(REMEMORO ESTE ESCRITO DEL AÑO 2011. PARIS)

POR EL SENA

Tomo la barcaza del Sena. El huamachito florece y el otoño da frío, comienza el recorrido, pasaremos el Museo de Orsay, Notre Dame y siete paradas mas, por 14 euros recorremos el mítico rio, su navegable Sena. El barco es totalmente cerrado, no permite la entrada del aire, en día frio es agradable. Damos la vuelta, me bajo en Notre Dame por la parte del río. Cruzo a la entrada principal. La iglesia de Notre Dame se ve imponente. 850 años va a cumplir en el año 2013. Notre Dame tiene una historia ligada a México. En su imponente catedral se suicidó Antonieta Rivas Mercado, hija del arquitecto Antonio Rivas Mercado, creador de la Columna de la Independencia mexicana; periodista, intelectual, feminista, pensadora, bailarina y dramaturgo. Se suicidó con el revolver que siempre usó José Vasconcelos, de quien se sospechó desilusionada de su amor. Una historia de tinta sangre del corazón. Ahora estoy dentro de esa iglesia. En su frontispicio luce una máquina gigante, la están remodelando. No hay misa, pero se pide silencio y respeto. Miles la visitan, millones al año. Hay un anexo dedicado a la Virgen de Guadalupe, y a la Pilarica, las dos banderas, la mexicana y la española ondean dentro de ese centro de rezo. Tomo una vela y la enciendo, dejo dos euros, su valor, pido por la salud de los míos. Compro unos souvenirs para el Obispo Marcelino Hernández Rodríguez, y otros recuerditos para mis cuates, los presbíteros orizabeños.

CAMPOS ELISEOS

Llego a Champes Elysées. La calle mundialmente conocida. Donde se ubican los negocios perrones. Uno puede visitarlos y asombrarse de los relojes que exhiben en sus aparadores, como uno que vi de 45 mil euros, que con eso comería tres vidas. Aquí nace la afamada tienda Louis Vuitton, que fabrica a mano las bolsas de mujeres. Vamos a entrar. Al llegar había una cola como de media cuadra. Como pude pregunté al hombre de la puerta, totalmente trajeado en negro, qué carajos pasaba. Me dijo que formara a la cola. Parecía cadenero de Antro. Nunca encontré la explicación del porqué de esa cola. Me imaginé que habría una barata. No la había. Quizá sea una mercadotecnia nueva. Lástima, se perdieron de mis 50 euros que pensaba comprarles, aunque creo que con eso allí no alcanzaría ni para unos chicles, las bolsas llegan a valer hasta 20 mil euros, cifras inimaginables. Ahora no vi figuras mundiales. Otro año me pareció ver a Julia Roberts salir cuando yo entraba, pero a lo mejor vi visiones. Ni hablar, Vuitton se quedó sin mis euros. Hay días así.

RUMBO A VERSALLES

Tomo el Metro. Ya le agarramos el hilo. El Metro parisino, como todos los metros del mundo, es solo perderles el miedo y enseguida se orienta, la brújula se pone al día. El subterráneo nos lleva a la terminal de Los Inválidos, de allí tomamos un tren de cercanías, como los de España, los que te llevan a los lugares de 30 kilómetros alejados. En 45 minutos tocamos tierra. Descendemos, hay que caminar unas cuatro cuadras. Compro la tour con guía en español. 28 euros. Allí donde María Antonieta y Luis XVI rindieron la plaza y entregaron el trono y fueron pasados por las armas, para abatir la monarquía y comenzar con la República. Historia tras historia. El guía nos lleva como Messi en el Barcelona. Explica. Ese Palacio de Versalles, que fue primero un coto de caza y luego se convirtió en la residencia del Rey, y María Antonieta cuando quería viajar a Paris lo hacía en un par de horas en carreta de caballos, para recorrer los 20 kilómetros que la separan de Paris. Unos soldados vigilan la zona. Con metralleta en mano.
Bajo a los Jardines de Versalles. Impecables, un tiempo, cuando lo crearon, arquitectos, jardineros y pintores se dieron vuelo. Alquilamos un carrito de los del tipo de golf. Rico es el chofer designado, es el único que cargó la licencia de manejar. Más tarde perdería su cámara fotográfica y por poco llora, por las fotos. Los carritos se parecen a los llamados ‘Pulmonías’, que pululan en Mazatlán, Sinaloa. El aire pega frio, el rostro se contrae, quema este frio. Aún me quedan por visitar el Barrio Latino, el Louvre, Plaza de la Concordia y Montmartre y algunas cosillas más que son Patrimonio Cultural de la Humanidad.

MOULIN ROUGE (DIA SEIS)

Noche de Molino Rojo. Noche de candilejas. El legendario cabaret de bellas bailarinas, creado por un catalán en 1889, el mismo dueño del Olympia de París. Heme allí a las diez y media de la noche rumbo a ese lugar donde el show se engrandece y los senos al aire hacen ver la belleza de la mujer parisina. Cuando llegué, me dije a mi mismo que sería dificilísimo entrar, aún con reserva del hotel. La cola era enorme, como de La Tinaja a Tierra Blanca. A los tres minutos me aburrí. Fui a negociar con el cadenero, un tipo de smoking y con cara de pocos amigos. Rubio, muy afrancesado, alto, algo enjuto. Le dije que venía como Embajador Plenipotenciario de la Cuenca del Papaloapan y que, además, era amigo de Amadeo (¿ya agarró chamba?). “A la cola”, me decía en ese francés indescifrable y yo le respondía en mi cuenqueño inentendible, “no, no, no”. A señas me indicaba: “A la cola”. Me resistí. Negociamos. Como El Padrino, le hice una oferta que no pudo rechazar. En la misma reserva le mostré un billete de 50 euros. Peló los ojos. Cuando oí que dijo: “un momentitoooo”, me dije a mi mismo ‘ya la hice’, bueno, dije otra cosa pero no puedo escribirla. Como lo presentí, a los minutos ya estábamos en ring side con un par de botellas de champaña en la mesa (la champaña va incluida a todo público que paga) y listos para ver ese espectáculo que noche a noche recibe a 900 personas al precio de 102 euros sin cena, con cena 40 mas. Vale la pena, el clásico baile del can-can, un malabarista y un ventrílocuo hicieron noche inolvidable parisina. Las muchachas bellas, delgadas, excelentes en su baile. Han cuidado el espectáculo, nada de agarrar por su cuenta las parrandas, o que se pongan hasta atrás, termina el show y todo mundo a su casa. La casa baja la cortina. El Molino cierra. Las aspas dejan de girar. Las luces de las candilejas se desvanecen.

MUSEO LOUVRE

Mañana del otro día. Voy al Louvre. Bueno, acompaño a Rico, Ximena y Karina porque ya he visto sus salas otras veces y a veces la cultura me persigue, pero le huyo, soy más rápido que Speddy González. Conozco el sitio. Tomamos un taxi del hotel. Llueve, hay un ligero chipi chipi orizabeño. Nos mojaríamos si vamos al Metro. Llegamos en diez minutos. Los dejo en la entrada donde la pirámide de cristal ahora es un símbolo. En su tiempo, como a la torre Eiffel, cuando le pusieron esa pirámide de cristal en el ala Richeliu, los franceses abdicaron hasta de su presidente, renegaban de él. Hoy la ven con naturalidad. Es el museo número uno del mundo, el mas visitado, tiene en su sala a su hija consentida, La Gioconda de Leonardo da Vinci. Allí se arremolina la gente como si fuera día de plaza de Chedraui. Está también, entre otra de sus joyas, La Venus de Milo, de quien un día en Veracruz, en los muelles, un sujeto sustrajo una figura de Lladró de una maleta que llegaba en barco y la vendía a mil pesos. Un comprador de Cotaxtla le dijo muy displicente: “Dámela a la mitad porque le faltan los brazos”. La sala egipcia es otra joya, las Bodas de Caná, de Veronés. La Victoria de Sabotrace. Para que se den una idea, en el año 2009 recibió a 8.5 millones de visitantes.