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EFE

Todos los años, como preparativo para el Día de Muertos, los habitantes de la comunidad de Pomuch, en el sureste de México, extraen los huesos de los nichos y los limpian con cuidado; una tradición que es vista como un gesto de “amor” para estar más cerca de los familiares fallecidos.

“Es una tradición que tenemos desde hace años, con los abuelitos, los bisabuelos”, afirma a Efe Ruth Ek Chin, habitante de esta comunidad maya del estado de Campeche.

Los muros blancos del cementerio de Pomuch forman pasillos llenos de nichos coloridos, adornados para estas fechas con flores. Allí, los pobladores se afanan en hacer la limpieza de lo que llaman “los santos restos”.

Durante el proceso, que se puede realizar por primera vez cuando se cumplen tres años de la muerte de la persona, hay quienes saludan a sus seres queridos y hablan con ellos.

Hay quienes saludan a sus seres queridos y hablan con ellos. Foto: EFE

El proceso es todo un ritual. Se empiezan a limpiar los huesos más pequeños y se sigue con los medianos y grandes. Para ello se emplean brochas y telas blancas con las que se frotan los restos, sin emplear agua ni ningún otro líquido.

Una vez ya están listos, se disponen en una caja de madera, dejando el cráneo en la parte superior, explica a Efe José Cevastián Yam Poot, promotor de la cultura de Pomuch.

Además de la propia limpieza, anualmente a los muertos se les va “cambiando de ropa”, es decir, se reemplaza el paño blanco sobre el cual se van depositando los huesos.

Esta pieza de tela tiene diferentes grabados, como flores y cruces, dependiendo de los gustos que tuviera el difunto. Antiguamente, los dibujos de los paños eran bordados a mano o a máquina, pero hoy en día la mayoría de ellos están pintados.

La señora María Concepción Pantí Hass cuenta que su abuela fue quien le enseñó esta tradición y ahora es ella quien lo realiza en compañía de su nieta he hijos para transmitirles la misma enseñanza que le heredaron sus antepasados. Foto: Maira Tulia Pérez Bocanegra, Cuartoscuro.com

La limpia de huesos “es una forma de expresión de amor hacia la familia, una especie de encuentro entre los que se fueron y los que estamos aquí vivos”, relata José.

También es una tradición inundada de “respeto”; quienes la realizan “no pueden estar comportándose” de cualquier manera.

Los habitantes de la comunidad aseguran que las exhumaciones no les dan “miedo” de ninguna forma. Ruth señala que a su hija, por ejemplo, no le atemoriza la idea, e incluso le dice “mamá, yo voy a venir cuando mueras a limpiar tus huesitos”.

El promotor cultural afirma que, “como la gran mayoría de tradiciones, anteriormente (la limpia) la realizaba todo el pueblo, pero con el paso del tiempo se ha ido perdiendo tantito”.

Año tras año Don Alberto Pech Uc acude a lavar la osamenta de su mamá Aurelia Uc Chi y de su papá Adriano Pech Zec quienes tienen 18 y 22 años de fallecidos respectivamente. Es don Benacio Tuz Chi, el sepulturero del camposanto, quien lo ayuda a limpiar cada uno de los huesos de sus muertitos. Foto: Maira Tulia Pérez Bocanegra, Cuartoscuro.com

Principalmente, las personas adultas y de la tercera edad son quienes realizan el ritual, aunque hay jóvenes que también participan porque es un aspecto que tienen muy inculcado, o incluso niños.

Por norma general, explica José, hay un par de personas de la familia encargadas de hacer la limpieza. En casos, por ejemplo, de que los fallecidos tuvieran varios hijos, es habitual que los que realicen el ritual sean aquellos con los que los padres pasaron sus últimos días, aunque no siempre es así.

En Pomuch, el 31 de octubre está dedicado a homenajear a los niños, a aquellas personas que murieron de pequeñas. En las casas se sirven las comidas que les gustaban, como frijol con puerco, gallina y chirmole o relleno negro (un guiso elaborado a base de chiles secos rojos quemados).

El día 1 de noviembre está dedicado a los adultos y el 2 es de todos los santos, cuando se acude al cementerio a llevar flores.

Roxana Matos May, habitante de Pomuch, pide que la gente no olvide a sus seres queridos fallecidos, porque “también ellos sienten”.

“Espero que todos los que tengan abandonados a sus difuntos se acuerden y vengan también a cambiar los paños de sus difuntos”, señala.

María Alicia Canché Chablé limpia los restos de su esposo en compañía de sus hijas y nieto. Cuenta que su mamá fue quien le enseñó, ella tiene 86 años de edad y se le dificulta caminar pero no deja de ir cada noviembre al camposanto y visitar a los fieles difuntos. Foto: Maira Tulia Pérez Bocanegra, Cuartoscuro.com