Contrario al fatalismo que postula que el mundo se detendrá después de las elecciones presidenciales de 2018 en México dependiendo de los resultados, lo más seguro es que la vida siga más o menos normalmente y pasemos a los balances, reorganizaciones políticas y a echar culpas alegremente; me preocupa la visión fundamentalista, cuasi religiosa, que puede generar oleadas de amargura y desmovilización si no se cumplen sus objetivos. Es prudente, creo, resaltar lo obvio: un país no se destruye ni construye en un momento, en un acto y por una persona; no existe la magia para estos casos, salvo en los pueblos turísticos para atraer turistas. Las elecciones son importantes, de primer nivel y de alta incidencia en el curso del país, pero tienen efectos limitados y fundamentalmente renuevan y dan sentido a los poderes públicos; hasta ahí; los problemas estructurales, el entorno internacional, la débil democracia, la fragilidad del Estado y la crónicamente incipiente sociedad civil son cuestiones claves para el futuro de México, pero no se resuelven súbitamente, de un golpe, se vista como sea el medio para intentarlo.

Me preocupa de VERACRUZ, mi espacio cotidiano, que la vida pública no levante el vuelo y la mira, que se mal gaste tanta energía humana en discusiones estériles, que no se dé prioridad a los acuerdos y se menosprecie a las instituciones. Con discursos ocurrentes y divisionistas, estridentes e histéricos, se logran aplausos fáciles de clientelas de paso pero no se aporta algo mejor y positivo a nuestra vida pública ni se fortalece a la ciudadanía. La nostalgia por una oposición caudillista o de aparato, se traduce en paja y en ignorancia. Es casi patológico, de ínfimo nivel, dedicarse casi exclusivamente a marcar las diferencias, a buscar obsesivamente el punto opaco y alejarse por consigna de los acuerdos, renunciado a la legítima representación y, paradójicamente, a la política que es la actividad a que, con recursos públicos se dedican quienes son parte de Partidos y órganos legislativos. Hay una grave contradicción entre ser parte de las instituciones y adoptar discurso y consigna antisistemicas; en esa línea no aportan, no fortalecen e incumplen con obligaciones básicas quedando como facciones o clubes políticos de amigos.

Sin reconocer autocráticamente que uno mismo ha contribuido negativamente en esa situación, hay que señalar que nuestra vida pública, ahora más que nunca, está plagado de especulaciones, mentiras, ocurrencias, exageraciones y una curiosa tendencia entre falsamente justiciera y lacrimógena. Hay algo de imágenes plañideras en nuestro ambiente. El déficit de analistas, el facilísimo y militancia académica y unas oposiciones sin ideas ni compromiso pintan un cuadro gris de nuestra ya de por sí difícil realidad. Casi todo se abstrae, como si VERACRUZ viniera de la normalidad democrática, como si no hubiera pasado nada. Lamentablemente gana la polarización a nivel de circulo rojo entre quienes creen que todo se hace bien, los menos, y quienes sostienen que todo está mal, los más. En ese escenario es más complicada la visibilidad para posturas moderadas y de equilibrio.

Sin una apuesta por la inteligencia, el diálogo, los argumentos, la autocrítica y las propuestas, nos quedaremos patinando en la in trascendencia y abrazando siglas y banderas sectariamente, sin ver que son de menor importancia a la sociedad toda, a la necesidad de empleo, de seguridad, de igualdad de género, a la inclusión, a la salud y la educación. Estamos a tiempo apenas de observar lo importante y clave para todos, nuestro piso común de la convivencia sana y de futuro, antes de vernos inmersos en el torbellino de la competencia presidencial; cuando tal proceso agarre vuelo y se acerque cronológicamente imperarán las consignas, el seguidismo y las emociones; ya en esas condiciones es muy poco lo que se puede decir sin ser remitido inmediatamente a lo pro o lo anti.

Para nuestro Estado la próxima elección es más importante que en el resto del país porque también renovamos Gubernatura, cuya orientación impacta directamente en los problemas locales. Sin duda, la elección presidencial será una variable de primer nivel en la elección del Gobernador pues ya sabemos que, puntos más o menos, la primera sube o hunde a la segunda. Afortunadamente, con sus propias estrategias, ya se vislumbran los casi seguros candidatos a la gubernatura de Veracruz, sin que, por cuestiones legales, lo puedan decir abiertamente; de todos modos ahí andan, a la vista de todos, siendo posible, por tanto, que se les conozca más y se les pueda exigir algo más que rollos y ocurrencias.

Recadito : siguen las actividades por los 28 años del MOPI-VER…
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