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Infobae/SinEmbargo

No sería en un tiempo lejano: los adolescentes y los niños de hoy vivirán las consecuencias letales del cambio climático. ¿El aumento del nivel de los mares? Desde luego. Pero alejarse de las costas no salvará a los futuros adultos. Porque hay cuestiones mucho más graves que afectarán la superficie entera del planeta.

“Excepto que se realice un cambio importante al modo en que viven miles de millones de humanos, es probable que algunas partes de la Tierra sean casi inhabitables, y otras horriblemente inhospitalarias”, concluyó una extensa investigación publicada en la revista New York. Y eso sucedería “tan pronto como a finales de este siglo”.

El artículo dispara sin pausa datos que argumentan sobre la gravedad de la cuestión que alarman incluso a las personas que tienen conciencia del peligro. “La mayoría de la gente habla como si Miami y Bangladesh tuvieran todavía la posibilidad de sobrevivir”, ilustró el autor, David Wallace-Wells. “Pero la mayoría de los científicos con los que hablé suponen que las perderemos en este siglo, aun si dejamos de quemar combustible fósil en una década”.

Hasta hace poco un aumento de la temperatura en dos grados se consideraba catastrófico, ya que lanzaría a un mundo sin preparación a “decenas de miles de refugiados climáticos”. Pero actualmente, según el Acuerdo de París, dos grados sería el objetivo al cual aspirar razonablemente, “y los expertos nos dan escasas probabilidades de lograrlo”, según la revista.

El hielo marino ártico más antiguo y grueso disminuye progresivamente. Foto: Infobae

El argumento: en su último informe, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) proyectó que, si nada cambia, el aumento llegaría a 4 grados a comienzos del siglo XXII. “Se trata de una proyección promedio. El punto superior de la curva de probabilidades llega a 8 grados”.

Desde la década de 1980 la cantidad de lugares que sufren calor peligro o extremo aumentó 50 veces. “Los cinco veranos europeos más calientes desde el siglo XVI sucedieron después de 2002”, ilustró New York, “y el IPCC advierte que el mero hecho de estar al aire libre en esa época del año no será saludable en muchos lugares del globo”.

La ola de calor europea de 2003, que mató a más 2 mil personas por día, “será un verano normal”; implicaría una temperatura de 4 grados más. Y con una temperatura de 6 grados más será imposible trabajar la tierra y realizar actividades en general.

“El calor ya nos está matando”, enfatizó Wallace. “En la región cañera de El Salvador, casi la quinta parte de la población tiene enfermedad renal crónica”. La cifra es más alta entre los varones: la cuarta parte. “Se supone que es la consecuencia de la deshidratación por trabajar en los campos que se podían cosechar cómodamente hace tan poco como dos décadas”. La diálisis —un tratamiento intensivo que resulta caro en un país pobre— es la esperanza para “aquellos que tengan falla renal y que esperan vivir cinco años”. Sin diálisis la expectativa se reduce a semanas.

Es difícil ver el alcance del problema, entre otras cosas porque un cambio puede producir otros, de los que se sabe poco.

Por ejemplo: hasta hace poco la tundra no preocupaba a los científicos, ya que era tierra congelada, pero el hecho de que se pueda descongelar, y a mayor velocidad que la prevista, implicaría una reacción en cadena. El permafrost del Ártico contiene 1.8 billones de toneladas de carbono, más del doble de lo que actualmente se halla suspendido en la atmósfera de la Tierra. “Cuando se descongela (la tundra) y se libera, el carbono se podría evaporar como metano, que a una escala de un siglo es 34 veces más poderoso que el dióxido de carbono a los efectos del efecto invernadero”, comparó el autor. Y de manera más inmediata, a una escala de dos décadas, 86 veces.

La ola de calor europea de 2003 mató a más 2.000 personas por día. Foto: Pixabay

De las cinco extinciones masivas que experimentó la Tierra antes, solo una no se debió al cambio climático. La más notoria sucedió hace 252 millones de años: “El carbono calentó el planeta en 5 grados, lo cual se aceleró cuando el calentamiento desencadenó la liberación de metano en el Ártico y eliminó el 97 por ciento de toda la vida en la Tierra”.

Actualmente se agrega a la atmósfera más carbono que entonces, a una velocidad aproximada de 10 veces más rápido.

¿Qué sucedería con las enfermedades que, hoy atrapadas en el hielo ártico, circularan en el aire otra vez luego de millones de años? “Nuestros sistemas inmunológicos no tendrían idea de cómo defenderse cuando esas plagas prehistóricas emerjan del hielo”, según New York.

Hay también atrapados patógenos más recientes: en Alaska se descubrieron remanentes de la gripe de 1918 que infectó a 500 millones de personas y mató a 100 millones; en Siberia podría haber peste bubónica dormida en el hielo.

A pesar de esto, muchos factores, resumió Wallace, impiden que se tenga una idea cabal de la magnitud del cambio climático. Desde las figuras internacionales que lo niegan hasta la propia psicología humana que tolera mal la incertidumbre; desde la gran velocidad del cambio hasta lo abstracto de las cifras que parecen pequeñas (2 grados) o grandes (1.8 billones de toneladas); desde la dificultad, acaso la imposibilidad de solucionar el problema, hasta la perspectiva incomprensible de la aniquilación.