Hay ciudadanos que están pensando seriamente no ir a votar este domingo 4 de junio. Unos lo hacen por abulia, otros por desilusión, muchos por miedo.
Igualmente, hay muchos ciudadanos que sí piensan ir a votar. Unos por convicción democrática, otros porque los van a llevar -convencidos por diversas razones-, algunos porque pretenden vender su voto, es cierto.
La clave de la democracia es que todos fueran por su voluntad, y que ejercieran su derecho a elegir, sin presiones de ninguna naturaleza.
Imagine la sagaz lectora, piense el candoroso lector lo que sería un mundo en el que todos acudieran a las urnas en santa paz, que cada quien cruzara la boleta por el candidato que considerara podría ser el mejor como gobernante, que su voto contara y se contara bien… y que al final de la jornada los candidatos perdedores reconocieran al ganador, y que ellos y sus partidos ofrecieran su reconocimiento y su apoyo a la nueva autoridad.
Sueñen por una vez (dejadme la esperanza) que no hubo guerra de lodo ni enconos estériles ni intentos de triquiñuelas electorales.
Idealicemos que los mapaches son solamente unos animalitos pertenecientes a la especie de los carnívoros y al género procyon (especie tipo lotor en Norte y Centroamérica); que su nombre en náhuatl significa “que tiene manos”, pero que tiene las manos limpias; que son nocturnos, poseen un agudo sentido del olfato y son buenos trepadores (aunque no sociales).
Y sepamos que nuestros sueños y nuestros ideales son posibles, pero que para llegar a la utopía se necesita que empecemos por ir a votar, que convenzamos a nuestra familia, a nuestros vecinos, a nuestros amigos para que los que vayamos seamos una multitud, una legión, una masa creativa que obligue a la limpieza del proceso.
No hay mejor antídoto contra la corrupción electoral que las largas filas frente a las casillas.
He ahí el primer paso, el más fácil si lo pensamos porque sólo requiere de unos minutos dominicales y resulta hasta emocionante ese paseo electoral que se puede hacer con toda la familia, para que los hijos pequeños vayan tomando la costumbre de ir al lugar en donde están las urnas y vean a otros ciudadanos cumpliendo su labor con responsabilidad al frente de la casilla.
Los pasos siguientes son participar activamente como sociedad en las decisiones gubernamentales y exigir a quienes elegimos que cumplan sus promesas y haga bien su trabajo… bien y con honradez.
Yo opino que el voto no se debe anular. Respeto la decisión de quienes piensan lo contrario. Lo que sí no se me hace respetable es que se opte por el abstencionismo, porque es la manera en que dejamos de ser parte activa de la comunidad (dejamos por eso de “participar”).
Vamos todos a votar este domingo. Será, les aseguro, para bien de la población.

PD. En atención al silencio electoral decretado por el OPLE del jueves 1 al domingo 4 de junio, esta columna dejará de aparecer en lo que resta de la semana. Nos vemos el lunes 5 de junio (mes del periodista, mes del padre y mes de mi cumpleaños en el que se me agolpan las felicitaciones, gracias). Ese día ya tendremos los primeros resultados de las elecciones. Suerte para todos.
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