En el pensamiento fatalista, de conformismo y de relativo fundamentalismo siempre hay punto final a los intentos más variados en la vida, siempre hay punto final, en unos casos reales y, en otros, ficticio. Llama la atención cuando alguien dice que es la última oportunidad de que ocurra algo, y la llama porque ya lo dijeron otras veces, pero sobre todo porque no expone opciones, dando a entender que la vida ahí se detiene. Tenemos que abrir el pensamiento en tal nivel de riqueza creativa que tengamos muy claro que los verdaderos cambios ocurren sobre la base del entramado institucional realmente existente, por débil o ineficaz que sea, y de ahí proponer lo propio y diferente, acreditado en tesis, ideas y datos con estudios comparativos y fórmulas claras y viables.

La sociedad tiene una pluralidad resultante de la historia y sus momentos cumbres, no apta para pensamientos únicos o mágicos. Su expresión electoral es efecto de la maduración ciudadana pero no se define en algún sentido u otro para siempre. Pensamos muy distinto unos de otros, sostenemos unas ideas por tiempos cortos o largos, somos más próximos en grados a ciertas posiciones. Es un error monumental de tendencia demagógica pretender explicar casi todos los ámbitos de la vida social a partir de un conjunto de ideas, siendo generosos con esa definición, o, peor aún, con un rosario de ocurrencias y proclamas. Mucho peor cuando desde propuestas públicas que buscan poder se intentan regular las actividades y convicciones individuales.

A estas alturas las etiquetas de Derecha e Izquierda dicen poco y requieren con urgencia una reflexión racional, serena, amplia, noble y creativa. Solo así tendrán algún sentido, explicando algo, haciendo diferencia y contribuyendo al diagnóstico y la solución de nuestros grandes y graves problemas. El riesgo del Cantinflismo y la demagogia están a la orden del día, un poco por costumbres cómodas y mucho más por ineficacia creativa. Es hasta chistoso observar la prepotencia autoritaria de quienes reparten títulos de autenticidad ideológica y, de inicio, se autoadjudican los que les convengan, los que les dan aplausos y con los que resuelven imaginariamente cualquier duda. Conmueven los que, a cualquier duda o requerimiento de acción, colocan el título de izquierda, con lo que dicen todo y nada. De las derechas no me ocupo mucho porque históricamente, en México, utilizan siglas y definiciones eufemísticas, con todo y que, ahí si, por sus afanes integristas, al menos en algunos de sus sectores, sea más fácil identificarlas. Al menos, se debe hablar de izquierdas, en plural, si les concedemos crédito a las fuerzas que se autoproclaman así; lo que si es hasta una ofensa es que se hable de izquierdas verdaderas y falsas, sería demasiado complejo, casi imposible, llegar a sitios claros y convincentes al respecto.

Todo en la vida, lo que sea, mientras no sea la muerte, tiene mañana, en tiempos inmediatos o de mayor plazo. La vida da varias oportunidades, hay manera de errar y corregir. Hay consecuencias no suerte ni impunidad. Está en un error quien crea que no tiene futuro. Este es un alegato contra el fatalismo, tanto personal como colectivo, tanto cotidiano como de supuesta ideología u opción política. Siempre, después de la tormenta viene la calma. Siempre hay familia que recoge la estafeta, personas que enseñan y aportan, líderes que relevan y jóvenes que constituyen las nuevas generaciones.

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Recadito: La felicidad está en nuestras manos, en el día día, en lo más simple y en la salud y sonrisa de Jania, la luz de nuestros ojos.