Por Ramón Durón Ruíz (†)
El día de la Madre, es quizá dentro del calendario cívico de los mexicanos, la fecha con un significado especial; para el mexicano, la madre es todo, desde la picardía en el colectivo social, en donde se dice: me fue a toda m…, no vale m…, está a toda m…, se lo cargó su tiz… m…; hasta en el otro extremo que raya en lo sublime cuando la llamamos madre patria o madre naturaleza.
Lo cierto es, que en el libro que cada uno vamos escribiendo en nuestras vidas, el 10 de mayo, es el día más significativo, porque es un día dedicado a la sublime mujer que nos dio vida; mujer en la que se conjugan todas las bondades que el ser humano puede poseer: indulgencia, protección, amor, solidaridad, perdón, ternura, fe, esperanza, caridad, tenacidad, perseverancia.
Una madre es la máxima expresión de bienaventuranza que el ser humano puede encontrar en la vida; “qué tanto poder no concentrará la palabra Mamá, que es la primera que pronuncia en su vida el poderoso o el humilde, el sabio o el ignorante, el rico o el pobre, el fuerte o el débil, el viejo o el joven”.
Una madre tiene la fuerza de un huracán para darle aire a las alas de sus retoños e impulsarlos a volar en busca de sus sueños cuando quieren desfallecer. Sólo ella posee esa magia de vida, de fortalecer a sus hijos en los momentos de dolor sin invalidarlos, sólo ella tiene esa alquimia en sus brazos que cuando abraza siempre será la más amorosa fuente de bienestar.
Una madre sella con el primer beso en su regazo sagrado el camino del amor de los hijos, en ella se concentran no sólo las miles de bendiciones que Dios tiene en el cofre de abundancia para los hombres, sino también, todas las profesiones del mundo, ella es al mismo tiempo: maestra, doctora, psicóloga, cocinera, modista, administradora, chofer, conciliadora, abogada, orientadora y guía.
Una madre en su profesión de maestra, “enseña a sus descendientes a cantarle a la vida con amor, a regocijarse en sus dones, así como a reconocer sus virtudes, sabiendo que están aquí como parte del milagro de la vida para triunfar y ser feliz, enseñándoles que serán tan viejos, como el resentimiento, tan jóvenes, como la esperanza y el buen sentido del humor que posean”.
“Una madre es la máxima fuente de amor en el universo”, amor que se da a plenitud, sin términos medios ni reticencias, sólo ella puede enseñar a hacer todo el bien que se pueda, en todas las formas que se pueda, en todos los lugares que se pueda, a todas las personas que se pueda, todo el tiempo que se pueda.
Una madre es la máxima expresión de amor en el universo, es amor que se da a plenitud; a todas las madres, las presentes y las ausentes, les deseo Feliz Día de la Madre. Concluyo mi comentario con unas palabras de mi maestro y amigo, Armando Fuentes Aguirre “Catón”:
–– ¿A cuál de tus hijos quieres más? ––preguntó Dios a una madre.
–– Señor –respondió ella:
Al ausente… hasta que vuelva.
Al enfermo… hasta que sane.
Al preso… hasta que recobre su libertad.
Al que sufre… hasta que se sienta consolado.
Al malo… hasta que otra vez sea bueno.
Al que le falta todo… hasta que no le falte nada ya.
Al descarriado… hasta que retome el buen camino.
Al que está solo… hasta que no padezca ya su soledad.
Al triste… hasta que goce del buen sentido del humor.
Conmovido, dijo entonces Dios:
–– No sé por qué dudan algunos que hay un Dios en el cielo, si hay tantas madres como tú en la tierra.
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