Los políticos se la pasan hablando de política, sus inquietudes e intereses saturan los espacios mediáticos; mucho de eso es superficial o falso, ni desarrollan ideas reales y propuestas ni son consecuentes con sus dichos; en gran medida la tragedia de México, en forma de pobreza e ilegalidad, mucho tiene que ver con la baja calidad de nuestra política y de nuestra democracia. La competencia en espacios y tiempo con la política es la farándula y el futbol, es cuestión económica y empresarial; los actores televisivos y los craks futboleros son modelo de la juventud y ciertas capas de la población. Tenemos un déficit grave en centralidad mediática con la educación, el arte y la ciencia; es cultural nuestro rezagos mayor. Hay quienes desde el mundo de la política creen que sus opiniones son lo más importante, que sus defensas o cuestionamientos son la expresión de las inquietudes de la gente. Yo lo dudo.

En aras de mantener algunos privilegios, chicos y grandes, hay quienes descienden bruscamente en calidad humana, promueven la mentira y los peores comportamientos. Son los políticos tradicionales, acostumbrados a ser vivales y pasar por encima de quién sea y hacer lo que sea, aun lo más bajo, para lograr sus fines. En mi experiencia se requiere mucho estomago para sobrellevar el trato o la observación de esos políticos de pacotilla. La política hueca y de interés personal o de grupo no sirve para la sociedad, al contrario, es un obstáculo para el desarrollo.

No quiero incurrir en los vicios que describo líneas arriba, hablando desde la tribuna de la política; hago una breve y extraña introducción para hablar de lo importante. Hay un millón de asuntos y temas que son más importantes que la vida política; hay ciencia, hay arte, hay educación, hay salud, hay comunidad y familias con sus actos cotidianos, sus retos y logros. La recreación de nuestro entorno, la proximidad personal y el día a día nos dan sentido y reafirman la importancia de cada quien, solo o en grupos. El descanso, la naturaleza, los panoramas, la comida, el diálogo, el afecto-amor, la ternura de los pequeños, el brindis, el abrazo y la diversión, entre miles de posibilidades de actos vitales, congregan el tiempo y las formas en que vamos viviendo, en que trascendemos y nos preparamos para el día siguiente, para el mañana.

Es más importante desear el bien, sin condición ni fachada, para sentirse bien y lograr algo bueno y mejor para los semejantes, familiares, compañeros y amigos, que estar pensando en el sentido de su voto o su pertenencia a alguna sigla partidista. Siendo seres humanos condicionados por el entorno social es indispensable un grado mayor de humanización. Humanismo para tener armonía propia y social, para vivir en paz y llegar a una sociedad superior, conciliada con el medio ambiente, sustentable, libre y desarrollada.

Quiero que las nuevas generaciones, los niños, los de cerca y lejos, sean felices, vivan con salud y reciban un mundo mejor; ese mundo es su casa, su colonia, su ciudad o su población en general. Para lograrlo hay que desearlo, practicarlo y sostenerlo en alto, como bandera en la vida, de todos los colores. Lo importante está en la sonrisa de nuestros niños y jóvenes, en su felicidad; si lo conseguimos y sostenemos, valió la pena vivir.

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Recadito: Mis pensamientos están con Jania, una Estrellita que nos ilumina e ilusiona.