La crisis de Estado que vivimos adopta formas alarmantes, presentes en todas partes y en todos los momentos. Hay una epidemia de violencia azotando a nuestro país, con la complicidad u omisiones casi semejantes de una clase política extraviada, frívola y voraz. Ante las escenas de barbarie y todo tipo de actos violentos hay algunas condenas, pocas sorpresas y mucho mutis. No se ha mostrado conciencia y voluntad para enfrentar a la criminalidad y la degradación social, dejando que avance la descomposición y el empoderamiento mafioso. No se omite que estamos ante un desafío mayor, de viabilidad de Estado y la paz pública, que los niveles municipales y estatales están rebasados, que podemos deslizarnos a una crisis mayor: de confrontación armada abierta y directa que obligue a restringir libertades e instale el autoritarismo. No hay justificación para seguir simulando que el sistema funciona, qué hay poderes y elecciones, que se gobierna y se dan garantías a los ciudadanos mientras la sociedad es aterrorizada por las bandas del narcotráfico.
El urgente y obligado pacto democrático debe girar en torno al compromiso con la legalidad, inhibiendo pequeños actos que violen el marco legal, tanto de los poderosos como de la gente en general; ni delincuentes comunes u organizados pero tampoco de cuello blanco. La tolerancia a las ilegalidades debe ser de cero, del tamaño que sean. Nada de justificaciones de cualquier tipo para quienes violan las leyes y rompen los pactos de convivencia. Desde las fuerzas políticas y los liderazgos se debe ser muy claros y contundentes con la no protección a los transgresores de la ley, con la aplicación estricta de las normas y las garantías a los ciudadanos de bien. Ante las escenas de terror que nos atemorizan solo la participación informada, consciente y organizada de los ciudadanos podrá evitar el colapso y retomar una forma de vida sana y normal.
En las elecciones municipales en curso pero más en la próxima presidencial radican muchas de nuestras esperanzas y desafíos, habrá oportunidad de conocer en los aspirantes sus ideas al respecto, sus propuestas y compromisos. Atienden esa problemática y le buscan soluciones serias o perdemos el tiempo con ellos y nos condenamos a más violencia y descomposición social. Lo que ya no se podrá eludir es la necesidad de hacerle frente a una situación tan grave, que golpea a los ciudadanos y amenaza con generar una situación de crisis generalizada. Ni autoritarismo ni demagogia; las salidas deben ser de corte democrático pero de frente, sin utilización electoral de hechos tan delicados. Desde ahora será importante que haya definiciones en temas tan relevantes como el papel de las fuerzas armadas, en la legalización de ciertas sustancias y en los programas de rehabilitación, sin omitir una política integral que, además de la fuerza indispensable, se considere la política social.
En la seguridad ciudadana, La Paz pública y condiciones de armonía social debe haber consensos entre las fuerza políticas y los liderazgos nacionales; son exigencias mínimas de responsabilidad democrática, terrenos donde no cabe la división y donde se deben sumar fuerzas; si no se entiende, si se elude o, al contrario, se utiliza para golpear y ganar ventajas, se estará mostrado severa limitación para ser merecedores de la confianza de la gente y la oportunidad de gobernar. Es enorme el daño que nos han hecho la politiquería y la frivolidad, mientras los grupos políticos juegan a lo que sea son los delincuentes quienes se ensañan con la gente. Los desaparecidos, las fosas, las extorsiones, las pilas de cadáveres y los asesinatos debieran ser motivo suficiente para adoptar posturas serías y comprometidas, para darle prioridad a su atención, para unir fuerzas y devolvernos la tranquilidad como fin estratégico de los que aspiran a ocupar cargos en la vida pública.
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Recadito: Preguntemos quienes serán y como le harán para gobernar los municipios