*Viajo, luego existo. Camelot.

Tomo un vuelo de un par de días para estar en la frontera, como decía Juan Gabriel: a mí me gusta mucho estar en la frontera. Sitio que no había venido desde que el presidente Donald Trump se apoderó de este gobierno y lo puso a temblar. Llego a Texas, frontera con Tamaulipas, pecho a tierra, la violencia en este estado no termina. Hace años que los carteles se apoderaron de este sitio, y las cárceles son sitios de muerte y enfrentamientos. Vuelo del aeropuerto de Veracruz a Reynosa. Por Viva Aerobús, en una hora y piquito ya estamos inmersos en esta frontera, con calor de 37 grados. Lleno en su totalidad. Vuelo sin problemas, apenas tiempo para una pestañita cuando ya estás en la pista y ya estás en la sala de espera por tu maleta, viendo a los perros huele-drogas hacer su trabajo canino. En todo el año no había estado en la frontera, desde aquel noviembre en Washington, cuando la caída de Hillary Clinton sorprendió al mundo y mucho gravitó en contra de los paisanos migrantes, que vienen por el trabajo y a integrarse a esta cultura de esfuerzo y su sueño americano. En la hotelería, comercio, en el campo, en todos lados se habla español. Vamos, debía haber letreros, en esta Ciudad Santuario, donde se pusiera: Se habla inglés. Texas es un estado muy republicano, no hace mucho en su capital, Austin, un grupo de migrantes mexicanos se paró ante el Congreso y protestaron por haber aceptado que las policías de la calle se comporten como los agentes de ICE, la policía de migración. Les ha costado. Ahora mismo hay negocios que están cerrando, llevan varios meses en crisis, es otra pena extra, porque le pega a los trabajadores mexicanos del comercio. Hay ofertas en casi todas, en la Plaza Mall hay una perfumería que remata los mismos, cerrará en unos días, los de marca muy baratos. Dejaron de venir los mexicanos por dos razones, la primera, el asedio aquel de la leyenda de que si veían algo sospechoso, te quitaban la Visa y para recuperarla hay que dejar pasar cinco años y una poca de gracia y otra cosita, le ocurrió a algunos artistas mexicanos que, por no decir que venían de trabajo a sus shows, se las retiraron y ahora a esperar esos dichosos cinco años. Otra razón era el dólar, que estaba en las nubes, ahora mismo baja y baja y Trump sufre y sufre, pues su cesado exdirector del FBI le está desenmascarando sus fechorías. Las de un ‘bad hombre’, las mismas que intentaba cimbrar con los migrantes, cuando les llamó así. Llego al hotel Doubletree, de Conrad Hilton, el suegro por la Paris Hilton, aquella socialité cachonda que ha dejado de ser la número uno de los escándalos y las poses atrevidas y de los videos sexuales, hace un buen tiempo que no sé de ella.

EN MC ALLEN (TEXAS)

Desempaco, un poco de agua a la cara al estilo de un baño vaquero, levantarse a las 6 de la madrugada y tomar la mugre autopista de Capufe, para ir al aeropuerto Jara de Veracruz, siempre implica desmañanarse. Silvia, la conductora designada, mujer que presta sus servicios en un taxi propio y muy suyo, desde Mc Allen, me cuenta los pormenores del pueblo tamaulipeco. Le entrego sus dos kilos de café cordobés, que le compré en los Portales la semana pasada y le obsequio, cuando tomé un café y escuché a una parte del pueblo quejarse por el triunfo de una mujer candidata, a quien no le dan muchas esperanzas de levantar a Córdoba, dicen no saben en qué pensaba Yunes cuando la postuló, aunque Yunes jura y jura por la Virgen de Soledad de Doblado, que no metió las manos, sitio donde un panista entregará la sucesión a otra panista, asunto que desencantó a ese pueblo, que no tiene mar. Suelen ser así las elecciones, a toro pasado las quejas y los quebrantos y los ‘hubiera’ simbolizan los dramas; hubiera sido mejor tal candidato. Habla Silvia de que aquí han cerrado muchos negocios, porque en Reynosa los pagos de cuota de extorsión han excedido los limites. No solo eso, hace no mucho la maluria levantó a unos siete gerentes de tiendas de cadenas importantes, porque se negaban a pagar el piso. Cosas de este México nuestro, donde la delincuencia crece y crece y no deja de crecer, como los peces en el rio, que beben, y beben y vuelven a beber. Calor terrablanquense, sofocante. Alquilamos el auto y a rolar, encuentro en el lobby a un trabajador mexicano, nacido aquí, su padre es de Veracruz pero no lo conoce. Nunca ha ido a nuestro pueblo. No tiene problemas, dice, vive en Reynosa y a diario cruza la frontera con su permiso de trabajo. Ciudad Santuario que dejó de serlo, para integrarse al desesperante esfuerzo de este gobierno de corretear y detener a los migrantes, para deportarlos a nuestro México lindo y qué herido. Veo que veo, y como vea les cuento. Solo rolaré un par de días, regresar a la aldea donde se quedaron con las impugnaciones y los quebrantos en ese tapete electoral, que a muchos lastimó, a otros sorprendió, y algunos de ellos fueron los primeros sorprendidos por sus triunfos, cuando les daban el honroso tercer lugar.

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