Por Ramón Durón Ruíz (†)
El prestigiado literato Francisco Javier Baltierra, al escribir sobre el general y ex presidente de México Álvaro Obregón, nos dice:
“A este personaje le disgustaba que los militares le atribuyeran sus derrotas a su mala suerte; tanto que un muchacho le preguntó a Obregón:
— ¿Verdad mi general que la mala suerte existe?
— Por supuesto que existe, pero Dios la reparte sólo entre los pendejos.”
Y es que pendejo, de acuerdo al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, es un vello púbico, igualmente el de una planta cuyo nombre científico es Sonchus Oleraceus, pero el pueblo al hacer uso de ella en juego malabar, utiliza la palabra como un insulto.
Así es como hasta ahora es que entiendo la oración, que cuando despunta el día hincado en un acto de constricción hago al lado de mi catre de lona:
“Señor: Ayúdame a encontrar un pendejo…¡¡Porque luego, luego dan conmigo!!”
A Einstein, quien tenía la virtud –entre muchas– de gozar de una genial rapidez mental, en numerosas ocasiones bañada de la buena chispa del humor, cierto día un periodista con quien charlaba le inquirió:
— ¿Me puede explicar la Ley de la Relatividad?
— ¿Me puede usted explicar –respondió Einstein–, ¿cómo se fríe un huevo?
— Pues sí –dijo extrañado el periodista–, ¡sí que puedo!
— Bueno pues hágalo, pero imaginando que yo no sé lo que es un huevo, ni una sartén, ni el aceite, ni el fuego.1
El viejo Filósofo dice que “Todos tenemos por lo menos cinco minutos de pendejez al día… el secreto está en no excederse”. Y es que si hay algo difícil de explicar, es cualquier tarea, domicilio, tema u oficio a un pendejo… ¡ahh!, y los que son hartos peligrosos son los pendejos con iniciativa y aún más, los pendejos con fuero. ¡Que Dios me libre de uno de ellos!
Decía el cantante Facundo Cabral: “Mi abuela estaba casada con un coronel… solamente le tenía miedo a los pendejos. Un día le pregunté:
— ¿Por qué?
— Porque son muchos y no hay forma de cubrir semejante frente. Por temprano que te levantes, ya está lleno de pendejos.”
Don Hermenegildo “El Maistro” Torres, quien con excepcional maestría fundó en 1958, la asociación Pro Unificación de los Pendejos, escribió un manual, grabó discos y dictó conferencias de esa “especie humana en constante expansión” que son los pendejos.
Él afirmaba: “Sólo hay dos clases de pendejos: los que lo son y los que no reconocen que también lo son.” Durante largo tiempo combinó la fina picardía –que la vida le dio a raudales– con su oficio de tornero, en un taller de troquelado en su natal Saltillo. Tuvo el buen tino de hacer una genial clasificación del pendejo, entre las que encontramos:
El pendejo optimista… aquel que cree que no es pendejo.
El pendejo pesimista… cree que sólo él es pendejo.
El pendejo esférico… por el lado que lo veas es pendejo.
El pendejo enciclopédico… sabe un montón de pendejadas.
El pendejo literario… escribe puras pendejadas.
El pendejo creyente… cree en cualquier pendejo con fuero.
El pendejo pedigrí… desciende de pendejos campeones.
Para concluir, me permito parafrasearlo: “Cierto día le preguntaron:
— Oiga Don Hermenegildo, ¿usted cree que algún día se acaben en la política los pendejos?
— Es muy difícil… se muere uno ¡¡¡Y LO CARGAN CUATRO!!!
1. http://www.taringa.net/posts/humor/7798144/El-humor-de-albert-Einstein.html
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