*Y cuando te hayas consolado, te alegrarás de haberme conocido. El Principito (Antoine de Saint-Exupèry), Camelot.

EN BOCA DEL RIO-VERACRUZ

Tarde noche de sábado, se cierra una semana y casi se va octubre, el de las lunas más hermosas. Entro a Boca del Rio, patrimonio de los Yunes, de todos: padre, hijo y Espíritu Santo. Por aquí reinarán como los Luises franceses, o hasta que lleguen otros 500 años de la Conquista, y se celebren los mil años, como en una Serie Mundial donde los Dodgers de aquel gran Fernando Valenzuela, ahora empatan la serie mientras el Veracruz de Fidel Kuri Grajales, sufre y sufre y no deja de sufrir al perder con León 6-2, una tremenda goliza, que lo pone en las cuerdas como si se pidiera; “Queremos más bax”. Coincidencias, gana Dodgers 6-2 y Veracruz pierde por el mismo marcador. Llego por la deteriorada autopista de Capufe, llena de hoyos y baches y de cuotas altas y me adentro en Veracruz, por el rumbo de la Boticaria, al entrar por la autopista los árboles bailan su lambada y se contonean, se anunciaba Norte fuerte, pero este no era fuerte, era muy fuerte, demasiado fuerte y poca gente circulaba en ese Paseo del Malecón donde aún se exhiben las estatuas del gran pintor José Luis Cuevas. Viento a unos 110 kilómetros. Todos los Yunes andan activos. Cada quien a lo suyo, el gobernador buscando componer la inseguridad, donde en la zona de Córdoba dolió mucho el crimen de un doctor muy apreciado. Su hijo, el alcalde que deja la alcaldía este año, fue avalado por los organismos que regulan las fallas electorales de que puede seguir haciendo proselitismo a cualquier rincón del planeta veracruzano, mostrando el Veracruz de Boca del Río, el de sí se pudo. El padre, Papá Yunes, quizá piense como pensó Héctor en esa parte de la Ilíada, quien al despedirse de su hijo antes de ir a la batalla, dijo: “Que algún día se diga de él cuando suba al combate: ‘Helo ahí, es mucho más valiente que su padre”.

LOS YUNES AL DOS POR UNO

Los que caminaron en el cuartel de enfrente, agarraditos de la mano, fueron los dos senadores Yunes, Héctor y Pepe. Anduvieron como romeros buscando a Dios, por Pánuco, donde el PRI ha perdido hasta el apellido, esa zona no solo es perdida, es zona de desastre para el tricolor. Juntos pero no revueltos, juran por las vírgenes de sus pueblos que levantarán la nave y el vuelo del ave Fénix, hasta llegar a alcanzar el millón 300 mil votos que necesitan para ganar, cosa que los panistas le ven imposible, y apuestan doble contra tronchado de que Yunes Márquez, conocido también como ChikiYunes, ganará el estado de Veracruz para hacer lo que el padre no pudo: gobernador de seis años. Las apuestas están en la mesa. Lo que queda de Renato Guevara Alarcón, presidente del PRI estatal, en Pánuco arengaba a las tropas priístas pero, dice uno que fue por allí, ni siquiera llenaron el auditorio donde proclamaron no su Independencia, como Puigdemont en Cataluña, proclamaron que sacarán al pariente del gobierno, pues, juran, solo le dejaron probar las mieles de esa silla, nomás para que viera que se siente. El factor Duarte ya no juega en esta elección, aseguran.

LOS ROJOS

El problema de los dos Yunes rojos, que no son de Cincinnati, son veracruzanos, es por quién se va a decidir el que manda y paga. Unos opinan que le toca a Pepe, porque Héctor ya bailó, y el difunto Carlos Sansores, un dinosaurio priísta, decía que quienes habían bailado que se sentaran. Tendrá que ser El Preciso desde Los Pinos, después de que saque a su candidato Meade (Mid), que mueva las barajas en ese tapete que es como el de Las Vegas, donde solo la casa gana, y como mago brote de la chistera el nombre de Pepe o de Héctor. El pariente que gobierna, mientras tanto, aguarda con sus aliados perredistas y dantistas delgados, ahora. Porque si esa batalla se da entre ellos, y solo el Comité Estatal del PRI le toca la suerte de echar la baraja, podría ocurrir como aquella vez que elegían un Papa y no se ponían de acuerdo, presente lo tengo yo porque fue un día como el de mi cumpleaños, un 29 de noviembre, pero del año 1268. A la muerte del Papa Clemente IV, se reunieron como lo hacen hasta ahora, no había Capilla Sixtina, la gente esperaba afuera el humo blanco y no se ponían de acuerdo, los grupos políticos, porque en Roma y con los Papas hay más grilla que en los partidos mexicanos, peleaban máscara contra cabellera y no reunían los votos suficientes. La gente cansada, tapiaron el sitio donde los cardenales no se decidían, le pusieron a los tabiques mezcla de un buen albañil con cemento Apasco y los conminaron a pan y agua. Hubo que racionarles el pan porque llevaban 34 meses en ese Concilio de Viterbo, el más largo en la historia, sin sacar Papa. Eso lo sé porque cierta vez me lo platicó el Padre Alejandro Melchor, mi asesor en asuntos clericales, no crean que soy un sabelotodo, menos en cosas de la Iglesia Vaticana. Cerrados y tapiados a pan y agua palmaron tres cardenales, se murieron de hambre, no es lo mismo comer jamón jabugo o un buen espagueti italiano, que el pan solo con agua. Aun así no llegaban a acuerdo, la gente y los Magistrados de la ciudad, hartos y enojados le quitaron el techo a ese edificio, esos 34 meses aguantaron lluvia y frio y calor del demonio y hubo un cardenal que comenzó a delirar y de hambre y sed giraba su cabeza como la niña de la película El Exorcista, eso espantó a los demás, creyeron que el Diablo se comenzaba a meter en sus cuerpos, hasta que uno de ellos le dijo a los otros; ‘O ponemos uno o yo me voy, aquí no muero’. Y salió el Papa, un 1 de septiembre de 1271, presente lo tengo yo, o sea, 34 meses después de estar de tercos y no ceder un ápice.

Así quizá les ocurra a estos dos Yunes: Pepe y Héctor.

O tendrá Peña que ponerlos a pan y agua.

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