El domingo pasado, concluyó en Washington DC la primera ronda de renegociación y modernización del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que tuvo como propósito fijar la posición de cada uno de los tres países miembros, así como el intercambio de propuestas para el análisis y consulta con sus respectivos gobiernos.
En un comunicado conjunto las partes declararon que “Las negociaciones seguirán a un ritmo acelerado” y que la segunda ronda de pláticas será en México, del 1 al 5 de septiembre; la tercera será en Canadá a finales del mismo mes, y para entonces tendremos una panorama claro de cómo vienen las cosas, porque lo que ahora se advierte es el disenso.
Más allá de los protocolos acostumbrados y las expresiones de buenas intenciones ante los medios del comunicado final, en los trabajos internos, pareció que las delegaciones hablaban idiomas desconocidos, cada cual con su tema sin tomar en cuenta la posición del vecino. Asimismo llamó la atención la diferencia en el trato que dispensó Estados Unidos a las partes: condescendiente y elogioso con Canadá, y duro y tajante con México, reiterando con puntos y comas la posición del presidente Donald Trump, en el sentido de alcanzar mayores beneficios para su país, o de lo contrario cancelar el TLCAN con México. Así de terminante.
A pesar de ello, las declaraciones de los negociadores mexicanos al término de la reunión, continuaron siendo de gran confianza en que se encontrará un punto de equilibrio entre las propuestas drásticas de Trump y las necesidades de México de mantener vigentes los aspectos exitosos del TLCAN hacia nuestro país. ¿Cómo piensan lograrlo? ¿Con argumentos? ¿Explicando, como dijo algún ingenuo, a los negociadores estadunidenses, las enormes ventajas para Estados Unidos del TLCAN con México?
Parece muy difícil, no solo por el permanente empecinamiento de Trump contra México, sino porque la zaga de desaciertos en su gestión gubernamental han deteriorado gravemente la imagen del mandatario, y la renegociación del TLCAN constituye una coyuntura idónea para tratar de recomponerla, agradando a sus votantes racistas, ante la falta de resultados de su administración.
Trump necesita tener éxito en algo y la renegociación del TLCAN es el tema justo para lograrlo. No en balde, a unas cuantas horas de concluida la primera renegociación, empezamos a vivir circunstancias inusuales, como la caída de TELMEX del servidor estadunidense que nos permite a los mexicanos conectarnos a Internet, que pudo haber sido accidental, pero no había ocurrido antes; o la alerta del gobierno estadunidense para que sus nacionales no visiten México por razones de grave inseguridad. ¿Coyuntura o presión de un gobierno poderoso, que querría recordarle al gobierno mexicano el tamaño de su poderío? Suena desmesurado, de ficción, pero está visto que en este mundo globalizado, la realidad supera por mucho, la más febril imaginación.
Los negociadores mexicanos se han traído a casa propuestas que deberán analizar y discutir a fin de elaborar contrapropuestas hacia la segunda ronda a principios de septiembre. Ahí veremos de “que cuero salen más correas” porque más allá de la estridencia oficial, están los poderosos grupos económicos de aquel país, beneficiarios por más de dos décadas del TLCAN con México, que podrían influir a nuestro favor tanto en el Congreso como en la Casa Blanca.
Si los negociadores mexicanos hacen bien su tarea, la segunda ronda podría dejar de ser un diálogo de sordos. Ojalá!

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