Por Ramón Durón Ruiz (+)
hay un diálogo Zen que me encanta: “— Maestro, quiero ser rico. ¡Dame un consejo!
— ¿Quieres ser rico? Abre tus ojos y mira y ve el bello color verde del prado que te rodea; abre tus oídos y escucha y oye el murmullo de la brisa en las hojas de los árboles; abre tu nariz y huele el aroma a tierra mojada por el rocío matinal; abre tus manos y siente el frío del día que comienza…
— Pero haciendo todo eso, apenas seré un poeta y ¡¡nunca llegaré a ser rico!!
— Precisamente, si no lo haces, nunca lo serás; y si lo haces, habrás preparado tus sentidos para reconocer la riqueza en cualquier situación que te encuentres y aprenderás a guardarla para ti.”1
La riqueza de nuestra democracia, es fraguada por el magisterio mexicano desde el aula; maestros que entienden la educación como una oportunidad para involucrar a sus alumnos en una dialéctica enseñanza, en donde el educando es un próvido venero de lecciones y el maestro retroalimenta su crecimiento a través del mutuo aprendizaje.
HOY, miles de maestros, –con un profundo sentido de Patria– nuevamente abren de par en par, las puertas del aula –y las de su alma–, para involucrar en el aprendizaje, impulsar su evolución y llevar a millones de niños y jóvenes a viajar por el maravilloso mundo del saber, para encontrarse y edificar su destino.
El Filósofo de Güémez se siente orgulloso del magisterio mexicano, que desde escuelas modernas o aulas improvisadas, en la ciudad o en el campo, disfrutando los avances de la tecnología o con escases de ésta, inspiran a sus alumnos para forjar su grandeza, llevándolos a comprender que desde la educación se ama a la Patria.
Nuestros sabios maestros ya anduvieron, tropezaron, se levantaron y siguieron adelante por el camino de la vida, asimilando que el poder de la educación, radica en fortalecer nuestros sueños, teniendo la virtud de enseñar a aprender.
HOY, miles de apóstoles de la educación, que enseñan con su ejemplo, motivación y dedicación, se aprestan a detonar haberes y saberes de nuestros niños y jóvenes, tocando el alma, porque que “la mejor enseñanza no es la que se da de la boca a la mente, sino de corazón a corazón”
La educación hace hombres nuevos, porque es un elemento que iguala al hombre, lo eleva, lo lleva a volar hasta el infinito y a disfrutar la bendición de su libertad.
El trabajo del maestro es una conjugación de métodos, experiencias, conocimientos, sabiduría, generosamente puesta a la disposición de más de 30 millones de niños y jóvenes, buscando producir en el alumno la inquietud de leer para crecer, fortaleciendo su autoestima, a la vez que sembrarles el respeto y amor a la vida.
Mientras que quienes somos maestros nos encanta el día en que se inician las clases, huele a libro nuevo, hay en los niños una sensación de temor, dudas, incertidumbre, que se disipan con el amor de quien –con amor– enseña. Para toda madre de familia hay dos días espectaculares: 1.- El día que nace su bebé, y… 2.- El día que inician las clases.
Cumpliendo con su compromiso educativo, el Gobierno mexicano, a través de “la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito, produjo 212 millones 224 libros para el ciclo escolar 2015-2016, para atender la matrícula de 28 millones 893 mil 110 beneficiarios repartidos en preescolar, primaria, secundaria y bachillerato y su elaboración tuvo un costo de 3 mil 126 millones de pesos.”2
“En la educación no se gasta… ¡se invierte en un futuro mejor!” Es el eje rector de toda nación, genera en el alumno una clara visión de futuro… ¡una visión de gran calado!
Eso lo sabe el magisterio nacional, que con pasión se apresta a enfrentar los retos que ésta plantea, entre otros el gran rezago educativo, “El Censo 2010 del INEGI señala que el 43% de la población entre 15 y 19 años no asiste a la escuela y que existen más de 7 millones de analfabetas en el país”3
Ya es tiempo que como uno sólo, enfrentemos con pasión y amor a México el grave rezago educativo que afecta a Estados como Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Michoacán, rezago que produce un atraso escolar que agravia los sentidos.
Apropósito, la mañana del lunes, cuando el sol acariciaba el horizonte, se abre la puerta del cuarto escuchándose la voz firme, aunque amoroso, de una madre que dice:
— ¡Hijo!, ya levántate… se te va a hacer tarde para ir a la escuela.
Desde la oscuridad del cuarto se escucha una voz amodorrada:
— ¡Amá!, déjeme dormir un rato más… ¿Por qué tengo que ir a la escuela HOY?
La mamá prende la luz, le jala las cobijas y le dice: — Tienes que ir por cuatro razones:
1. –Es tu responsabilidad; 2. – Tienes 40 años; 3. –Inicia el ciclo escolar; y 4.- ¡TÚ ERES EL DIRECTOR!
1. https://4grandesverdades.wordpress.com/cuentos-zen/ 2 http://www.mexicanosprimero.org/index.php/educacion-en-mexico/enterate/noticias-de-hoy 3. www.inegi.org.mx/prod_serv/contenidos/…/bvinegi/…/MyH2011.pdf