Guillermo H. Zúñiga Martínez (+)

Los consejos más importantes que han surgido de pedagogos de fama mundial condicionan la enseñanza pacífica, calmada, interesante y que tiene como propósito enriquecer los conocimientos de cada alumno.

En la sociedad existen muchas diferencias, no conviven con igualdad los diversos grupos sociales, acostumbran dividirse, distanciarse y servir a intereses ajenos cuando lo que más interesa a la educación es la igualdad humana.

Estoy plenamente de acuerdo con la intención que siempre ha tenido la pedagogía de la revolución cubana, dado que hace todos los esfuerzos para que los ciudadanos se preparen. Causa alegría y honor saber que en aquella isla ya no existe analfabetismo, a grado tal que inventaron un procedimiento de enseñanza de las letras que ha cobrado fama internacional.

La educación en ese país se reproduce, con el propósito de que se cultiven valores importantísimos para el enriquecimiento de las relaciones humanas.

Se ha criticado mucho a la revolución cubana por aspectos de carácter material, ya que han deseado lograr la igualdad y, aunque no lo creamos, han sembrado grandes esperanzas en la convivencia porque técnicos, médicos, abogados, ingenieros, etc., se sienten muy honrados de la preparación que han podido obtener y los servicios que prestan a la sociedad en su conjunto.

Aquí el pedagogo alemán Enrique Pestalozzi coincide íntegramente con las tendencias de la república que vio nacer a José Martí, porque en ambos aspectos sobresalen los ideales igualitarios, lo más interesante es que los seres humanos tengan las mismas características económicas y se distingan por los conocimientos que logran captar a través de sus estudios.

En razón de lo anterior, lo que llama la atención y se impone todos los días, es que en un país como el nuestro no haya problemas, encontrones entre los propios nacionales, sino que la educación nos enseñe a convivir, a entender y comprender a los demás y permita recordar, por ejemplo, a Porfirio Díaz quien trataba muy bien a los que tenían poder económico y político pero daba un trato desdeñoso a los campesinos que hacían producir alimentos en el campo mexicano, por lo que las acciones porfirianas siguen discutiéndose, ya que se encuentran completamente elogiosas en un aspecto y con necesidad democrática en la misma presencia del dictador y sus colaboradores.

En México no fueron destacados los campesinos, los obreros ni los técnicos, lo que más se conoce son los científicos; por la cultura que obtenían tanto de México como del extranjero, eran brillantes en la tribuna o por las letras, sin importarles la pobreza y la falta de progreso de los connacionales.

La historia mexicana, en lugar de sembrar odios y diferencias, debería tener como propósito hacer comprender que lo más importante es el conocimiento, el estudio y la cultura de los habitantes porque eso nos llenaría de orgullo para transitar por los caminos del progreso y la convivencia social.

Pero no faltan aquellos que se sienten muy orgullosos al nombrar a los ciudadanos más ricos de este país, como si esos fueran los que sirvieran de ejemplo a los que habitan las rancherías, congregaciones y municipios pobres.

México debería preocuparse por lograr la distribución económica entre todos, incluyendo los que, con base en los datos que nos ha dado a conocer Ricardo Olivares Pineda, forman el 16% de los mexicanos que padecen hambre y tienen muchas necesidades.

Se debe trabajar para que las oportunidades sean máximas para todos y los recursos de los mexicanos no tan sólo sirvan de becas para que se abandone el abrevar de conocimientos.

Urge impulsar la agricultura, que permita crecer día a día en la tecnología y en las satisfacciones de cada uno de los hombres y mujeres que trabajan en este país.

2014