Puede resultar hasta ocioso señalar que, en México, vivimos en una sociedad plural, donde se vota variadamente y también se abstienen por diversas razones. Sin embargo, parece que no está demás recordarlo con historia y argumentos dado que, casi increíblemente, de vez en cuando pero sobre todo en la antesala de elecciones mayores, como puede ser la próxima presidencial, aparecen posturas extrañas y regresivas donde se considera que los votantes son una masa inerme que actuará por inercia y consigna. Se omite que el voto, más o menos, se distribuye en tres grandes frentes electorales para llegar a un resultado de tercios, con efectos extras en fuerzas pequeñas.

Ahora se plantea que las iniciativas distintas a alguna propuesta de supuesta superioridad moral y política tienen la finalidad de restarle votos. En esencia es una postura anti democrática y claramente errónea. Las distintas alternativas electorales que se abran paso tienen sus propias razones y contarán con un determinado apoyo. Pasa con los partidos y ocurrirá también con los independientes. Pensar que no tienen derecho y que sus votos son de menor valía es una posición propia del maniqueísmo y de líneas de pensamiento único. Las expresiones que salgan a la búsqueda de votos son parte de nuestra pluralidad, independientemente de su calidad; es perfectamente posible que algunas propuestas tengan objetivos divisorios pero a esa motivación táctica corresponden determinados sufragios que se pueden dar o no. Es imposible que toda la sociedad o una gran mayoría sufragara por una sola opción política. Solo desde ideas descabelladas se puede sugerir que si no votas por determinado partido estás equivocado, le haces el juego a otros y traicionas lo supuestamente justo. En este punto entra el juego la actualización de las ideas sobre la realidad plural.

Es ilógico pensar que otros vienen por los votos que algunos dan por ganados; si así fuera, no hubo convicción ni compromiso del potencial elector. De alguna manera se falta al respeto al votante porque, de entrada, se le considera persona sin criterio y pensamiento propio. Quienes dividen a la sociedad entre buenos y malos, por supuesto colocándose siempre en el primer bando van derecho a la decepción y al fatalismo simplemente porque la vida no funciona de esa manera. Es común en nuestra historia reciente que se den gigantescas movilizaciones coyunturales para desvanecerse en plazo breve porque son apuestas de llegada a una especie de tierra prometida sin contar con las estructuras, hábitos y tradiciones que lo sustenten. El voto de la inconformidad, normal, es el más fácil de ganar pero, igualmente, el más fácil de perder. Hay votos de esperanza que son más sólidos pero con riesgos de ser muy dolorosos. Siempre los liderazgos juegan un papel fundamental en las razones, el ritmo y el rumbo de las movilizaciones electorales de coyuntura.

En las votaciones más elevadas que han tenido lugar en nuestro país hemos llegado a una participación aproximada del sesenta por ciento, con efectos plurales como lo podemos ver en las Cámaras legislativas. Quiere decir que a cuatro de cada diez ciudadanos simplemente no les interesa o no les motivan las opciones que tienen al frente; parece ser que en la elección federal del próximo año se mantendrá ese comportamiento, con la variable de las elecciones de Gobernadores en varias Entidades que pueden subir un poco la participación ciudadana. En general los políticos comprenden todo esto y son realistas pero todavía hay quienes tienden una capa de misterio sobre las motivaciones de aquellos que no votan. Son los que creen que otras candidaturas les quitarán votos partiendo de que son de su propiedad y desconfiando de la pluralidad. Ese es un botón de abierto absolutismo: estás conmigo o contra mí.

Recadito: se necesitan analistas políticos en Veracruz.

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