Uno de los principales problemas de la globalización, es la rápida conformación de una poderosa oligarquía internacional en donde un puñado de multimillonarios posee y controla una parte significativa de la economía global.
Esta oligarquía que liderea las corporaciones transnacionales más relevantes del mundo, ha empezado a tomar control de la mayoría de las organizaciones internacionales y al través de acuerdos bilaterales o multinacionales, han empezado a disminuir la libertad política, jurídica y económica de los países participantes en nombre del acuerdo internacional firmado.
Esta descripción que pareciera sacada de una novela de Ian Fleming y su agente 007, ocurre en la vida real, ya que cada tratado internacional afecta la soberanía de los países firmantes y en especial la de los países en proceso de desarrollo que, frecuentemente o casi siempre, aceptan las imposiciones de las naciones más poderosas con quienes firman el acuerdo.
México es uno de los más claros ejemplos de las consecuencias que pueden llegar a tener los tratados en la vida económica, política y financiera de una nación y de su sociedad.
Siempre en la mira de nuestro vecino del Norte, y tras largas décadas de cerrazón, México finalmente sucumbió a las presiones de Washington y sus generosas promesas de prosperidad y firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA en inglés) con Estados Unidos y Canadá en 1992. A partir del primero de enero de 1994 este tratado entró en vigencia. Aquel año muchos estudiosos mexicanos denunciaron que muy pocas personas tuvieron acceso a los 2226 artículos del Acuerdo antes de la firma oficial y ni siquiera los miembros de nuestro Congreso tuvieron tiempo de revisarlos con detenimiento menos debatirlos.
En todos estos 20 años de existencia del TLCAN la prensa globalizada no se cansaba de hablar, año tras año, de las ventajas económicas que tendría México a mediano y largo plazo. Sin embargo, mientras el tiempo avanzaba, el país se empobrecía cada vez más, lo que se reflejaba en el incremento de la violencia y del crimen organizado. Actualmente México es considerado por la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos como un «cementerio de desaparecidos», cuyo número supera 25 mil personas y esto sin contar unos 100 mil muertos por violencia en los últimos 20 años y más de 150 mil personas desplazadas. Nada de esto podemos achacárselo al Tratado, pero éste, tampoco contribuyó a evitar tan alarmante situación.
A lo largo de 20 años de existencia del TLCAN, importantes segmentos de los tres países, se han beneficiado, pero hay que decirlo, al menos en el caso de México, nunca han sido los segmentos más necesitados.
A este respecto, Noam Chomsky, uno de los intelectuales más respetados y críticos del sistema y gobierno estadunidense, filosofo, lingüista, autor de más de cien libros y profesor emérito del prestigiado Massachusetts Institute of Technology MIT estuvo en México en días pasados y se refirió a algunos temas de interés entre México y los Estados Unidos, en el marco del TLCAN. Por su contundencia y claridad se los comparto:
“TLCAN no beneficia a los habitantes de los países sino a las transnacionales y multimillonarias empresas que han definido sus términos”
“En la actualidad son los cabilderos legislativos y los grandes inversionistas quienes diseñan las cláusulas del Tratado, los que obviamente, solo velan por los intereses de sus capitales (inversiones) soslayando la suerte del resto de la sociedad, a las que denominan externalidades”.
Sobre el tema agrícola, la gran esperanza de los negociadores mexicanos del TLCAN, Chomsky aseguró que los campesinos mexicanos jamás podrán competir con la agroindustria de Estados Unidos, pues ésta recibe enormes subsidios de su gobierno. Que si hay beneficiarios agrícolas en la parte mexicana, estos son los grandes agricultores, aunque los mayores beneficiarios en este rubro son los estadunidenses que venden a México inmensas cantidades de su producción agrícola, y que para sorpresa de los negociadores mexicanos, ni siquiera éste segmento se ha movido en tiempo y forma, para presionar al gobierno de Trump, a que le baje dos rayitas a su beligerancia hacia México.
Tras varios meses de reuniones preparatorias, intensos cabildeos, y bizarras actitudes de los participantes de los tres países, finalmente concluyó la semana pasada la quinta ronda de negociaciones del TLCAN, sin la presencia de los jefes negociadores de cada una de las partes, una sexta ronda seguirá en Ottawa a mediados de diciembre y la lectura de conclusiones en marzo de 2018 la fecha límite.
Los funcionarios mexicanos dicen que las elecciones presidenciales del próximo año hacen imposibles las conversaciones posteriores a esa fecha. En esas circunstancias muy probablemente quedará en el limbo, o a expensas de la voluntad discrecional del vitriólico Donald Trump, el proyecto más querido del mundo neoliberal mexicano y anexas. Nosotros los ciudadanos comprobaremos que México sigue en pie, y seguirá su marcha, cuando logremos que nuestros gobernantes empiecen a ver que el mundo es amplio en horizontes, que no se constriñe al norte.
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