La corrupción es la manifestación concreta del mal uso del poder público a cambio de dinero. No importa si el intercambio lo inicia la persona que ostenta el dinero o el poder –administrativo o político-o la persona que necesita el favor. El intercambio mismo es la esencia de la corrupción.
La corrupción puede verse a partir de diferentes perspectivas, pero menciono las principales: a) administrativa-gubernamental, b) social-colectiva y c) psicológica.
1.-Administrativa-gubernamental. La corrupción se toma como un fenómeno que es consecuencia del abuso del poder y que compete a la acción negativa de la parte oficial que exhibe la incompetencia en el control de quienes integran las instituciones y la baja calidad humana en la naturaleza de quienes las operan: funcionarios, líderes o representantes populares.
Es decir, fallas de control en la administración pública o política, principalmente por no ejercer un seguimiento meticuloso sobre la actuación de los funcionarios y representantes en los diferentes procesos de la administración, sea cual fuere el nivel, creando un ambiente permisible para incitar a los acuerdos y negociaciones ilegales, en donde se aprovecha la posición dentro de la política o en la parte oficial. Igualmente lo correspondiente a las fallas en los procesos selectivos del personal, directivo o administrativo, al no valorar perfiles idóneos, dejando que lleguen a los cargos públicos,- ahí donde se toman las decisiones-, personas sin capacidad, con ambiciones desmedidas y sin escrúpulos, dando al traste a la misión que el Estado tiene que cumplir frente a la sociedad.
2.-Social. Porque el propio medio, a través de los grupos, generaliza los patrones o modelos sociales persistiendo los antivalores en el mismo, tales como: a) la ambición , hacia la riqueza pronta y sin méritos; b) la avaricia, por el deseo persistente de acumular riqueza sin límites; c) la mentira, pues la simulación de resultados tiende a justificar las transacciones corruptas; d) la irresponsabilidad, porque las necesidades que el Estado tiene que cubrir en la sociedad, pasan a segundo plano no importando los riesgos, daños y consecuencias que se generen , derivadas por ese motivo.
Theodore Millon, en sus estudios agregaba un elemento más que propicia la corrupción, el colectivismo (o alianzas de intereses) que fomenta dos fenómenos: a) la complicidad y b) la competencia. La complicidad, porque al interior de los grupos predominan las estructuras organizativas en las cuales se potencia la interdependencia antisocial (ilegal) y protección mutua; b) la competencia, porque los corruptos compiten entre sí, para ver quién obtiene la mayor ventaja. ¿Quién es mejor?, ¿Quién gana más?, ¿Quién logra más dinero o poder? Y entonces la lucha es, para ver quién está más cerca del que manda y de las oportunidades, porque eso facilitará la ocasión de obtener más dinero, poder de gestión y de influencia, de la manera más fácil y rápida.
3.- Psicológicas.-Se refiere a los elementos que definen la estructura de la personalidad de los individuos que se corrompen. Al respecto Millon, también concluía en sus estudios que las personas corruptas tienen dos tipos de desviaciones conductuales: narcisista y antisocial. El narcisismo por su clara inclinación a centrarse en sí mismo como fuente para satisfacer sus ambiciones. Y lo antisocial, que le hace demostrar su propia inseguridad, buscando afianzarla con las cosas materiales. El corrupto, puede tener vergüenza al verse expuesto o descubierto al escenario público pero no arrepentimiento, no acepta culpas pues su personalidad es fría, calculadora y ventajosa. Por lo general primero ataca para encubrir su falta de capacidad y su minusvalía.
Otro aspecto que se deriva del fenómeno de la corrupción desde la colectividad, es sin duda la impunidad. Y se relaciona con las alianzas antes citadas, porque una persona inmersa en dicho colectivo-sea gobierno, partido, gremio, empresa u organización, se siente protegida por el mismo. Es decir, delinque porque sabe que la responsabilidad queda difuminada en la institución o en el colectivo y eso hace que se aumente la sensación de invulnerabilidad al saber que no tendrá consecuencias punitivas. Y ello puede llegar a provocar una inercia de descomposición y permisibilidad que fortalece el comportamiento ilegal de los actores , logrando percibirse como normal entre los mismos aliados.
Pero ¿qué pasa con este comportamiento en las mujeres?
Teóricamente, las mujeres se perciben como más honestas que los varones. Y hay razones para suponerlo debido a su formación y al papel que han jugado históricamente dentro de la familia y la sociedad. El hecho de que su rol haya estado y continúe en la actualidad ligado-aunque algunas se aferren a negarlo–a los aspectos orientativos y familiares y el de asumir la función de guía de su prole, le ha obligado por lo general a cuidar sus comportamientos privados y públicos. De ahí que veamos una mayor aceptación social hacia las mujeres para los cargos en donde se toman decisiones importantes en temas financieros, de inversión o aspectos de transparencia, debido al grado de responsabilidad que depositan al asumir sus compromisos. Las mujeres por lo general, no desechan las oportunidades que puedan abonarle a su solvencia moral, por ello valoran y cuidan su posición y su trabajo.
Sin embargo, eso no quiere decir que en la actualidad las cosas no hayan cambiado, hoy encontramos ya –y con mayor frecuencia–casos en donde las mujeres actúan con el mismo nivel o peor de ambición que los varones.
Cuando las mujeres se corrompen, es porque su formación ha sido endeble y por lo general ha estado privada de satisfactores que ambiciona: ser bella, ser rica, ser reconocida, ser estimulada, etc., y busca a través de las personas y las oportunidades que ella misma se provoca, saciarlas en el menor tiempo posible. También puede derivarse de las formas de exclusión que en el medio laboral o social ha padecido y que las lleva a decidirse a crear alianzas con los grupos corruptos para poder tener esa aceptación negada. Sin embargo y pese a todo, aún es menor el número de mujeres respecto a los varones que se inmiscuyen en los actos de corrupción.
Igualmente nos podríamos preguntar. ¿Se corrompe igual un pobre que un rico?
El nivel económico de la persona no es determinante porque la corrupción es multifactorial. Sin embargo existen estudios que demuestran que existe una mayor propensión en personas de clase media que tienen como modelos a jefes ambiciosos y corruptos y que –si carece de principios y valores en su personalidad- determina su forma de actuar en la búsqueda de obtener ganancias y privilegios en el menor esfuerzo y tiempo posible. Igualmente en personas que provienen de cierta posición social y alto poder adquisitivo, que no son ajenas a la espiral de este fenómeno, puesto que su práctica solo busca en esencia conservar un estatus social y cubrir una satisfacción de posesión material (económica) permanente.
Luego entonces la honorabilidad y honestidad en el actuar en el servicio público nada tiene que ver con el sexo o la posición social o económica. Porque así como hay mujeres honorables lo hay también varones. Como igualmente así como hay hombres hoy señalados por sus actos corruptos, también las hay mujeres que en las alianzas han caído en la tentación de caer en la ilegalidad.
En suma, el asunto entonces se remite a una clara ausencia en la dinámica mental de los códigos éticos globales, que son suministrados desde la formación de la personalidad en cada individuo desde la niñez -hombre o mujer sin distingos-, y que son fortalecidos por los aprendizajes que cada quien adquiere a través de la vida en virtud de los grupos con los que se involucra y, que definen el comportamiento adaptativo o no , ético o no, ilegal o legal en la sociedad.
Por eso la corrupción es una espiral que ha ido en aumento y debemos detenerla. Y entre otras cosas debemos esforzarnos por formar niños y jóvenes con bases y principios éticos sólidos, que hagan generar en ellos expectativas sanas y no ambiciones enfermizas hacia lo material. Que el propio medio sea familiar, escolar, laboral, comunitario, etc., deje de reforzar los modelos en los que se da mayor importancia a lo que tiene la persona, que a lo que vale como ser humano y, que el Estado se responsabilice de profesionalizar la administración pública y castigar con todo el peso de la Ley a quienes aprovechan los cargos para satisfacer sus intereses…para poder en lo posible, contrarrestar la descomposición y la falta de credibilidad que ha provocado el fenómeno de la corrupción como un cáncer que destruye lentamente las instituciones y nos hace vernos, unos a otros con desconfianza y recelo.
Gracias y hasta la próxima