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Excélsior

Actualmente la producción artesanal del rebozo se encuentra en crisis. La industrialización, la falta de difusión del producto, los altos costos de la materia prima, la preferencia por otro tipo de prendas y el desinterés de las nuevas generaciones por continuar en el oficio, colocan a este arte en peligro de extinción.

Desde el nacimiento hasta la muerte, el rebozo acompaña a las mujeres mexicanas de todas las clases sociales, sus colores vivos se pueden ver en una madre cuando arrulla a su bebé, como instrumento de trabajo para cargar objetos, en una ejecutiva que lo usa como accesorio, en mujeres que acuden a una ceremonia religiosa, en una boda como velo, incluso como mortaja.

El rebozo se fabrica prácticamente en todo México, desde Chiapas hasta Baja California, lo que lo ha vuelto un símbolo de la cultura, pero en cada región tiene símbolos diferentes como el color y el entretejido de los hilos que identifican su origen y comunidad que lo utiliza.

Los centros reboceros más conocidos son: Santa María del Río en San Luis Potosí conocido como “la cuna del rebozo”, famoso por sus rebozos de seda; Tenancingo, Tenango y Tejupilco en el Estado de México, donde se realizan de algodón; La Piedad y Tangancícuaro en Michoacán; Tepexi de la seda y Tepeji del Río en Puebla; Moroleón y Valle de Santiago en Guanajuato; y Chilapa en Guerrero.

En algunas regiones de Chiapas, se tejen plumas en los huipiles y rebozos de boda, pues dice la tradición que así la mujer será hogareña como la gallina y no abandonará su hogar.

El rebozo está arraigado en la cultura mexicana y ha quedado en la memoria musical con las canciones:

“…Tápame con tu rebozo, llorona, porque me muero de frío…” La llorona

“…La patita, de canasta y con rebozo de bolita, va al mercado…” La patita

“…Cuándo me traes a mi Negra, que la quiero ver aquí, con su rebozo de seda, que le traje de Tepic…” El son de la Negra

O en dichos populares como:

“Puede más un rebozo que un caballo brioso”

“Si se atora en mi rebozo, la culpa es del rapacejo”

“Te enredas en cualquier parte como los rebozos”

A través de la historia, las adelitas en la Revolución Mexicana portaron rebozos, la pintora Frida Kahlo, la cantante Lila Downs, la exprimera dama Margarita Zavala han utilizado el rebozo como parte de su vestimenta.

En Michoacán, los artesanos de rebozo dicen que cuando tejen el rebozo tejen sentimientos, recuerdos y costumbres. Enlazan con amor a las familias; proporcionan afecto, calor y seguridad.

“Es algo más que una tela ornamental con nudos y flecos en las puntas; es cuna que arrulla, un abrazo cálido de amor maternal, abrigo que cobija, sombra que refresca, manto de fe, vestimenta que corona y elegancia que distingue”, dijo Pedro, un rebocero michoacano.

Es un símbolo de identidad nacional en el que los artesanos mexicanos, por largo tiempo han logrado plasmar la creatividad y sentimiento del arte popular.

“México siempre se ha dado a conocer por su traje tradicional, por su vestimenta, lo que involucra parte de uno mismo, por ejemplo en Cajonos, nosotros usamos el rebozo blanco para el sol, para el frío; y tener un rebozo es sentirme zapoteca, sentirme oaxaqueña, sentirme mexicana porque el rebozo nos da identidad a todas las mujeres”, comentó con ímpetu Natividad Zárate, artesana de rebozos en la región de Cajonos, Oaxaca.

Al igual que muchas artesanías, el rebozo encuentra en los talleres familiares el sitio idóneo para su minuciosa elaboración, constituyéndose como una tradición y orgullo heredar los secretos del oficio, de generación en generación.

La elaboración de un rebozo puede tardar de una semana hasta un mes, dependiendo si es elaborado en telar de cintura, de pedal o bordado, y puede ser de algodón, lana o de seda.

“Hay comunidades donde todavía van a recolectar la materia prima como el algodón, crían el borrego para la lana, crían el gusano para la seda, incluso hay quienes tiñen con vegetales las telas para dar esos colores tan hermosos a los rebozos”, señala Irene Gómez, investigadora de Museo Nacional de Artes Populares.