El hombre conquistó la Luna en 1969. Ya pasaron largos 48 años, pero aún quedan misterios por resolver. Uno de ellos, el que más desvela a los astrónomos, es el de los tatuajes lunares. Desde hace años, buscan determinar cómo se forman las luces y sombras en el satélite y de qué manera influyen las anomalías magnéticas.
Por ello, en la búsqueda de responder el interrogante, la NASA anunció el proyecto Bi-sat Observations of the Lunar Atmosphere above Swirls (BOLAS), que desarrollará un equipo del Centro Espacial de Goddard (Maryland). Lo curioso de la misión es que prevén lanzar dos satélites unidos con un cable de 180 kilómetros de largo.
¿Por qué dos satélites atados en vez de separados? La respuesta está en el dinero. Se busca ahorrar combustible. Entonces, planean que una vez que los satélites se encuentren 100 kilómetros por encima de la Luna se separen la distancia que el cable lo permita. Es decir, los satélites cubrirán 180 kilómetros de la superficie lunar.
La unión con el cable permite sostener a los dos en órbita con menos combustible. Producto de las concentraciones de masa, se desprenden cambios en el campo gravitatorio. Se atraen o se empujan a los objetos cercanos. Con los satélites unidos, el externo resiste la fuerza gravitatoria para mantener al otro a una distancia segura sin necesidad de energía extra que impida su choque contra la Luna.
Los satélites que protagonizarán la misión son dos CubeSat, que se encargarán de explorar más de cien puntos de la Luna para disipar la duda en torno a la existencia de los “tatuajes lunares”, como la propia NASA denominó. El tándem permanecerá en órbita un año e intentará precisar los mecanismos del hidrógeno en su superficie, su capa de regolito, su topografía y sus condiciones de plasma.
Hasta el momento, las hipótesis que manejan es que la presencia de los tatuajes se explica a partir del comportamiento de los restos de campo magnético en la superficie, que se suman a otros fenómenos como vientos solares e impactos de meteoritos diminutos. Tal combinación provocaría cambios físicos y químicos en la superficie que llevaría a oscurecerla.
Sin embargo, aún no hay certezas y mucho menos consenso sobre su origen. De hecho, un estudio en los últimos días reveló que, en base al análisis de las rocas que extrajo la misión Apolo 15, el campo magnético lunar habría perdurado el doble del tiempo. En vez de desaparecer hace 3 mil 190 millones de años -como se creía- se habría extinguido entre 2 mil 500 y mil millones de años atrás.