De acuerdo a Abn Asad la deshumanización abarca todas las manifestaciones de lo humano, desde lo más “tosco” es decir, el cuerpo, hasta la manifestación más sutil que podríamos llamar la “cualidad humana
Todo este proceso va a cristalizar en una inversión del mismo núcleo del hombre. El escritor afirma que es el conocimiento lo que da fundamento al ser humano y la base de ese conocimiento es el principio de la “verdad”. Si éste es –con propiedad- el “principio “de lo humano, ¿cuál será su final? Si el origen del ser humano es el conocimiento, la destrucción de ese ser humano conllevará una inversión de ese conocimiento, que tendrá la apariencia (sólo la apariencia) de una “doctrina”, una nueva falsa verdad, una transmisión de ignorancia contra tradicional. Esa “doctrina” sin más verdad que una ilusión, sin más conocimiento que el error, sin más esencia que lo grotesco, se mostrará como la destrucción intelectual del ser humano. Si esto se manifiesta en el cuerpo del hombre tras su destrucción a través del espectro inframaterial, ahora veremos la manifestación del residuo intelectual del humano rebajado de los límites que le son propios: “la doctrina luciferina”.
Sabemos que muchos lectores van a extrañarse con esta nomenclatura, y –con razón- van a pedir una explicación a la utilización de esta voz: “Lucifer”.
Es entendible las reservas que se pueden tener al utilizar este nombre. Sin entrar en complejas cuestiones sobre el término y sobre su uso (muchas veces abusivo y pocas veces apropiado), resumimos lo que entendemos por Lucifer: no es más que la tendencia infrahumana; y si utilizamos ese término es sencillamente porque es el que con más frecuencia utilizan los apologistas del Novus Ordo Seclorum.
Son ellos mismos (altas finanzas, políticos, militares, banqueros internacionales, periodistas, directivos corporativistas…) quienes han hecho y hacen referencia explícita a Lucifer incluso a una “doctrina luciferina”. Resulta fácil encontrar reportes que documentan estas referencias por parte de todo el espectro del Establishment. Sólo por eso utilizamos esa nomenclatura: porque a falta de una que dé forma a lo más amorfo y monstruoso, vamos a utilizar el nombre que el mismo monstruo utiliza, sólo con un valor práctico para referirnos a algo que preferiríamos no referir y que sólo nos merece desprecio. Este desprecio da fuerza a nuestro deber de combatir a aquello que identificamos como enemigo: lo que nos rebaja como humanos. Eso es todo lo que merece la pena explicar con respecto a “lo luciferino” como palabra, y –por extensión- se puede aplicar a toda referencia que hagamos a “lo satánico”, siempre utilizando esas palabras a falta de otras mejores, y con conciencia plena de que son esas mismas las que los artífices del Novus Ordo Seclorum utilizan.
Uno de esos artífices (y “artífice” aquí significa simplemente “marioneta” de una fuerza inferior inconsciente) fue Albert Pike, un infame personaje que adoptó por primera vez el término que aquí usamos: “doctrina luciferina”. No nos gusta nada detenernos en perspectivas históricas, y mucho menos, biográficas de este tipo, pero ¿quién fue Albert Pike? Nuestra respuesta: uno más de una serie de personajes que a lo largo de los tres últimos siglos trabajaron en las fases postreras de la construcción del mundo moderno, lo que desde la perspectiva de estas fuerzas se llama “nuevo mundo”, y desde la perspectiva humana se llama “último mundo”, en el sentido de que cerrará el actual manvantara. Desde el punto de vista histórico, ¿quién fue Albert Pike? Un militar, abogado y escritor norteamericano nacido en 1809 y muerto en 1891, alto iniciado en la masonería, graduado 33 del Rito Escocés, prestigioso teósofo teórico masónico, miembro de numerosas logias europeas y norteamericanas, satanista declarado, racista sin complejos, fundador del KuKluxKlan, y contacto estratégico del Priorato de Sión en Estados Unidos. Precisamente a través de estos contactos con grupos de poder europeos, Pike mantuvo una relación estrecha con Giuseppe Mazzini, otro personajucho clave en esta trama. Sin entrar en cuestiones históricas sobre esta siniestra pareja (insistimos: no interesa), una carta que Pike escribió a Mazzini expuso con un profético estilo ditirámbico, la situación apropiada en la que la “doctrina luciferina” triunfaría. En la carta, Pike explica como “tras enconar las pasiones de las masas”, la humanidad sufriría “tres grandes guerras” que darían pie a presentar “la auténtica doctrina luciferina” que llevaría a los hombres a “niveles de salvajismo nunca antes conocidos”. Más allá de fantásticas lecturas, esta “presentación de la auténtica doctrina luciferina” hace referencia al triunfo ideológico del proceso de ordenación mundial que los grupos de poder europeos(a los que Pike y Mazzini estaban vinculados) planearon bajo diferentes nombres:
“Novus Ordo Seclorum”, “Gran Obra de las Eras”, “Nuevo Orden Mundial”, “el nacimiento del hombre nuevo”… el término “doctrina luciferina” se volverá a usar repetidas veces por otros apologistas de este proyecto.
Por lo tanto, la “doctrina luciferina” sería la expresión del conocimiento propia de la infrahumanidad, lo cual sería en sí mismo una contradicción, pues en lo infrahumano no existe conocimiento posible. He aquí su auténtica naturaleza: la impostura. La “doctrina luciferina” no es ni puede ser una doctrina; se trata de una ilusión intelectual, una suerte de parodia grotesca del principio gnoseológico. Si el conocimiento humano tiene la verdad como principio, en la imposición de la ignorancia es la mentira quien tiene que ejercer de centro y núcleo de la contrahechura doctrinal, aunque sea sólo a un modo imitativo.
Como reflejo invertido de la verdad cualitativa, la mentira se mostrará bajo formas cuantitativas: es la cantidad donde se apoya el error para disfrazarse de carnavalesca verdad. Esta endiablada sustitución de principios es la que da a la “ciencia” desarrollada en los últimos cuatro siglos (de hecho, la llaman “ciencia moderna”) ese carácter experimental, utilitarista y evolucionista, que actualmente ha sido llevado al máximo extremo conocido.
Así, el Establishment ejerce sus políticas militares (por ejemplo, invadir un país o masacrar a un pueblo), políticas económicas (cobrar un impuesto nuevo o “sanear” a las entidades bancarias que han creado una crisis económica), políticas medioambientales (ocupar una región para “protegerla” o prohibir la pesca tradicional), políticas sanitarias (legalizar o ilegalizar una droga, vacunar en masa a la población…) El poder ejerce sus “políticas” con el pretexto que ya hemos visto como centro de la “doctrina luciferina”: la mentira.