó en algunos países, como en Perú, la modernidad en el arte y que definieron también el interés del doctor Carrillo Gil para formar su colección”, explica en entrevista el curador.
La exposición se mantiene al margen de la obra mural, para enfatizar la visión política y estética del arte latinoamericano sobre caballete. Una plástica definida por su carácter social, su crítica a la clase política y su apuesta por una obra pública. Pues los “tres grandes” coincidieron en un ideario político e intelectual sobre la importancia del arte público y su responsabilidad en la educación crítica de la sociedad.
Palacios precisa que al ser pensada ex profeso para el Mali, la exposición refiere también a la relación entre artistas peruanos y mexicanos. En escena aparece José Sabogal (1888-1956), César Moro y Moisés Sáenz quienes construyeron un puente con el coleccionista Álvar Carrillo Gil o el museógrafo Fernando Gamboa. Vínculos que a la distancia evidencian cómo Orozco, Siqueiros y Rivera marcaron esa modernidad plástica.
“Es importante para la exposición en Mali una serie de antecedentes, uno la presencia de Siqueiros en Lima donde dictó una conferencia en marzo de 1943 y otra la relación entre Sabogal y los artistas peruanos con el arte mexicano. Otro capítulo importante es la relación que se establece a partir de Moisés Sáenz, pedagogo y diplomático, que realiza una exposición de pintores mexicanos en Lima en los años 30 y una extraordinaria exposición en 1954 de arte mexicano en el periódico La Crónica donde se presentan obras de la colección Carrillo Gil”.