México cuenta con 12 volcanes que se consideran activos: Bárcena, Ceboruco, Citlaltépetl, el de Fuego de Colima, Chichón, Everman, Nevado de Toluca, Paricutín, Popocatépetl, San Martín, Tacana y Tres Vírgenes, según datos del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Por ello, la investigación que se realiza en el país en torno a la actividad volcánica es determinante para generar conocimiento que permita estar preparados para enfrentar posibles desastres naturales, así lo consideró en entrevista para la Agencia Informativa Conacyt el doctor Juan Manuel Espíndola Castro, investigador titular del Instituto de Geofísica de la UNAM, quien explicó cómo es que a través de su proyecto han identificado que la actividad sísmica está directamente asociada a la peligrosidad de los volcanes.
Al respecto, dijo que uno de estos volcanes activos es el de San Martín Tuxtla, que está en la región de Los Tuxtlas; se trata en realidad de un campo volcánico —área con una gran cantidad de volcanes— donde muchos de los volcanes son pequeños conos y hay también cráteres de explosión conocidos como mares, todos ellos idóneos para estudiar la actividad sísmica asociada a los volcanes.
Agencia Informativa Conacyt (AIC): ¿En qué consiste su trabajo?
Juan Manuel Espíndola Castro (JMEC): Nuestro país tiene cerca de una docena de volcanes que se consideran activos. Qué quiero decir con activos, pues bien, no que estén en erupción sino que han tenido una erupción en el pasado geológico reciente y que, por lo tanto, podrían tener una nueva erupción en el futuro.
Hay que considerar que la vida de los volcanes es muy larga —hablando en tiempos geológicos—, entonces un volcán que tuvo una erupción hace 20 mil y hasta unos 50 mil años, se le considera pasado geológico reciente, es como decir, en tiempos geológicos es como decir fue ayer.
En ese contexto, uno de estos volcanes es el de San Martín Tuxtla, que está en la región de Los Tuxtlas, una región muy bella de nuestro país; se trata en realidad de un campo volcánico —área con una gran cantidad de volcanes— donde muchos de los volcanes son pequeños conos y hay también cráteres de explosión conocidos como mares.
En esta región, los principales volcanes son cinco, pero el que ha tenido la erupción más reciente es el de San Martín Tuxtla, que está muy cerca de Santiago y San Andrés Tuxtla. Su última erupción fue en 1793 —tiempo histórico— y esa erupción fue narrada por un científico mexicano, José Mariano Mociño.
Esa erupción causó tanto pánico en la región que el virrey envió a Mociño para que hiciera una narración y estudio de lo ocurrido en la región.
Pese a ello, no se habían estudiado a detalle sus depósitos y eso es lo que estuvimos haciendo, estuvimos en el área localizando las cenizas arrojadas en esa erupción, estuvimos mapeando la zona y midiendo sus espesores, porque a través de esa información que se conoce como estratigrafía volcánica —observar los diferentes estratos de los materiales arrojados— se pueden realizar estimaciones de qué tan altas fueron las columnas de humo, cuál era la dirección del viento y todas las variables que intervienen en una erupción.
AIC: ¿Cuáles son las etapas que ha atravesado?
JMEC: Debido a que este campo había sido poco estudiado, nosotros nos dimos a la tarea de establecer una red de sismógrafos en la región. Al tratarse de equipos autónomos, se deben descargar los datos periódicamente. De manera paralela a la recopilación de datos, nos dimos a la tarea de estudiar las cenizas que arrojó el volcán y que permanecen en la región.
Realizamos también estudios históricos, nos documentamos sobre lo que se ha escrito sobre el volcán, lo que se dijo y lo que se refiere a las características de la región. En resumen, establecimos la red, estudiamos los estratos y nos documentamos en tanto a la literatura histórica relacionada con el volcán.
Posteriormente también estuvimos recopilando información relacionada con la gravimetría y comenzamos al mismo tiempo estudios del campo gravimétrico del volcán para ver la estructura. En esa etapa encontramos cosas muy interesantes, por ejemplo, ahora sabemos que la sismicidad asociada al campo volcánico de Los Tuxtlas es muy leve, no hay gran cantidad de temblores.
Sabemos también que bajo el campo hay una enorme intrusión de materiales densos y estos son los que han dado origen a esa enorme multitud de conos, de volcancitos, a través de fracturas que se orientan hacia la superficie. El hecho de que sepamos cuáles son las características de la sismicidad nos ayuda a generar un fondo en el que podamos detectar cambios en la sismicidad si se presentaran.
Hemos entendido también que el hecho de que haya poca actividad sísmica no significa que no tengamos nada de qué preocuparnos, por el contrario, en esta zona, la actividad eruptiva no registra intensa actividad sísmica y ello deriva en que no haya mucho tiempo para realizar predicciones, es decir, a diferencia de los volcanes con lavas más viscosas y con gran actividad sísmica, donde se pueden hacer mejores predicciones, en estos casos no es así y el tiempo de respuesta para prevenir catástrofes es menor.
AIC: ¿Esos serían los hallazgos más relevantes del proyecto?
JMEC: Son de los resultados importantes y lo son por varias cuestiones, desde luego está la parte científica que básicamente consiste en saber cómo están funcionando los campos volcánicos, lo que sencillamente añade al conocimiento universal de cómo se da la actividad en ellos.
Otro aspecto importante es la parte social, porque gracias a estos trabajos ya tenemos nosotros información para prevenir desastres. Con el tiempo hemos invadido cada vez más zonas de alto riesgo como son las faldas de los volcanes; anteriormente no había mayor problema porque no había asentamientos, pero como la población va creciendo, se va acercando a los volcanes y ello supone un problema.
Después de la mala experiencia que tuvimos en México con el temblor de 1985, creo que cobramos mayor conciencia de lo que debemos anticiparnos a los desastres, eso es básicamente lo que hacemos, generar conocimiento que nos permita tomar medidas para prever los posibles daños ante la actividad de un volcán y que el impacto social sea mínimo.
AIC: Concluidas las etapas mencionadas, ¿cuál es el siguiente paso para el proyecto?
JMEC: Quisiera decirles que el proyecto ya terminó, pero no, este campo lo conocemos muy poco realmente y este proyecto aun cuando contribuye a su conocimiento, sencillamente podría ser solamente la base para futuros proyectos. Lamentablemente, no contamos con los recursos financieros para avanzar al ritmo que nos gustaría.
Incluso, ante la falta de recursos, actualmente estamos estudiando el campo volcánico de Mascota, en Jalisco, y lo tuvimos que mover porque allá contamos con un acuerdo de colaboración con colegas de la Universidad de Guadalajara, quienes están apoyando con el mantenimiento de los equipos que utilizamos.