“¡Agárralo, que me dio en la cabeza!”, le digo a mi pareja mientras mi mano comprueba los daños: físicos, nulos. ¿Mi sentido del ridículo? Bueno, ese sí parece un poco contrariado. Mientras tanto, Karina Galicia vuelve al escenario, disculpándose por si le dio a alguien en el ojo. Tan alegre, tan llena de energía, con tanto talento, que a pesar del sobresalto, no tardo en reponerme. Además, mi pareja ya se ha alzado triunfador con el disco Para ser libre, del grupo xalapeño Hilvana.
En la pestaña de información de su fanpage de Facebook, Hilvana se define como un grupo de soul-folk. Quienes poco sabemos de géneros musicales tenemos que recurrir a otras palabras para describir lo que estamos escuchando: fresco, alegre, liberador, podrían ser las que usáramos para recordar el concierto que este sábado Hilvana dio en el Ágora de la Ciudad, el último de su gira como becados del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca). Pero éste solo fue el fin de una temporada que augura una larga carrera dentro de la música independiente.
Sin complicaciones líricas, apelando a la palabra cotidiana realzada por un sonido vibrante, Hilvana canta por la libertad y la independencia, la fortaleza y la resiliencia… Quizás, en términos mayores, por la felicidad.
Hilvana es un grupo joven formado por Abraham Rendón (guitarra), Alexis Contreras (batería), Carlos Martínez (trompeta), César Betancourth (bajo), José Carlos Pérez (saxofón) y Karina Galicia (voz). Todos, originarios de Jazz UV, una prueba más de que impulsar las artes en Xalapa nunca será un error.
Agradecidos con la oportunidad que el Fonca les dio, Hilvana no dudó en compartir su alegría con sus seguidores no sólo con su música, sino también con su mercancía. Karina demostró no sólo ser una excelente cantante, sino tener la habilidad de interactuar con el público de manera confiada y abierta. Fue ella quien dirigió las dinámicas de regalos y la que lanzó al auditorio un par de playeras y el disco que fue a parar a mi cabeza… ¡Suerte que no es de plástico!
De hecho, Para ser libre no solo es un disco seguro para nuestras vulnerables molleras, sino también uno que no contento con complacer el sentido del oído, busca alegrar el de la vista con una cubierta de cartoncillo con motivos dorados, pero discretos, que esconde un interior original, casi cubista, lleno de colores tan vibrantes como la música que contiene. Con productos así, el streaming pierde gracia.
Cerca de las 9:00 de la noche, el concierto acabó. Algunos sostenían sus regalos con emoción, esperando el término para acercarse al grupo y pedir un autógrafo; otros, aún teníamos el cosquilleo en las palmas de los aplausos que no habíamos terminado de dar. El ánimo alrededor era exultante, producto de un rato de buena música que no dudamos que se repita y cada vez más con más éxito. ¡Enhorabuena!
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