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1. La fecha y las circunstancias. El primer desacuerdo sobre la muerte de Alejandro el Grande es en torno a la fecha en que se produjo: unos autores –la mayoría– dan el 13 de junio y otros el 10. En cualquier caso, fue en el palacio de Nabucodonosor II, en Babilonia, cuando al rey macedonio le faltaba poco más de un mes para cumplir 33 años. Se sabe que el 2 de junio había participado en un banquete organizado por su amigo Medio de Larisa y que, tras beber copiosamente, lo metieron en cama por encontrarse gravemente enfermo. Ya no se recuperó.

2. Las causas. Existen varias teorías sobre el motivo de dicha enfermedad mortal. La más extendida en la Antigüedad –sostenida por Justino y Curcio y recogida por Plutarco– fue la del envenenamiento con heléboro o estricnina, administrado por los hijos de Antípatro (regente de Grecia), Casandro y Yolas; este último, copero real de Alejandro. Esta teoría ha sido puesta en duda por historiadores modernos, ya que pasaron diez días entre el banquete y la muerte y en el mundo antiguo no había venenos de efecto tan lento. Por los síntomas, se apunta a una pancreatitis aguda o a una recaída en la malaria que Alejandro contrajo en 336 a.C.

3. Sus últimas palabras. Estando Alejandro en su lecho de muerte, sus generales le preguntaron a quién quería legar su Imperio. Se debate mucho lo que respondió: Krat’eroi («Al más fuerte») o Krater’oi («A Crátero»). La mayoría de historiadores cree que, de elegir a uno de sus generales como sucesor, obviamente habría sido a Crátero, comandante de la parte más grande del ejército, la infantería, excelente estratega y macedonio ejemplar. Pero Crátero no estaba presente y los otros candidatos decidieron que había dicho «Al más fuerte».

4. Testamento y disputas sucesorias. La falta de un heredero legítimo (Alejandro, el hijo que esperaba de Roxana, nacería tras su muerte, y su otro hijo, Heracles, era de una concubina) desató una guerra sucesoria entre los generales que acabó partiendo el Imperio en varios reinos. Además, los sucesivos asesinatos de sus dos hijos, de su madre, Olimpia, su viuda, Roxana, y su medio hermano, Filipo Arrideo, extinguieron la dinastía argéada. Y eso que, según Diodoro, Alejandro habría dictado un detallado testamento a Crátero poco antes de morir: otra incógnita sin resolver, pues de dicho documento no ha quedado ningún rastro.

5. Su tumba. Tal vez el mayor misterio sea el del emplazamiento actual de los restos mortales del macedonio. Según las fuentes antiguas, el cuerpo se conservó en un recipiente de arcilla lleno de miel, que a su vez se introdujo en un ataúd de oro. Ptolomeo I lo llevó a Alejandría (Egipto), donde la tumba fue visitada –y a veces saqueada– hasta el siglo III por fascinados personajes de Roma como Julio César, Octavio Augusto, Calígula o Caracalla. Y después desapareció. Teorías: que está en el santuario de Siwa (Egipto), todavía en Alejandría o en Macedonia.