Las notas políticas del momento en Veracruz tienen que ver con las próximas elecciones municipales mientras que, en el país, se van colocando de manera muy general las relacionadas con la sucesión presidencial. Prácticamente todos los partidos han definido sus candidatos a ediles, al igual que ya se aprobaron a los independientes. El saldo democrático es muy pobre en los mecanismos electivos internos, omitiendo a las bases y excluyendo aspirantes que no lleven algún tipo de padrinazgo. Lo curioso es que esas prácticas se presentaron en todos los partidos, nuevos y viejos, evidenciando una crisis estructural de ese tipo de organizaciones, las cuales han dejado de jugar un papel democratizador para pasar a ser, más bien, membretes o siglas con registro legal y de auto representación.

La forma vertical y cupular que integran las planillas municipales es el antecedente directo o la condición fundamental de Ayuntamientos débiles y cooptados por intereses particulares; es mucho más fácil que se presenten improvisaciones, frivolidades y corrupción con autoridades ilegítimas de origen y obedientes de grupos de poder. Es dramática esa realidad política veracruzana, sin creer que tenemos la exclusividad. Pareciera ocioso detenerse en la crítica y la reflexión sobre este momento en la vida pública de Veracruz, sobre todo ante la contundencia en los comportamientos partidistas y la timidez opositora interna. Es evidente el abandono de proyectos colectivos, la falta de autenticidad en los perfiles y la nociva exclusión de voces diferentes.

Los ciudadanos observan con más pena que interés los espectáculos partidistas, sus jaloneos, su esmero por evidenciar raquíticas formas políticas y su lejanía con los intereses de la gente. Ese tipo de comportamiento es la mejor promoción del abstencionismo y el rechazo a la política, con lo cual perdemos todos, pierde la sociedad y pierde la democracia. De las imposiciones, dado el caso, pasamos al desinterés y a la generalizada falta de participación en los asuntos públicos. Puede ser más cómodo y fácil gobernar sin la gente pero, a la larga, resulta contraproducente en aportaciones fiscales, conservación de instalaciones públicas, denuncias ciudadanas, redes de solidaridad, seguridad, cooperación para obras, limpieza, campañas de salud, etc. .

Mucha gente se pregunta quienes se dedican a la política y para qué sirve ésta; etapas como la actual, intensa y masiva, nos muestran los rostros de nuestros políticos, reales, de carne y hueso, con su trayectoria y sus ideas. Es cuando se pueden examinar y hacerse merecedores de nuestro voto. El déficit de capacidades, voluntades y autenticidad es enorme, haciendo de su ubicación una auténtica hazaña entre la maraña de nombres, sonrisas y promesas. Esos son nuestros políticos, de todos los colores, ellos ocuparán los cargos edilicios, tendrán que ver con los asuntos cotidianos de la vida municipal; no son ángeles, son hombres y mujeres con propósitos que pueden o no coincidir con la colectividad. Será tarea ciudadana resolver a quien le da su voto y, con él, la confianza y el mandato para gobernar conforme al interés general.

Sin duda, la futura elección presidencial federal rondará al proceso municipal, por estrategia de ciertos partidos o por inercias; tal vez sea inevitable que así sea. De ocurrir esa especie de mezcla electoral, habrá que hacer un esfuerzo mayor porque no se dejen de valorar las candidaturas locales, distinguiéndolas de las que ya suenen para «la grande». El edil electo es quien va a dar la cara a nivel local, quien tomará las riendas del Ayuntamiento y será responsable de su buena marcha. Eso es suficiente para fijarse muy bien en el perfil de los candidatos, distinguir de sus capacidades y optar correctamente.

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Recadito: Es indispensable, sana y normal la unión de los diversos contra la violencia.