*Después de la final, caminé solo por el césped del Estadio Olímpico. ¿Por qué? No lo sé explicar. En ese momento me acordé de un sueño. Franz Beckenbauer. Camelot.
EN EL SANTIAGO BERNABEU
Si todos los caminos conducen a Roma, como dice la vieja consigna, en Madrid todos los caminos van al estadio Santiago Bernabéu, el más afamado del mundo. Si el Vaticano tiene un Papa y tiene uno suerte de que, cuando visitas Roma, logras verle aunque sea pequeño en la lejanía, aquí ocurre igual, hay suerte porque cada que vengo intento ver el rol de la liga y encontrar un juego de estos que son, como el Barcelona, de otro mundo. No hay lugar en la historia, de que cuando se está en Madrid en un domingo y hay juego, no se tenga que ir al futbol, o soccer, como le dicen los gringos. Aquí vive y reina el club más afamado, el que más títulos posee, 12 nadamas de la Champions, por si hay duda. Hace dos años, con mi nieto Chicharito venimos a ver un clásico, Real Madrid-Barcelona. Esa vez Messi llegaba como extraterrestre, y les ganaron en el mismo Bernabéu. Salimos apaleados, como Tarek ahora que el Fiscal Winkler le busca y trae ganas de desaforarlo, aunque el PRI no le da su cabeza, y nos fuimos llorando nuestra derrota. Tres días después fui a Barcelona, era Cónsul de México mi amigo Fidel Herrera Beltrán, exgobernador de Veracruz. Esa vez, por suerte volvía a jugar el Barcelona contra la Roma, en una Champions, y vimos ese juego, después de acompañarle a la entrega de los Premios Ondas, que se le daban al comunicador mexicano, Joaquín López Dóriga, y por ahí guardo una foto que me tomé con él, aquella vez de hace un par de años donde en su discurso reconoció a su maestro, Jacobo Zabludovsky. O sea, en menos de 9 días vimos a Messi un par de veces, y eso es algo que ni la tarjeta Master Card puede comprar.
LOS AFORTUNADOS
Afortunados fuimos, porque estamos bendecidos por el Señor. Y si no vean esto, al llegar ayer al estadio Bernabéu, al sacar mi teléfono para unas fotos de la seguridad en la calle, se me cayeron los tres tiquetes de entrada, un señor que nos vio me alcanzó y me los devolvió, le agradecí infinitamente porque jamás podíamos haber visto el juego. Creo que el Ángel de mi guarda, de mi dulce compañía, no me desamparó ni de noche ni de día. Suerte te dé Dios, diría Minga. Pedro, el Concierge del Liabeny es quien nos busca los boletos, siempre nos da buenos lugares, ahora estábamos en la línea de los iluminados, abajo del palco de Florentino Pérez, el presidente del Real Madrid, hombre famosísimo y respetado. Llegamos vía un taxi que nos llevó por la madrileña calle de la Castellana, no había gente, muy poca, suelo llegar siempre con una hora y media o dos de anticipación, por aquello de no te entumas. Mucha vigilancia, Europa ha quedado ciscada desde que los fundamentalistas terroristas han atentado contra la gente inocente que camina por las calles, y esa calle es un sitio ideal para un loco en un auto o camión de la muerte. Cerradas para que el tráfico no pasara. Uno puede a la salida irse en Metro, que está a unos pasos, cruzar la calle y treparse. Hay varias formas, es un estadio que no tiene casi estacionamiento y cuando pasamos por la zona Vips de los picudos, que esta vez nos tocó cerca, vimos a aquel gran Roberto Carlos, que iba a visitar a estos nuevos galácticos, todo trajeado. Atrajo multitudes y selfeó con quien quiso. Cuando le vimos de lejos se nos había escapado. Se me ocurrió pedirle al jefe de conserjería, Pedro que hiciera una cartulina con la bandera mexicana agradeciendo a Cristiano Ronaldo el gesto conmovedor del tuit que envió a la familia de ese niño desaparecido y muerto bajo los escombros del colegio Rébsamen, donde él era su ídolo, y agradecer el millón de dólares que envió para los paisanos en desgracia, damnificados mexicanos. Cuando entrabamos una televisora nos afocó. Y dentro del estadio por igual, Chicharito portó la cartulina y gente de otros países, un colombiano pidió tomarle una foto para un diario. No creo que Cristiano la haya visto, pero nos conformamos con que la viera mucha gente en ese agradecimiento de un pueblo que se sintió protegido por la ayuda Mundial, igual de esos rescatistas españoles, que con sus perros encontraron vida, y muerte entre los escombros del temblor maldito. Gracias España.
LA SALIDA
Acaba el juego y como se ganó 3-0, algunos españoles abandonan el campo poco antes. Nosotros, que venimos de tierra lejana, de esa tierra de luz, tan bella como no hay dos, de mi lindo Veracruz, tierra bendita de Dios, como canta el jaranero, nos esperamos a que poco a poco fueran saliendo, ver de nuevo el estadio casi en solitario, con sus luces encendidas, impone, allí muy cerquita de la banca de los suplentes, donde podíamos ver el coco pelón de Zidenin Zidane y oír sus gritos, que esta vez fueron pocos, porque el rival era menor, un juego no tan brillante porque tampoco necesitaban tanto para ese rival. Afuera pedimos un Uber por el teléfono, aquí no asaltan como allá los desgraciados, el Metro se pone imposible si no llevas los boletos de entrada, y como no los llevábamos teníamos que hacer una cola de una media hora, un Uber llegó en seis minutos, estos aparatitos telefónicos le salvan a uno de los líos, te enruta el camino del chófer que viene y por dónde, te da el nombre y llega por el mismo precio que un taxi regular.
Un tentempié en la noche, porque aquí suelen jugar la mayoría de los partidos en la noche, este fue a las 8:45, y casi para las once y pico daba hambre. Un domingo que no fue un domingo cualquiera, porque uno pudo ver al mejor jugador del mundo el año pasado, el gran Cristiano Ronaldo, a quien ahora se le negó el gol, pero es algo que se puede ver toda la vida, lucha por los balones y pone orden en la cancha. Es el líder, como lo es Messi en Barcelona. Y hoy fue nombrado el Mejor del Mundo.
Estadio que dio su nombre al mejor presidente del Real Madrid, el que fichó a Alfredo Di Stefano, fallecido en 1978, algo que el mismo Emilio Azcárraga Jean quiso hacer con el Estadio Azteca, cambiarle el nombre por el muy querido amigo de su padre, don Guillermo Cañedo (Don Cañedo, le llamaba Joao Havelange, presidente de FIFA), pero no se pudo y siguió llamándose Azteca, como su competidora de televisión. Santiago Bernabéu solía decir que no había jugadores viejos y jóvenes, había jugadores buenos y malos y, en su tiempo, se decía que el dictador Francisco Franco les daba todo, Bernabéu dice que era más codo que uno de Monterrey, Franco no les mandaba ni la bendición, no le daba agua ni al gallo de la pasión. Poco antes de morir, Bernabéu dijo: “Cuando esté en el lecho de la muerte, pido a Dios que me deje un último momento de lucidez para dirigirme a la Prensa y decirle: “Sois todos unos hijos de la …”.
Mañana otra historia que contar.