A lo largo de mi vida, he visto cantidad de estrellas fugaces, pero jamás he pedido un solo deseo como lo marcan los cánones de la esperanza. Vamos, soy de los que piensan que la evolución inicia cuando el primer antropoide tuvo la curiosidad de alzar la vista al cielo y mientras uno o dos babosos veían las manzanas rojas que pintaban deliciosas, el otro se maravillaba del inmenso azul que se extendía a lo largo de su vista. Yo alzo la mirada para buscar estrellas fugaces, Ovnis, aves, y para dar Gracias, así esté nublado y no haya azul o mucho menos lunas.

Le decía a la Mujer que si Harry era especial, era porque a veces paraba de golpe su caminar de pasos cortitos pero rápidos, y alzaba la vista. Sus ojos de capulín escudriñaban a lo largo de los troncos mientras yo le preguntaba “¿Qué ves?” y me hacía levantar igual la cara para tratar de entenderlo. Luego, como si hubiera satisfecho su curiosidad, continuaba su andar. Creo que a veces Harry, desde lo más recóndito de su mirada, le hubiera gustado ser un niño. O miento: A él le gustaba ser perro, y yo hubiera deseado que fuera niño y nunca me atreví a desearlo a ninguna estrella fugaz.

II

Un mensaje escueto, pero satisfactorio recibo en mi celular… es Amador, el padre de la Mujer: “Gracias por el libro… está muy bueno”. Se refiere a “El mundo amarillo” de Albert Espinosa. Me da gusto, celebro que lo lea. Yo hubiera querido leerlo hace muchos años al tío Beto, a la tía Tere, a mi tía Queta… ese libro, hace poco, me lo obsequió Luis Rodríguez Zavala y una vez que lo leí, creí que debía haber más personas que lo leyeran… por eso, regalé ese regalo que me dio Luis. El primer “Mundo amarillo” que di, fue al alcalde Américo Zúñiga… creo que nunca le pregunté si le gustó… espero que sí. El segundo, fue a Belén y a su hija Arantza. Belén tiene un don especial: hace de comer riquísimo. No sé si ambas hayan leído el libro pero estoy seguro que sí. El tercer libro se lo di al papá de la Mujer y saber que lo está leyendo, hace que me sienta como los personajes de Albert Espinosa, ¡amarillo!

III

La mañana del jueves, tras dar la vuelta con Nina (acompañado por Harry en mi corazón), leía el Notiver y en un mundo de letras, saltó a mi vista la foto de don Luis Martínez Wolf y su respuesta a don Teódulo, a quien le diagnosticaron cáncer de linfomas. Don Teódulo le pide a “Barloventeando” que lo oriente para conseguir Germanio Orgánico 132, pues en un artículo pasado, lo recuerdo vagamente, Martínez Wolf asegura que atenúa las molestias de la quimioterapia. De inmediato, le recomiendo a la Mujer la lectura. Horas más tarde me dice que le ha de escribir a don Luis… “estoy segura que tengo su correo por ahí”.

IV

Abro el Twitter y la primera noticia que me aparece es un video de Karla Luna con el siguiente mensaje: “Besitos mis amores !!! Y qué cosa tan maravillosa es darme cuenta que están siempre al pendiente mío no saben cuánto les amo”. De inmediato, un video donde está ella. ¿Sí la ubica? Bueno, yo empecé a seguirla cuando hizo un programa llamado “Las lavanderas”. Padece un tipo de cáncer. Tiene una mascada en la cabeza que oculta su calva pero no su ánimo, su sonrisa y las ganas de confrontar esta enfermedad con una carga positiva.

No sé si ella haya leído “El mundo amarillo”… pareciera que sí, porque resplandece.

V

Para la Mujer, todo esto que les digo de lo que fue mi día, sería una Señal, no sé de qué, pero lo sería… y sí, pudiera tener razón, porque tengo ganas de que don Teódulo, don Luis Martínez Wolf y Karla, así como lo hace mi suegro, lean “El mundo amarillo”… y también tengo ganas de volver a leerlo… creo que me urge leerlo porque aún las vueltas con Nina, acompañadas del recuerdo de Harry, se me hacen algo pesadas, y más cuando alzo la vista y trato de seguir, allá entre nubes o estrellas, sus pasos cortitos pero rápidos, propios de un Scotish Terrier que se precie de serlo.

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