Las calaveras son esa parte de la tradición mexicana presente cuando el viento del norte empieza a mover las ramas de los árboles y lo lejano se ve más cerca.

Los altares, las visitas al panteón para recordar al pie de la tumba a nuestros seres queridos. El papel picado multicolor con el que son adornados muchos sitios. Las frutas de la estación, los tamales, el chocolate y dependiendo de la región los altares confundidos en un sincretismo de tradiciones indígenas, prehispánicas regionales y la española manifiestas en los primeros días de noviembre con la llegada de los días de muertos. También buscan un espacio la imposición de las costumbres norteamericanas ganando muchos adeptos principalmente jóvenes con el Halloween.

Otra de las manifestaciones culturales son la publicación de las calaveras que varios periódicos le dedican para hacer una especie de humor, reclamo y otras connotaciones por medio de versos. Los que nunca faltan en ellas son principalmente los vivos: políticos, profesionistas, funcionarios, ricos, gente del medio artístico y personalidades que destacan en la sociedad y otros.

Jorge Manrique fue un noble señor feudal que defendió sus territorios lo que le causó la muerte a la edad de 39 años durante el siglo XV. Antes de su fallecimiento este guerrero también era sensible escritor permitiéndole esa ambivalencia. El militar poeta fue un hombre culto, escribió versos con temas amorosos, sobre moral y algunos otros con características sarcásticas y de burla. En esa época las manifestaciones poéticas las hacían como cancioneros.

De este punto surge una de las composiciones más destacadas en la historia literaria en España llamada “Las coplas a la muerte de su padre” que la Real Academia de España nos dice que se trata de una composición poética de genero lirico, en que se lamenta la muerte de una persona o cualquier otro caso digno de ser llorado. Esta estructurado y nos habla en su primera parte de la vida mundana, en la segunda de lo efímero de la fama y la última sobre la muerte. Esta puede considerarse, así lo manifiestan los estudiosos del tema como el primer epitafio, lo que nosotros llamaríamos tiempo después “calavera”

En nuestro país aparecen en la época virreinal para burlarse de los nombres largos y ostentosos de la nobleza, así surgen los epitafios, como parte de una critica social cuestionando beneficios incumplidos a la sociedad. La censura colonial se hizo presente prohibiendo las gacetas en donde aparecieron las primeras calaveras escritas de las que no se tienen registro. El investigador Adán Cabral en su artículo El origen de las calaveras literarias menciona que las más antiguas se encuentran en las hemerotecas en el año 1849 y aparecieron en el periódico El socialista en Guadalajara.

Durante la segunda mitad del siglo XIX se hacen populares, en ese tiempo nace José Guadalupe Posada 1852, pero habrían de pasar varios años antes de que las calaveras y posada hicieran un mancuerna inseparable para la comprensión del imaginario actual.

Ya en la última década del siglo XIX este estupendo grabador participa en varios periódicos después de dejar su ciudad natal y radicar en el bajío a invitación expresa de Irineo Paz -el abuelo de Octavio Paz nuestro Premio Nobel- decide radicar en la Ciudad de México, ahí trabaja en varios sitios hasta llegar a distintos periódicos de la época como La patria ilustrada, El popular, El Chisme, en los cuales destaca por su sentido del humor que era reconocido por los lectores, Posada con sus dibujos hizo un retrato de la vida cotidiana de la población, criticando los abusos del gobierno y la explotación. Es cuando inicia a ilustrar las calaveras con versos alusivos a la muerte en un reclamo de justicia a los más necesitados durante la etapa porfirista.

Como muchas de las tradiciones mexicanas cada vez son menos los medios que las conservan y promueven estas singulares formas de verso, rima o poemas de nuestra cultura mexicana, cuyo símbolo nos lleva al reclamo social y fascinación por la muerte. Una tradición que debemos preservar.

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