La inauguración del puente Juventud que une el Campus universitario con la USBI-Xalapa me dejó un mal sabor de boca. No, no crea que hubo desorganización en el evento, actitudes mala leche de funcionarios o parecidos… ¡para nada! Al contrario, hasta me aguantaron las bromas Raciel Martínez y Elías Assad Danini cuando les digo que son los hombres de Comunicación Social más duros: “más fácil que sangre una piedra que sacarles algo”. Se ríen y el largo brazo del funcionario del Gobierno estatal funciona como “Selfie Stick” para inmortalizarnos en las redes.
Llego justo cuando hacen corte del listón pero no alcanzo a ver nada… bueno, realmente no alcanzo a ver la inauguración porque muchos jóvenes se congregan en torno al punto de partida que inicia en la USBI; también hay personas que llegaron con sus canes y algunas familias con todo y chilpayates. Eso sí, recorro el puente que dicho sea de paso, no pesa… según dijo en su discurso Américo (el cual escuché por Twitter), su pendiente es de seis grados lo que hace fácil de circular en bicicleta o silla de ruedas ¡ya ni se diga caminando! Cruzar la avenida Presidentes por este puente es pan comido.
Le platico a la mujer vía celular que se ve bien padre… es de esas obras que por sí se ven como paisajes… bueno, y si está tan perrón el puente, ¿qué fue lo que motivó mi mal sabor de boca? Algo tan simple como recordar que apenas el 12 de junio del año pasado, inició la obra y ocho meses después, ¡ya está! Y mi molestia es ese dejo de incredulidad que tuve el domingo, cuando me dice la mujer: ¡van a inaugurar el puente de la USBI! y responder con un “¿Yaaa?” ¿A qué voy con todo esto? Bueno: que me desagrada sentir esa incredulidad de que una obra como la que ayer inauguraron la rectora Sara Ladrón de Guevara, el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares y el alcalde de Xalapa, Américo Zúñiga Martínez, se pueda hacer en tan poco tiempo.
Pero mi incredulidad no es de a gratis… recuerdo el Puente Bicentenario de Plaza Cristal, acá en Xalapa… cómo estuvo uno chinga que chinga preguntando para cuándo, para cuándo, para cuándo y nomás no… y eso nomás en la capital jarocha porque el mejor ejemplo de lo que es la corrupción, la desidia, la chambonería, creo que sigue siendo el Puente Sumergido de Coatzacoalcos que vive cuatro administraciones estatales y se espera que al menos en ésta, que dura dos años, por fin se concluya.
Por eso mi mal sabor de boca… porque vivimos dos gobiernos en donde lo más ordinario, normal, común y corriente, era prolongar las obras, fingir inaugurarlas, darlas por terminadas y simular su equipamiento y hoy, cuando un puente de la magnitud de Juventud se concluye, me da coraje conmigo mismo, que lo que debe ser normal, parezca un hecho extraordinario.
¡Qué mal sabor de boca nos dejaron las pasados administraciones!
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