Esquilo
Editorial Porrúa
México, 1963
Esquilo (525-456 a.C.) escribe esta tragedia en 472 a.C. Es la obra teatral más antigua que se conoce y conserva. Es la segunda parte de una trilogía donde la primera es Fineo, dedicada a esta figura mitológica que ayudó a Jasón y los Argonautas, para llegar a Asia, y la tercera Glauco Potnieo, que tiene como tema central la batalla de Platea (479 a.C.). La cuarta es un drama satírico que se refería a Prometeo.
En 472 a.C. la trilogía ganó las fiestas Dionisias en Atenas y en 467 a.C. también se representó en Sicilia. Es una de las pocas veces que una tragedia se volvió a escenificar en vida del autor. Los persas es la única tragedia griega que se conserva, que se basa en hechos contemporáneos.
Cuenta de la derrota de los persas y la victoria de los griegos en la Batalla de Salamina que tiene lugar en 480 a.C., apenas ocho años antes de que se represente la obra. Esquilo, el padre del género de la tragedia, participó en la batalla y también, en una u otra forma, gran parte del público ateniense que veía la representación.
En el palacio real de Susa, la capital de los persas, la reina madre Atosa, que fue esposa de Darío, espera noticias sobre la guerra. Su hijo el rey Jerjes encabeza las tropas persas. Un mensajero trae la noticia de la derrota de su Ejército a manos de los atenienses. Él consigue escapar y pronto estará de regreso.
Él cuenta, a pregunta de la reina, el desarrollo desastroso de la batalla. Ella acude a la tumba de Darío, su esposo, que aparece en forma de fantasma. Él explica que la derrota tiene su origen en la hibris (desmesura) de Jerjes que ha molestado a los dioses. Le pide a la reina que consuele a su hijo porque sus palabras son las únicas que va a soportar.
Así, Esquilo quiere expresar que han sido los dioses, más que los atenienses, los verdaderos responsables de la victoria. El fantasma de Darío también alude a la batalla de Platea, otra victoria griega, probablemente anticipando de este modo la tercera obra. La aparición en escena de un fantasma era poco común en las tragedias, pero hay otros casos.
Jerjes regresa vencido y avergonzado por la derrota, y en un principio no acepta que fue su hibris la que condujo a Persia a esta calamidad. Al final termina por aceptar la causa de su derrota (anagnórisis). Jerjes y el coro lloran, se lamentan y arrancan los cabellos. En esta acción su figura se dignifica y obtiene una mejor posición que al inicio de la historia.
Esquilo en la obra no menciona a ningún líder ateniense. No es una celebración de la guerra y las supuestas glorias que se derivan de ella. Tal parece que lo que quiere es que los espectadores se apiaden de los persas a quienes los atenienses habían derrotado solo ocho años atrás. Los vencedores están en el público.
Los especialistas sostienen que en esta obra, la más antigua de Esquilo y del teatro en el mundo, ya están presentes muchas de las características de los que va a ser su producción. La creación de distintas atmósferas y la tensión de los nudos dramáticos. Y esto en un contexto donde los acontecimientos son ya familiares para el público. Está también el tratamiento de los personajes que tienen hondura y gozan de múltiples matices.
@RubenAguilar
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