En unos cuantos días se puso más movido el ambiente político en nuestro país, mostrando a grandes rasgos las sumas de fuerzas que competirán por el poder político de México, desde la Presidencia de la República, el Congreso General, Gubernaturas, Congresos locales y Ayuntamientos, todas a elegir en una sola jornada electoral en la que será la elección más grande en la historia de nuestro país. La principal virtud de las alianzas en curso es su pluralidad, reflejo del Mexico real y diverso que somos. Coaligarse es un derecho y un recurso legítimo con que cuentan los partidos políticos, nadie debe cuestionarlos simplemente por hacerlo pero menos si lo hace a partir de poner en práctica ese mismo recurso político. Hablamos de uniones electorales, de convergencia en puntos básicos y concretos, no en sumas ideológicas; igual que está pasando en el mundo en México habrá un natural corrimiento hacia el centro político, haciendo perfectamente viable las coincidencias en torno a un proyecto de gobierno.

Para no caer en estafas y simulaciones hay que ser honestos y realistas en cuanto a la auto ubicación » ideológica » que nos demos; las referencias a izquierda o derecha puede ser tan hueca e inútil si no hay un esfuerzo intelectual serio con un posicionamiento puntual y la exhibición de denuncias e inconformidades acompañadas de propuestas, así como el agregado de los «cómos» a los «qués». Debe ser central el planteamiento claro de un proyecto de nación y la recomposición del entramado Estatal, con la reivindicación del Estado de Derecho y la oxigenación de nuestra frágil democracia. En esa línea las coincidencias de propios y extraños pueden ser asombrosas, basta hacer a un lado la paja y el rollo retóricos para descubrir que casi todos los textos partidistas dicen lo mismo.

En lo personal me siento mejor en un proyecto amplio, realista y viable. A estas alturas me resulta mucho más repelente el culto a la personalidad, la falta de deliberación y el guiarse por ilusiones de humo que pueden tener consecuencias traumáticas. Nadie es mejor que los otros por apoyar alguna sigla o personaje, la masificación con su natural carencia de ideas conduce, inevitablemente, al ascenso súbito pero también al descenso vertiginoso. No hay mayores posibilidades para quienes cultiven y se apoyen casi exclusivamente en el voto de la inconformidad, es el más rápido y ruidoso en manifestarse pero, igualmente, el que muy pronto se esfuma; es un voto volátil, fácil de ganar pero más fácil de perder. Es mejor el voto de la esperanza aunque el que más cuenta es el voto normal, medio rutinario, el clásico, el que termina por definir los resultados.

El panorama del 2018 pronto será de mayor incertidumbre, un rasgo democrático; en cuanto terminen por definirse las alianzas y surjan las candidaturas definitivas será posible ver sus verdaderas posibilidades, por ahora son imágenes y espejismos que seducen a inocentes, fanáticos y ambiciosos. No hay plazo fatal para acceder al poder, no se acaba el país, son periodos definidos que ponen ante los potenciales electores a las distintas opciones. Si hace falta la conciencia ciudadana y en las élites de apresurar el paso en la construcción de un mejor México, en todos los sentidos. El cambio posible es con votos y el despertar ciudadano para siempre. Adoptar la postura de que si no soy yo viene el diluvio es la manera más irresponsable y peligrosa de alentar conductas destructivas y, en el mejor de los casos, impulsar oleadas de frustración e inmovilismo entre quienes creen que las transformaciones dependen de un líder, que ocurren en un momento y tienen algún componente mágico.

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Recadito: Veo movimientos X y recuerdo a Mao, líder Chino, quien decía que el imperialismo era un tigre de papel; igualito…