Es de analizarse la gran movilización social que tuvo lugar en Venezuela con motivo del Plebiscito convocado por los opositores a Nicolás Maduro, particularmente por integrantes de la Asamblea Nacional y Rectores de las Principales Universidades del País, avalados por la Iglesia Católica, por la OEA y otros organismos nacionales e Internacionales, donde lo destacable es como el pueblo, sin el respaldo oficial ni de las Instituciones Electorales, tuvo la capacidad de establecer una logística eficiente para la recepción de más de 7 millones de votantes, no solo en el país, sino también de ciudadanos Venezolanos radicados fuera del territorio Nacional, quienes libremente expresaron su rechazo a la instauración de una Asamblea Constituyente que redacte una nueva Constitución, satisfechos, como están, con la que actualmente los rige, que no con el actual régimen, pues también fue notorio el mayoritario rechazo a éste, al ganar el “Sí” por la celebración de elecciones generales para instaurar un gobierno de transición.
Nicolás Maduro ha sustentado su Convocatoria para elegir una Asamblea Constituyente en el argumento de que la soberanía reside originariamente en el pueblo y que este tiene en todo momento el inalienable derecho de cambiar su forma de gobierno, argumento conocido ampliamente por nosotros los mexicanos pues el 39 Constitucional lo expresa literalmente.
Veamos, como un auténtico dictador populista, Maduro, en su delirio de poder, como todos los de su clase cree que él representa al pueblo e interpreta el principio fundamental de derecho al que hemos hecho referencia como que el pueblo es él mismo, y por lo tanto tiene el derecho de hacer con la Constitución lo que le venga en gana.
En otro sentido, época y contexto, el desquiciamiento de Maduro es equiparable a la locura de Luis XIV, el “Rey Sol”, quien acuñó la expresión; “El Estado soy Yo”.
Siguiendo este orden de ideas, y dándole la razón a Maduro, pues efectivamente, en las democracias, el soberano es el pueblo, es de razonar si más 7 millones de venezolanos no serán más representativos de la Soberanía Nacional que uno sólo que vive aislado del pueblo, en su burbuja de poder, como lo es el propio Nicolás Maduro, por lo que es deseable para la nación Venezolana que la contundencia con que el pueblo se expresó el pasado domingo, hagan razonar a Nicolás y pronto haga honor a su apellido demostrando madurez y sensatez ante un pueblo que le ha dado una lección de civilidad y madurez política, reclamando un cambio positivo para su nación.
Es deseable además, que este ejemplo de dignidad y Unidad Nacional, sirvan de ejemplo a otras naciones para que los gobernantes “pongan sus barbas a remojar” y respondan a las inquietudes de los ciudadanos sin necesidad de que para ello deban mediar Movilizaciones, Huelgas Generales, Plebiscitos y Referendums, sino la simple convicción de que “cuando el pueblo dice que es de noche, aún a pleno sol, hay que encender las farolas”.